La tregua de Navidad, o cuando los soldados pararon una guerra para celebrar la Navidad.
Algo sorprendente ocurrió en la Navidad de 1914, en plena I Guerra Mundial, cuando el llamado Espíritu Navideño se apodero de un sector del frente occidental, al sur de la ciudad belga de Ypres, en las líneas franco-germanas. Los hombres, enemigos hasta ese momento, salieron por un par de horas de sus encharcados refugios y confraternizaron en la Tierra de Nadie.
La tregua de la Navidad de 1914 como se la conoce, realmente ocurrió y es parte de la I Guerra Mundial como lo es la batalla de Verdun o la Ofensiva del Somme. Durante un corto período de tiempo hubo paz en la Tierra de Nadie. Es quizás el último símbolo de caballerosidad antes del horror que los próximos tres años traerían.
Arthur Conan Doyle se refirió a estos encuentros como "un espectáculo asombroso, un episodio humano en mitad de las atrocidades". Por eso es quizás la mejor historia de Navidad de todos los tiempos modernos. En un tiempo en que los soldados no ven la cara del enemigo, donde la carga de caballería ha sido sustituida por el misil Tomahawk, el hecho de que unos centenares de hombres se estrechasen las manos en un pequeño sector del frente occidental en 1914 aun despierta curiosidad y asombro.
A finales del año 1914 los frentes empezaron a paralizarse, los ejercitos empezaron a cavar y los soldados se enterraron en el lodo de las trincheras hasta finales de 1918.
En muchos casos las trincheras de ambos bandos estaban separadas apenas unos metros por la Tierra de Nadie. La tranquilidad solo era rota por pequeños ataques que no significaban nada para el desarrollo de la guerra pero que siempre costaban vidas. La proximidad del enemigo, que vivía a escasos metros y en las mismas condiciones, sufriendo las mismas penurias, les llevo al "vive y deja vivir" como filosofía diaria.
La comunicación entre los contendientes no era inusual, muchos alemanes habían trabajado antes de la guerra en Gran Bretaña y sabían hablar el ingles, asi que de una a otra trinchera intercambiaban de vez en cuando algunas frases. Muchos se ponían a cantar canciones patrióticas respondiéndoles con aplausos desde las otras trincheras.
El 24 de diciembre víspera de la Navidad, el Cuartel General Británico de Sir John French envío este mensaje a todas las unidades británicas: "Es posible que el enemigo realice algún ataque durante la Navidad o Año Nuevo. Mantener especial vigilancia durante este tiempo". En realidad el temor del Cmte Sir John French no se debía tanto a un posible ataque sino a la posibilidad de que se diesen muestras de fraternidad durante la Navidad por parte de soldados de ambos bandos.
Durante el día 24 se habían efectuado algunos disparos de fusil y lanzado algún proyectil de artillería, pero a medida que la noche llegaba todo el frente enmudeció y el silencio se apoderó de todos. Debió de resultar extraño ese silencio, irreal e inimaginable sólo unas horas antes.
Al llegar la noche los alemanes siguiendo su tradición, pusieron sus arboles de Navidad decorados con luces de colores en sus trincheras, cientos de pequeñas lucecitas inundaron aquella fría y silenciosa noche. Los británicos agazapados en sus trincheras a pocos metros debieron de quedarse atónitos al asomar sus cabezas sobre los parapetos y ver cientos de pequeñas lucecitas brillando a lo largo de toda la línea alemana.
Muchos soldados británicos al ver esas extrañas luces creyeron que se preparaba un ataque inminente aunque luego no paso nada. Poco después unas voces empezaron a emerger de la oscuridad, los soldados alemanes reunidos alrededor de sus arboles cantaban Noche de Paz "Stille Nacht, heilige Nacht ..." Los británicos sorprendidos aplaudieron con entusiasmo al terminar la canción y entonces ellos empezaron a cantar su "The First Noel, the angel did say". Al final ambos bandos terminaron cantando juntos "O come all ye faithful" los británicos y "Adeste Fideles" los alemanes.
En muchos sitios la tregua empezó con una simple llamada, generalmente desde las trincheras alemanas, " Tommy, sal y míranos", con precaución los británicos respondían " No, ven tu". En otros lugares representantes de cada bando se encontraron de mutuo acuerdo a campo abierto en la Tierra de Nadie.
