Mi nombre es Andrés Felipe, tengo 17 años y vivo en Medellín, Colombia. Mi vida no ha sido tan mala como para matarme, sólo que diversas situaciones de mi vida se unificaron y entonces comencé a ver las cosas de una manera diferente.
Luego de que nací, tres años después nació mi hermana. Era una época de la que solo tengo recuerdos borrosos, y en la que no pasó nada fuera de lo común. Éramos felices por así decirlo, viviendo en Medellín. Cuando cumplí los 3 o los 4 años a mi papá lo trasladaron en el trabajo a Santa Marta, una ciudad costera de Colombia. Vivimos en muchos apartamentos buscando uno perfecto que no tuviera cucarachas o que se oyeran las rumbas de la esquina. Al final acabamos viviendo en uno muy bonito, pero allí espantaban.
Todo lo que sigue me lo contó mi mamá cuando tenía 14 años.
La relación de mis papas comenzó a ir mal por problemas económicos, y entiendo por qué, ya que ni siquiera teníamos teléfono. Y aquí es donde sucede la típica escena de una telenovela en que el marido empieza a llegar tarde con la excusa de que se quedó trabajando, porque así fue como sucedió. Y como otra escena de la misma telenovela, llegaron las sospechas de la esposa.
Y no se quedó con la duda mucho tiempo. Un día lo siguió y lo pilló saludando de beso en la boca a una mujer, quien ahora es su esposa. Mi mamá la cacheteó a ella y él también, además de insultarlo. Corrió para alejarse de todo el escándalo, pero él la alcanzó. Le dijo que se valorara, que se respetara, que dejara de hacer el ridículo. Ella le pegó un rodillazo en las guevas y se fue en un taxi para la casa. No podía creer lo que sucedía, así me lo contó ella, que parecía un sueño. Se pellizcó los brazos para tratar de despertar, pero nada. Se metió a la ducha sin quitarse la ropa, pero tampoco sirvió.
Necesitaba apoyo, así que fue a llamar a mis tías. Salió mojada para la casa de la vecina y las llamó. Le contesto su hermana mayor, la solterona que nunca se casó ni tuvo hijos, y con quien mi mama no deseaba hablar. Sabía que le iba a reprochar. "¿Tu eres boba?, deja de llorar y moquear..." Se despidió aun desconsolada. La vecina fue quien le sirvió de paño de lágrimas, hasta que llegó mi papá.
Discutieron hasta el cansancio. Sus gritos me despertaron. Cuando salí del cuarto mi papá empacaba maletas y mi mamá lloraba. Tengo el recuerdo borroso de estar pegado a la pierna de mi papá rogándole que no se fuera. A él le dio pesar verme llorar, así que me invitó a comer algo en la calle. Mi hermana se había despertado, así que la llevó con nosotros.
Mi mamá se quedo llorando en el piso. Mi abuelo, quien en esa época vivía con nosotros la vio y le dijo: "eh, ¡pero qué mujer mas exagerada! Levántese y deje de llorar..." Y efectivamente mi mamá se levantó y levantó a mi abuelo por los codos, o yo no sé como hizo para cogerlo de los codos, y lo tiró contra la puerta vidriera de la casa. Mi abuelo rebotó contra ella. Mi papá llegó con nosotros dormidos. Nos metió en el cuarto y cuando salió volvieron a gritar. Después él terminó de empacar y se fue a un motel. Mi mamá salió donde la misma vecina, quien estaba empezando una fiesta. Se emborrachó y desahogó su odio por los hombres junto con el hermano marica de la vecina.
Antes de irse, mi papá le dijo a ella que se podía ir, pero sin nosotros, y para asegurarse, dejó a mi abuelo de vigilante. Fue así durante tres días. Mi mamá ya se las había arreglado. Con ayuda de la vecina pasó las maletas por el patio. Luego salió en fachas con nosotros para despistar. A la vuelta esquina nos cambiamos de ropa y nos fuimos a la terminal. Ella temía que mi papá la descubriera. Miraba a la gente buscando su rostro angustiosamente. Pero el bus llegó y ella se fue lejos. Su destino era la casa de mis tías que vivían en Medellín. Allá fue el primer lugar donde mi papá llamó, pero mis tías dijeron que ella no estaba allá. Mi mamá se le escondió una semana, hasta que le pasó al teléfono y discutieron.
Él sabía que ella nunca nos iba a entregar. Tiró al Bienestar Familiar, pero este no vio ningún problema.
Siempre quise saber que era lo que había pasado. Fui ver a varios psicólogos por este tema. Siempre me decían que fue por problemas económicos... Era verdad, pero no toda la verdad. La última vez que fui a un psicólogo por esto acababa de cumplir 14 años. Mi mamá fue quien me contó todo. Yo quería saber si mi papá tenía el mismo valor. Fuimos a una terapia los dos, por iniciativa mía. Comenzó muy calmadamente, hasta que el psicólogo me dijo que le dijera mi pregunta a mi papá. Le pregunté por qué se había separado de mi mamá. Me respondió que por problemas económicos. Me subía rabia, pero me controlé y le dije que me dijera la verdad con calma. Pero seguía insistiendo con lo mismo hasta que me canse y le dije que yo sabía todo y que él no había tenido las guevas para decírmelo. Comenzamos a discutir. Le dije cosas muy duras. Era más un ataque lo que yo hacía y él sólo se podía defender diciéndome desagradecido... El pagaba el colegio de mi hermana y yo, al igual que la comida. Pero yo seguí atacándolo, con cosas como "usted no es mi papá, usted es el tipo que nos da de comer" y "yo como voy a tener papá si vive lejos y ni me conoce". No sé cual fue de esas frases que lo hizo llorar.
Dios... Me invadió la culpa, primero, pero después sentí al demonio reírse de él. Me dio un tremendo ataque de risa. Me contuve con todas mis fuerzas. Miré hacia abajo y me puse la mano en la cara como en expresión de culpa, pero me aguantaba la risa. Después de esa escena y de dar la sesión terminada, mi papá, mi hermana y yo vimos una película dramática en donde mi papá lloró otra vez y me tocó aguantarme. Hasta hoy nunca me disculpé por hacerlo llorar y tampoco pienso hacerlo. Aun sigo pensando que si hubiera tenido el valor para contarme la verdad me hubiera llevado otra imagen de mi papá, y no esa decepción.
También debo agregar que la relación con mamá no ha sido fácil. Tuve muchas peleas con ella. Por lo que fuera peleábamos. Creció la desconfianza en mí. Ya no quería contarle nada a ella, como cuando era niño. Nunca pudo entenderme, como que no cabía en su cabeza el hecho de que tenía a un hijo insociable y rechazado. Dejamos de pelear un poco ahora en el presente. Pero fue porque le dejé de hablar de mis cosas. Ahora se intenta acercar a mí, pero no quiero que me haga más daño o que nos hagamos la vida imposible, así que la rechazo con evasivas. Mi relación con ella se torno en un confortable invierno. A pesar de que no tengo nada en su contra, no puedo evitar sentir que no me apoyó en mi infancia, que a pesar de que yo le contara todo, ella no lo iba a entender, cuando me decía que si. Aun me dice que me apoya en lo que sea que haga en mi vida, pero sigo sin creerle. Sigo poniéndole la barrera del silencio y la frialdad... Pero si lo hago es por su bien y el mío.
No sabía el por qué de mi depresión hasta que hace poco me dio por recordar... Dicen que el pasado es una cuchilla.