Mi problema parte de una profunda apatía por todo lo que antaño conseguía alegrarme. Es también destacable un creciente rechazo por aquellos que no forman parte de mi círculo más íntimo; la gente me da asco. Nunca he sido alguien popular. Mi aspecto, intereses y expresiones no se asimilan a las de la mayoría, y acaban considerándome como alguien raro. Pero ya no me molesta, puesto que prefiero estar fuera de su colectivo a que me identifiquen con el atrofiado prototipo que ellos consideran óptimo.
No obstante, me preocupa mi situación. No siento ningún motivo para sonreir. Todo es despreciable. Mi único consuelo durante estos últimos meses ha sido la marihuana, pero sentía que mi estado de ánimo comenzaba a depender de ella, así que la he desplazado temporalmente hasta que consiga solucionar ésto. Tengo muy buenos amigos que intentan animarme, pero las palabras son eso, simplemente palabras. Sus intentos acaban siendo inútiles. No me apoyo en nadie en concreto puesto que la experiencia me ha demostrado que las relaciones empáticas parten de la conveniencia. Términos como amistad y amor son puramente contingentes, están ahí cuando las condiciones lo permiten. Son tremendamente corruptibles; la conveniencia determina su nacimiento y su muerte. Y yo necesito estabilidad, cosa que parece no existir en ningún ámbito.