Algunos testimonios relatan como, primero unos pocos y luego en grupos, decenas de negras siluetas salían de sus trincheras y se encontraban en mitad de la noche, "Chocamos las manos, nos deseamos Feliz Navidad, y hablamos como si nos conociéramos de varios años. Estabamos enfrente de las alambradas rodeados de alemanes, Fritz y yo hablando en medio, y Fritz traduciendo a sus amigos lo que yo decía, Estabamos en el centro de un circulo como dos oradores".
Muchos de los que se encontraron en Tierra de Nadie negociaron treguas, "Nosotros no dispararemos si vosotros no disparáis". Algunas terminaron a media noche del dia de Navidad otras incluso duraron hasta Año Nuevo.
Una de las razones por las que se negociaron estas treguas no oficiales fue para enterrar a los muertos. La Tierra de Nadie estaba cubierta de camaradas caídos los meses anteriores y sin posibilidad de enterrarlos permanecían allí donde habían caído. El día de Navidad los dos bandos se dedicaron a recoger a sus muertos, incluso en algunos casos ayudándose mutuamente. Sin embargo fue el día 25 cuando se dieron mas episodios de tregua. Algunos oficiales dejaron que sus hombres salieran de las trincheras a campo abierto en grupos de 3 o 4.
Oficiales de los Royal Welsh Fusiliers cerca de Ploegsteert Wood se encontraron con oficiales alemanes y mantuvieron una conversación en la Tierra de Nadie regresando a sus trincheras con un barril de cerveza cortesía de los alemanes.
La mayoría de los encuentros consistieron en estrecharse las manos, conocerse un poco, enseñarse fotografías de la familia e intercambiarse tabaco, bebidas y botones de recuerdo de sus uniformes.
Pero el episodio más sorprendente y legendario fue el partido de fútbol que se jugo en Tierra de Nadie entre soldados británicos del Scottish Seaforth Highlanders y soldados sajones. Según testimonio del oficial alemán Niemann del 133 Regimiento de Sajonia ,tuvo lugar en el sector de Frelinghein-Houplines cerca de Armentieres. Según cuenta, después de intercambiarse cigarrillos, un soldado escocés apareció con un balón de fútbol, y en pocos minutos se monto un partido, cada bando hizo sus porterías con sus gorros.
El terreno resulto apropiado para jugar porque debido al frío el barro se había congelado y el suelo estaba duro. Niemann recuerda que les hizo mucha gracia ver a los escoceses con sus faldas y que no pudieron contener la risa al ver que debajo de ellas no llevaban ropa interior. El partido duro apenas una hora hasta que uno de los comandantes tuvo conocimiento del hecho y mando parar el partido. Al parecer los alemanes ganaron por 3 a 2.
En general la tregua terminó de forma parecida a como había empezado, por mutuo acuerdo. El capitán Stockwell de los Royal Welsh Fusiliers cuenta, "Hacia mucho frío. A las 8.30 de la mañana, disparé tres tiros al aire y saque una bandera que llevaba escrito "Feliz Navidad", salte del parapeto. El capitán alemán sacó una camisa en donde estaba escrito "Gracias" y salto fuera del parapeto, nos saludamos respectivamente y saltamos dentro de nuestras trincheras, entonces él disparó dos tiros al aire y la guerra continuó".
Treguas y armisticios no oficiales se han dado a lo largo de la historia militar. En la Guerra de la Independencia Española, las tropas británicas y francesas en algunas ocasiones compartieron una buena fogata y raciones de comida. En la Guerra de Crimea, franceses y rusos también compartieron algunas veladas nocturnas alrededor de un buen fuego. También durante la Guerra Civil Americana las tropas de los dos bandos intercambiaron tabaco y café, etc. Sin embargo la tregua de la Navidad de 1914 se ha convertido en un arquetipo de imagen de la paz. Lo que atrae del acontecimiento es esa mezcla de verosimilitud y leyenda que ocurrió en el quinto mes de los 52 que duraría aquella contienda.
Una historia real como la vida misma, que nos demuestra que las guerras no las hace el pueblo llano, sino sus jefes, que, precisamente, son los que nunca mueren en la batalla.