Me fijo mucho en el lenguaje gestual de la gente. Me llama la atención cómo algunos (los más extravertidos), acompañan aspavientos con los brazos perfectamente sincronizados con lo que dicen. Asimismo, el tono de voz que emplean según la coyuntura es oportuno y está en armonía con el conjunto, como si su cuerpo y su mente fueran un todo a la hora de conversar.
Me maravilla observar las habilidades de algunas personas para acaparar la atención en una conversación, sin sentir miedo a no ser escuchados o rebatidos. La seguridad con la que afirman las cosas, sin importar si les miran o no, o lo que piensen de ellos, no deja de ser curioso y es lo que marca su personalidad. También me gusta ver cómo algunos le quitan hierro a algunos asuntos a los que tú otorgas una importancia capital. La gente tiene una visión de la vida más filosófica de lo que parece a simple vista. Se puede aprender mucho de los demás en los pequeños detalles...
Uno no se cansa de ver la cantidad de personalidades que hay, que no por dispares, dejan de ser eficaces a la hora de la relación social. Ahí es cuando uno se plantea que hay algo en su interior que no funciona a tal efecto.
Por último, está el misterio de qué es lo que une a las personas. En algunos grupos se ve que predominan aspectos más superficiales que en otros pero, al final contemplas, quizá con amargura, que somos víctimas del tiempo y del estrato en el que nos ha tocado vivir...