¡Llueven hojas!
Nadie caminaba por el parque, solo había unos niños volviendo a casa del colegio mientras jugaban a pillarse. Una chica había gritado eso y era verdad. Pocas imágenes hay más bellas que los bosques o al menos los árboles en otoño, piensa Nadie. Es un atardecer de los de miles de libros y películas, de esos que son tan fotográficos que pese a la algarabía de los niños dando patadas a las hojas y a las castañas y demás frutos de los que las laboriosas ardillitas hacen acopio, siguen inspirando quietud, tranquilidad, inmutabilidad.
Mientras haya otoño, mientras los gorriones sigan cobijándose en los setos, las urracas sigan buscando entre las hojas siempre en parejas con una vigilando, las luciérnagas alumbrando el anochecer para los agudos ojos de las lechuzas… seguirá habiendo esperanza.
Nadie se odia a si mismo plenamente, Nadie es un humano cualquiera y en ese momento particular, se odia porque le parece ñoño que le haga sentir eso lo que le rodea y por no poder plasmar o compartir ese sentimiento. Nadie piensa que es idiota, de alguna manera no se permite disfrutar a sí mismo de nada hasta que no tenga con quien compartir su disfrute, mientras se condena al mismo tiempo por no poder disfrutar sin más a pesar de su soledad y no comparte con nadie que no tenga ya aquello que quiere compartir.
Los niños están cerca aunque se sientan lejos, las estampas bellas o todo aquello que inspire felicidad en realidad a Nadie siempre le parecen lejanas, por miedo probablemente. Y de pronto uno de los niños se le acerca y pregunta. Hola ¿Qué te pasa?
Recuerda a su infancia, cuando todos tenían remedio, esa infancia en la que acudió a su padre con un gorrión muerto en la mano diciendo “cúralo que está malito” y recibió como respuesta una hostia, cuando ese parque estaba lleno de yonkis a los que él siempre se acercaba porque estaban rotos. El niño sigue mirándolo con esos ojos abiertos y ese jodido don para leer corazones que tienen quienes no se lo han mutilado aun. No me pasa nada, vete a jugar con tus amigos, no te preocupes. Los padres miran hacia él, como hacia un objeto inanimado. Niño, no se coge caca del suelo.
Nadie hace exactamente nada, no piensa, a lo sumo tiene la sensación de que es increíble que caigan tantas hojas de los árboles si siguen a ese ritmo no podrá llover mucho tiempo. Las hojas se pudrirán y las ramitas serán para los árboles, por eso ese es el parque favorito de Nadie, porque no hay Yonkies no jardineros . Solo las semillas crecerán, entre la muerte cíclica que las rodea, aunque no todas, muchas serán comidas o se pudrirán también. Y Nadie se pudrirá como todos. Aunque no se ve sirviendo de abono para Nadie.
Y colorín amarronado otoñal, este cuento tópico se ha podrido.