Lestat fumaba un cigarro mirando el cielo estrellado por la ventana, al menos tan estrellado como puede verse desde la ciudad, el humo subía en lentas volutas mientras rememoraba la conversación con su pequeño ángel:
Hay cosas que solo pueden comprender los locos, hay cosas que solo se pueden ver desde fuera, una vez finalizadas, cuando ya no hay solución. Problemas que todos los cuerdos pasan la vida intentando resolver, se ven con una clarividencia absoluta cuando tu cabeza deja de intentar buscar una solución desde dentro del problema.
Eso es una estupidez, no lo entiendo, respondía el angelito.
No lo entiendes porque lo ves desde dentro, porque esa parte de ti sigue viva, porque eres un angelito. Las personas piensan siempre buscando una solución a algo, un por qué, incluso cuando están tratando de crear algo. Una caja no puede contenerse a si misma. Y así, tú no sabes como actuarás o pensarás hasta que lo haces. Estás entera, tu mente , tu corazón, no está fragmentado, toda tu vida está conectada, todo tiene un porqué. Pero si una parte de ti rompe o muere, entonces dejas de pensar en esa parte y puedes… verte desde fuera. Es una locura ¿verdad? Es imposible de explicar supongo. Quiero decir que notas el impulso y sabes cual sería la respuesta natural, ves como funciona eso mejor que nadie, cuando ya no te sirve para nada. Esa es la naturaleza del corazón humano, solo el sufrimiento otorga verdadera perspectiva, ya no buscas solución a lo que en tu corazón sabes que no la tiene, tu mente se readapta tratando de conseguir algo que se le parezca, mi angelito…
El angelito comenzaba a sentir ansiedad, o miedo, sin saber por qué. No le gustaba que Lestat, que le aportaba tanto color a su vida, hablase en ese tono tan deprimente. Y sin duda pensó en su jefe de ventas, cuando le confesó en su despacho, con su encantadora sonrisa, que su sueño era llegar al alma de las personas. En ese momento sintió frío por un instante, solo un escalofrío, mientras abrazaba a Lestat, que seguía hablando sin que ella se atreviese a interrumpirle. Al fin y al cabo el angelito tenía el corazón resquebrajado desde joven.
Verás, casi todos los seres humanos viven en burbujas, aislados de la realidad, de cómo son ellos y quienes les rodean, no se atreven a analizar a su alrededor, a tratar de comprender por qué otros han sido como son, igual que no se atreven a enfocar sus propios problemas de lleno, en profundidad. Cuando se topan con un ser humano cuyo pensamiento les da miedo, cortan el análisis, muy a menudo con furia, porque tienen miedo de verse a si mismos en esencia, de llegar a las mismas conclusiones que ellos o equivalentes, o al menos, de ver que pueden llegar. O si no, de ver que ellos nunca llegarían a nada parecido mientras que otros si. Se asimila ser bueno a vivir en la burbuja de que a la gran mayoría nos preocupamos por los demás más que como herramientas para cumplir nuestros propósitos y todos somos semejantes, independientemente de cómo trates a los demás o como te sientas, pero en el fondo cada uno de ellos sabe que eso es mentira. Nadie entiende mejor de amor que un corazón roto. Solo un loco puede comprender realmente la diferencia y la semejanza...
El angelito en ese momento se separó y como angelito que era, le dio un delicioso tortazo en la cara, casi lloraba. Cuando se siente una relación muy estrecha con una persona, las cosas se sienten con mucha claridad, es realmente peligroso abrir el corazón al fin y al cabo... ¡Eres un idiota! No piensas así y lo sabes, no conozco ninguna persona mejor que tú, ni menos preocupada por el poder y esas chorradas.
Lestat notaba el sabor de su propia sangre y sonrió con pensamientos que solo alguien como él podría adivinar, acercándose a ella en un gesto de entrega mayor que aquel que un mortal pueda ofrecer pero con la frialdad de un cadáver en vida, se acercó a su cuello y puso el suyo a su disposición, oliendo, diciendo rodeando el cálido cuerpo con sus brazos “todo saldrá bien mi angelito”.
Posó los restos del cigarrillo en el cenicero y miró la cajetilla, en la noche las muchas diferencias de colores del día se simplifican y todo se convierte en un contraste entre claro y oscuro, en niveles de luz, esos contrastes, o tal vez la luna atenuando imperceptiblemente la gravedad, consiguen que el peso de la muerte deje al menos la revitalizante sensación de añorar el día incluso aunque no se desee que llegue, nadie está roto del todo. Es lo que decía, hay cosas que solo se ven desde fuera, cuando ya no sirven, la muerte es algo tan simple y bello...
Y colorín grisado, este cuento ha retornado.
