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Antiguo 24-may-2013  

TOC

¡Muy Buen Día! Les traigo mi optimismo para darles más que un fuerte ímpetu para la liberación. ¿Quién soy, se preguntan?, bueno, eso no importa; es decir, no hace falta el nombrarles, sino contarles desde otro lado quién soy y así conocerme como si fuera desde siempre, de años y años.
Soy un joven que he vivido en el encierro de la ansiedad obsesiva compulsiva durante mucho tiempo, realmente mucho y valiosísimo tiempo de mi vida, la vida. He sabido meditarme hasta el hartazgo, analizarme y descubrirme como si hubiese sido un misterio para mí mismo, tanto como dedicarme años a querer liberarme y sanarme por cuenta y orden propias. Invertí demasiada energía y vitalidad en algo que jamás resultó como lo ideé, pese a todos los conocimientos y aciertos de mi conciencia, y con todo sólo logré reforzar mi encierro y mi pandemónium. Todo lo contrario a lo deseado, planificado, mentalizado durante años. Bien digo “mi encierro, mi pandemónium” porque nunca fue de otro más que mío. Hasta HOY.
Mi sabiduría es, ya, bastante frondosa además de pasada de madura al respecto, y es por ello que es mejor asimilarla, está para eso y en ese punto desde hace largo tiempo. Obviamente, me decidí, elegí, ME ELEGÍ.
Conozco por completo lo que es el sufrimiento atroz del trastorno obsesivo compulsivo y la multitud de alteraciones, disfunciones, malestares consecuentes, subsecuentes, alineadas al mayor de todos. Tal es así que me propuse finiquitar mi afiliación a ese claustro fantasmagórico de males colosales. HEME AQUÍ, en efecto.
Mayor mal que la ignorancia, es el conocimiento jamás aplicado. Esto me he dicho demasiadísimas veces, pero no bastaba con ello, era necesario algo más: la elección.
Me encontré en el centro de la cuestión desde que pude entender qué es lo que sufría, allá, por finales de mi adolescencia, y a partir de entonces imponerme, exigirme, un proceso de curación personal a través de la meditación. Acto seguido, como era de suponerse, me vi envuelto en una agotadora rutina propiamente obsesiva y compulsiva que me consumió poco a poco. Sufrí de su voraz apetito la misma intensidad que del deseo por liberarme de todo; cada día, la misma fijación y la insistencia. Recibí en términos de dolor el mismo arrojo con el que justifiqué uno por uno, todos los intentos. Sólo fracasé, a conciencia.
Siempre supe más de mí mismo, más que lo suficiente como para cambiar radicalmente; prefería engolosinarme con cada brío empero, siguiendo pensamientos reiterados, que conectarme con la realidad y resolverla. Porque los efectos desgastante del trastorno obsesivo compulsivo, activo durante años, no sólo induce a la devastación íntima, sino medioambiental. Entonces, en consecuencia, optaba por decaer, como excusándome, para no alinearme con mi presente y vivirlo verdaderamente evitando así trabajar por mejorar lo debilitado, deshacer lo corrompido, y reconstruir sobre lo derribado. Prefería esclavizarme. Se trataba evidentemente de una especie de vagancia que dominaba mi actitud, pese a que mi ánimo siempre resurgía con valor; es fácil entender que el agotamiento de tanto tiempo por el derroche de vigor adormecía mi comportamiento siendo más lindo imaginar un día en que todo termine a que todo cambie desde ya. Procrastinación.
Así me mantuve durante significativa porción de mis primeros años de juventud. Mi BELLA JUVENTUD; la juventud siempre es bella. Lógicamente, estaba agitándome en un circuito adictivo de rumiaciones constantes. Fue realmente intensivo y corrosivo. Estaba inmerso en una catarata de pensamientos reiterativos, incluso agradables y positivos, pero mecanizados al estilo binario obsesivo compulsivo. Ustedes me entienden: pensar en cosas horribles y necesitar compensar con pensamientos agradables, para recordar por qué necesito pensar en cosas bellas y volver a pensar en las cosas horribles. Estaba sumergido en esa catarata sin saber nadar en absoluto pero aún así jamás me ahogué. Por eso ESTOY AQUÍ.
