Esta meditación me ha hecho reflexionar profundamente con la única neurona que me queda. Incluso me ha dado pie para permitirme la osadía de enunciar un teorema que a continuación paso a exponer:
TEOREMA DE LA FLAGELACIÓN
“La flagelación, entendida como el castigo usando la palabra como látigo de siete puntas para darse de leches en toda la paletilla, sólo tiene valor terapéutico si, y sólo si, la persona azotada es la misma que la que agrede”.
Para demostrarlo vamos a partir del ejemplo del autor del post. Supongamos que en un momento dado, presa de un estado puntual de ferocidad iracunda y por qué no decirlo, una cierta estulticia, sentencia a los cuatro vientos y jurando en arameo; “me cago en mi **** vida!!!”. ¿Qué ha ocurrido?
Si todo ha ido con normalidad, habrá experimentado un reconfortante sentimiento de bienestar, provocado por las endorfinas que ha segregado su hipófisis como respuesta a tal hostilidad verbal.
Pero ahora viene lo bueno. Supongamos que otro usuario, molesto con algún comentario de Bardamu, le espeta en toda la jeta; “me cago en tu **** vida!!!”. ¿Qué sucede entonces?
Siguiendo con la premisa de comportamiento habitual, el receptor de tan lacerante bravata, habrá experimentado una serie de cambios fisiológicos como ruborización general de la tez, manos en puño con contractura de la quijada y rictus constreñido de entrecejo.
Su nivel de adrenalina se habrá disparado, produciéndose un efecto diametralmete antagónico al que describíamos en el primer corolario, con lo que queda demostrado el teorema.