Siempre he detestado las biografías y, más aún, las autobiografías. ¿Por qué? Pues porque exigen tres pasos que son terriblemente pesados a la hora de mirar: observar, reconocer y asumir. En esa fracción de segundo que queda suspendida entre reconocer y asumir, hay un punzante calor que rompe el centro de esa cosa extraña, llamada vulgarmente alma. Como erotismo místico, es necesario degradarse y morir un poco para dar paso a un renacimiento, una revolución espiritual.
Escribo aquí, a pesar de detestar el género en que tengo que hacerlo, porque claramente busco llegar a poseer esa pequeña astucia de la reivindicación anímica... y también porque la maldita sección de diarios personales parece no funcionar o es mi computadora la que se niega a desplegar la página correspondiente.
Cuando tenía 17 años escribí, por vez primera, intimidades sobre un caduerno con tapas color vino, a la manera de un diario. Le puse el nombre de Anastasia... Lacan diría: ¿Anastasia?... ¿Anestesia? Pero esa es otra historia. Continué pues haciendo de ese recurso mi salida práctica a la presión diaria que sentía: las humillaciones en la escuela (porque yo era en esa época el arquetipo de "rezagada social"), el miedo a exponerme frente a otras personas; las maneras de escapista que formulaba para no salir a esa esfera que nunca me ha mostrado protección alguna: el mundo.
Con el paso del tiempo, los cuadernos fueron aumentando en número y yo también. El último de mis demonios lleva por nombre Empusa y ahora, según dice corrobora mi acta de nacimiento, yo tengo 24 años. Empusa, pálida gárgola griega que almacena toda clase de ansiedades y el reclamo de mis vísperas. Empusa "nació" el 31 de mayo de este año, y el 12 de octubre nacieron Los Jardines Sospechosos.
El que esté leyendo esto, si es que alguien lo hace, se preguntará "¿qué carajo son Los Jardines Sospechosos?" Pues bien, estos jardines no son más que una hoja de este cuaderno con nombre que despliega una serie de imágenes y letras que, seguramente, mi terapeuta mataría por ver y tener... para alimetar el motor morboso de su existencia o para ver por dónde me deja en jaque esta vez.
Letras grandes y oscuras despliegan las palabras "Los Jardines Sospechosos" y más abajo sobresale una frase en letras cuadradas que interroga: "¿Tienes la mente rayada?". Debajo, un pequeño rostro sin boca con nariz gruesa, al lado una flecha que apunta hacia un círculo que encierra: "Ay hierbita de San Juan, ¿dónde estás?". Sobre ese círculo hay una maceta con un girasol. Al lado izquerdo del círculo hay una maraña de tinta, un garabato oscuro y trémulo y justo debajo dice "Orgasmo"; debajo, un puente con arco que grita "Stop!" A la izquierda de ésto un árbol seco con un clavo enterrado en el centro y un cartel al lado que dice "Hallazgo". Debajo, más allá de la tierra que sostiene al árbol, se lee: "Martillos para el dolor de cabeza... ¡AQUÍ!" Hacia la extrema derecha del puente, una mujer, más bruja que mujer, que asegura haber salido de un charquito (lo que no sé es de qué era el famoso charquito). A la derecha de la bruja del charco, en letras verticales se puede leer: "Se estiraban con ingenio viscoso. Suspiran persiguiendo "nomeolvides", sin buscar entre piernas dónde colocarlos. Yo le pido que me de un Leviatán azul y bonito".
Sólo hasta ahora, sólo hasta la llegada de Los Jardines Sospechosos, me he dado cuenta de la incapacidad que me rodea, de lo inpronunciable que sería buscar apoyo en aquellos que, históricamente, podría encontrarlo. Me he dado de bruces contra el azogue y caigo en la cuenta de que esa bolsa que tenía llena de excusas para no tener que enfrentar nada, se ha quedado vacía, finalmente se ha quedado vacía.
Ahora, todas esas frases que almacenaba día tras día, no tienen otra opción más que ser aplicadas. Je peux faire aussi bien, je peux faire mieux... il faut vaincre ou périr... don't forgo... fuerzas, no oportunidades...
Esa fracción de tiempo en la que he reconocido que "yo siempre he andado en contra de mí misma" ya no me deja escapar de buenas a primeras... para mi desgracia o fortuna, es hora de aniquilar el endemoniamiento, y hacerlo eutanásticamente.
Solange
Historia enviada a fobiasocial.net en octubre de 2004.
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