Hace poco me llamaron de un trabajo. Era para trabajar como mozo de almacén en dos almacenes, recibir envíos, ordenarlos y rellenar material en una cafetería y un restaurante, de la misma empresa las dos, en un aeropuerto. El trabajo parecía idóneo para mí pues me dejaban solo y lo único que tenía que hacer era subir las cosas desde el subterráneo, donde estan los almacenes, y recargar lo que me pidiesen sin más contacto que el necesario para esa tarea. Fácil pero aun así mis nervios me impidieron dormir mucho. Era mi primer trabajo serio en mucho tiempo.
Ahora bien, recalco entre comillas lo de “parecía fácil” porque he pasado los dos días peores de mi vida en lo que se refiere a trabajo. El primer día y, sin saber aun el cómo y el porqué, al hacer el tercer reparto una de las ruedas del carrito se salió y me quede sin carro con lo que llevar las cosas. Gracias a dios no lo tenía lleno en ese momento. Esa fue la primera… pero no la ultima.
Tras conseguir un segundo carrito todo fueron llamadas al móvil. ¿Dónde estás? ¿Por qué no has subido esto? ¿Dónde estás? ¿Por qué vas tan lento? Todo era prisa, prisa y más prisa de parte de la encargada y mis nervios comenzaban a hacerse notar. Comencé a sudar muchísimo pese a que el aire acondicionado en esos sitios suele estar bastante fresco, por no decir polar, y al parecer, sin darme cuenta, cuando hacia un reparto soltaba la coletilla de lo siento por tardar o algo así. Esto último lo sé porque una chica de la cafetería me llamo la atención: “Deja de pedir perdón por todo.”
En ese momento me entraron ganas de llorar y aun no sé cómo lo aguante. Ese fue mi primer día y esa noche no pude pegar ojo al saber que tenía que volver al día siguiente y volver a enfrentarme a ello.
El día ya comenzó difícil pues solo me dieron una rápida explicación de donde estaban las cosas el día anterior y no encontraba las bolsas de la basura ni el material de limpieza para la cafetería. Tuvo que bajar la encargada para decirme donde estaba. Luego, claro está, tuve que llevarme las bolsas de la basura llenas del restaurante y de la cafetería al subterráneo para lanzarlos al contenedor que hay allí pero una de las bolsas no estaba cerrada, la de la cafetería, y parte del contenido acabó en el suelo del ascensor que se usa para acceder a los subterráneos.
Me quería morir. Con lágrimas y en silencio lo recogí con las manos como pude y lo metí todo de nuevo en la bolsa cerrándola. Todo ello con el móvil sonando y la encargada demandando mas material para el restaurante y que una vez terminara el reparto me pusiera en la cocina a ayudar o en la barra a atender clientes.
“¡¿Cómo?!” fue mi pensamiento. Estaba con la moral por tierra, llorando y encima tenía que estar entre los empleados y los clientes. Viendo mi impotencia ante aquella situación termine como buenamente pude el reparto y me despedí. Me he pasado dos días enteros encerrado en casa, pensando en lo patético que he sido y en como los astros parecían haberse alineado para pisotearme para el único trabajo del que me han llamado en bastante tiempo. Lo único que quería era tener un trabajo, aunque fuese un mes, para ganar algo de dinero y contribuir en casa… pero solo he aguantado dos miserables días…
Ahora, más calmado, lo pienso y parece el guion malo de una película de humor americano y me sorprende el hecho de que todo eso me pasara en tan solo dos días.
Cada vez veo más difícil el poder tener un trabajo y tener mi propia economía…
Alguno igual piensa que aguante poco. Que me rendí y posiblemente sea cierto y escapé. Creo que intente ir demasiado lejos y en vez de dar un paso salte por un acantilado de cabeza.
¿Por qué vivir tiene que ser tan complicado? ¿O soy yo quien lo complica todo? ¿Por qué cuanto más busco e intento hacer algo para salir de este círculo vicioso no consigo más que decepciones y minarme aun más la poca autoestima que tengo?
Bueno, aquí dejo esta reciente experiencia personal con la que, al menos, puedo desahogarme aquí. Supongo que a alguno le hará gracia.