EL PERDÓN:
POCAS HABILIDADES PERSONALES SON MÁS IMPORTANTES QUE SABER PERDONAR. PERDONARSE A UNO MISMO Y A LOS DEMÁS PERMITE AFRONTAR LOS PROBLEMAS SIN RENCOR NI SENTIMIENTOS DE CULPA.
LA CLAVE PARA CONSEGUIRLO ES COMPRENDER AL OTRO SIN RENUNCIAR A LAS NECESIDADES PROPIAS. SE TRATA DE PASAR PÁGINA PARA RECONCILIARNOS CON LA VIDA Y SEGUIR ADELANTE CON LIBERTAD."
Perdonar es una actitud muy rentable porque en lugar de invertir tiempo y energía en reproches, acusaciones, ira o rencor...elegimos liberarnos de toda esa carga.
Consideremos por un momento el impacto negativo que produce guardar resentimiento: aumenta la tensión nerviosa y la presión arterial, limita los pensamientos y la visión que se tiene de lo sucedido, genera estrés y conflicto emocional...En resumen, el rencor hace que nos sintamos mal y además influye negativamente en nuestra salud y en nuestras relaciones.
Pero tenemos otra opción. Sea cual sea la situación que haya generado el enfado, el rechazo o la ofensa, siempre existe la posibilidad de perdonar.
Puede que se necesite tiempo o que se deban atravesar muchas emociones cambiantes, pero en cuanto se consigue llegar al perdón, la persona siente esa sensación de alivio y de paz que andaba buscando. La tensión da lugar a una agradable relajación, la cerrazón se transforma en una comprensión más amplia y se experimenta una intensa apertura y confianza hacia los demás.
Perdonar es una elección consciente -es uno mismo, quien decide alimentar el rencor o el perdón- aunque no siempre sea fácil llevarla a cabo. Con esta actitud el mayor favor nos lo hacemos a nosotros mismos.
A menudo nos resistimos a soltar el rencor por miedo a perder nuestra dignidad o a que nos vuelvan a dañar o nos aferramos a un sentimiento de venganza, aun sabiendo que no nos hace ningún bien.
Podemos perdonar, sí, pero reconociendo aquello que nos ha dolido o molestado, aunque no siempre sea necesario expresarlo. No puede lograrse un perdón completo si se niegan los sentimientos de rabia o enfado, fingiendo que no pasa nada. Es necesario sentir plenamente esa rabia, reconocerla, para poder traspasarla y liberarse de ella. De lo contrario, quizá nos apresuremos a perdonar cuando todavía no estamos preparados.
Cuando se perdona a otra persona y desaparece la primera capa de rabia, a menudo se descubre que también es necesario perdonarse a uno mismo. Quizá también nos sintamos culpables por no haberlo hecho mejor, por no percatarnos antes, por aguantar demasiado..y estas heridas más profundas también las puede sanar el perdón, esta vez, hacia uno mismo.
Reconocer los propios fallos puede tener un efecto liberador y permite reparar el daño, si es que lo ha habido.
Aclarar lo sucedido y pasar página nos ayudará a poner en orden nuestras relaciones e incluso adquiriran una mayor profundidad.
A un lado tenemos el camino del amargo rencor, el enfado y la acusación. Al otro, el del perdón sincero, la comprensión y la inclusión. ¿Cuál eliges tú?"
(Cristina Llagostera, Psicóloga formada en psicología analítica y terapia familiar sistémica. Experta en técnicas de crecimiento personal)