En realidad no es grato el dolor, pero a través de autoinflingirnos éste experimentamos una descarga pulsional necesaria que resulta grata toda vez que no somos capaces de racionalizarla ni ubicarla en un objeto idóneo para el caso.
En otros términos, el "superyo" en algunas personas es tan fuerte que siempre está presente para torturar y reprochar al pobre tipo haga lo que haga. No hay tregua ni descanso, no puede evitarse, no hay escondite, está ahí siempre presente, siempre omnipresente. Placer en el sufrimiento.
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