¡Pero es que el pan!... ¡¡EL PAN!!
Imagínate por un momento las ansias de estar esperando la llegada de esas esponjosas y deliciosas rebanadas, y que cuando -al escuchar el sonido de la puerta abriéndose- casi puedes sentir la suave textura de la blanca miga contactando con tus labios... Encontrarse con la desgarradora noticia de que no, de que se olvidaron el pan.
A partir de ese trágico episodio yo ya no podría sentir nada más que dolor y amargura al ver esos abyectos ojos que, aquél día negro que marcaría mi vida para siempre, me clavaron la mirada al momento en que una helada voz, carente de todo humano sentimiento, me soltó: "Lo siento, pero me olvidé del pan Bimbo".