Bueno esta es solo una reflexión/anécdota que me apetece compartir.
Como parte de las actividades del área de desarrollo social de mi universidad, los estudiantes podemos ser voluntarios en la enseñanza de la lecto-escritura con niños de escasos recursos y zonas marginadas que cursen desde primero hasta cuarto año de primaria aproximadamente, entre otras actividades que se nos ofrecen.
Pues aprovechando el ímpetu, la motivación y el deseo de ayudar y contribuir con un granito de arena a la tan deplorable educación del país, me inscribí a dicha actividad.
Así los sábados por las mañanas nos trasladamos a esa zona marginada de la ciudad. Llevo aproximadamente 2 meses ya participando en ello, pero sin duda, el primer día me enseñó algo que recordaré:
El lugar donde instalamos la “escuelita” corresponde a la casa de una de las madres de familia de los pequeños, una casita bastante pequeña y humilde, pero la dueña de la casa una persona bastante amable y educada. Pues bien, como decía, el primer día de las clases llegaron varios niños a la casa, acompañados de sus mamás, todos bien portaditos entraron a la casa y se sentaron en las sillas provistas para ellos. Pero hubo una pequeña, que por más que su mamá le insistía en que entrara no lo hacía, incluso le dio un manotazo a la pequeña y aún así no entró, hasta que supongo, se le acabó la paciencia a la mamá y la dejó ahí afuera de la casa. Las demás compañeras y yo le insistíamos a la niña que entrara, la “sobornábamos” con dulces y dábamos cualquier argumento a fin de convencerla, pero todo en vano. Incluso cuando las demás entraron a la casa me acerqué a la pequeña, me puse a su altura (en cuclillas) y comencé a hablarle, siguiendo con mi intento de convencimiento. De repente se asoma la dueña de la casa (que conoce a varias de las mamás y los niños) y nos dice que la niña es “casi” sordomuda, su audición más bien es casi nula; y según me enteré después, usa un aparato para escuchar mejor, pero aún así el resultado es poco alentador.
Después, me acerqué a una de las hijas de la dueña de la casa que nos había recibido cuando llegamos (y a la que no presté mucha atención) pues estaba buscando un baño yo, y cuál va siendo mi sorpresa, la chica también padecía problemas auditivos y de lenguaje; aún así intenté comunicarme con ella como pude, y logré dar con el baño. Al salir de este, vi como la chica y otra compañera estaban comunicándose, a pesar de que no se entendía casi nada de lo que decía, usaba otros medios para expresarse como las manos, gestos con la cara, etc.
Y claro, llegaron las preguntas a mí: ¿qué tan fácil o difícil será vivir así?, ¿será muy difícil aprender el lenguaje?, ¿cuántos tenemos la educación para no verlos raro o como “menos” por su condición? Insistiré que a pesar de que parecía la chica consciente de que nos costaba algo entender lo que quería decirnos (y me imagino que puede ser frustrante para ella), hacía el intento por comunicarse y conversar con nosotras, intentando sobreponerse a su condición. Desde ese día, cada sábado que acudo a las clases, procuro saludarla y conversar con ella, si bien aún me cuesta trabajo entenderle, estoy más que dispuesta a que me enseñe en lenguaje sordomudo. Supongo será cuestión de paciencia.
Como dije, una pequeña anécdota que quería compartir.
Como extra añado el abecedario dactilológico.