Deben saber que hace varios años conozco este sitio, visitándolo y recorriéndolo muchas veces aunque en carácter intermitente. He leído muchas de las experiencias vertidas así como los pedidos de ayuda, comprensión, ánimo. Por ello este escrito en el que no escatimaré expresiones, detalles, y optimismo.
Les confieso con placentero amor que siento orgullo de estar redactándoles, a eso me he convocado el presente día. Cada línea que prosigo me emociona. No hace falta descubrir el por qué.
Tengo la fórmula para la sanación, pero no la cura. Es la elección, la decisión, el auto respeto, las ganas insolentes de vivir la propia vida, y la cura es un secreto individual en cada uno de nosotros. Elegir un instante, un día, un momento de él, un espacio de la propia casa o el exterior, para decretar el final de todos los tormentos. Puede ser aquí y ahora, o un poco más tarde, o tal vez mañana. Siempre será cuando nosotros queramos. Sí, sé que muchos pueden saltar diciéndome que “si fuera así de sencillo ya lo hubiese hecho, ¿quién no ha querido librarse de todo esto?”, porque yo mismo me lo he gritado con enojo cada vez que fracasé y decaí. Pero… ¿en verdad hemos querido liberarnos? Siempre retomé las ganas, y cada vez que lo hice me retruqué con un dejo soberbia: “¿y por qué retomaste las ganas si creés que jamás podrás liberarte?” Entonces me entendí.
Me dije que ya es suficiente. Es momento de resolverlo todo. El escapismo sólo es una maña, no puedo huir toda mi vida de mi mismo. ¿Cómo esconderme?, o más importante aún, ¿hacia dónde ir?
Nadie tiene más autoridad que yo para liberarme y curarme. Todo está en mí.
No existe factor externo que determine nuestros pensamientos e incite la bestialidad del miedo que nos devora en terror. Nuestra mente genera pensamientos que toman formas ajenas para simular ser importantes, y juega con la culpa basada en una moral rigidísima fuertemente deformada y acuñada por la confusión que emana de la ansiedad y nos atonta en sopor. ¿Cómo hemos podido creer que dañaríamos al mundo con un pensamiento, o con todos los pensamientos? ¡Pero, ¿quién nos hemos creído ser?! ¿Acaso tenemos virtudes de dios alguno? Disculpen, pero soy ateo férreo. Jamás podríamos hacerlo. De hecho, no hemos podido hacerlo. Yo, desde que padecí trastorno obsesivo compulsivo nunca pude ver materializados mis pensamientos, imágenes, e ideas más horrendas e infelices. Y no hace falta decirles que no han sido pocos ni efímeros. Sin embargo, nada ocurrió. Sé que a ustedes tampoco y no necesito verlos o escucharlos para avalar mi convicción. ¡No podemos modelar el mundo ni destinar a las personas con tan sólo pensar! Por favor, ¡qué absurdo!
La única culpa digna de ser atendida es la que nos notifica la tiranía, despotismo, crueldad, violencia que ejercemos contra nosotros mismos. Ésa.
Cantidad de años desaprovechados, oportunidades esquivadas, ideales enquistados, amores enfriados, éxitos lejanos y ausentes, plenitud inalcanzable, vitalidad desorientada, entusiasmo volátil, satisfacciones negadas, ambiciones apagadas, necesidades desamparadas. Todo esto, y más, demasiado más, hemos visto materializarse en el transcurso de nuestros males. Esos sí han sido verdades. Nada de ideas intrusas ni pensamientos deformados. Han sido realidades sólidas y bastante sufridas. Eso es lo que hemos generado desde nuestra mente, sólo eso. Siempre contra nosotros mismos.
Nos permitimos demasiados martirios sencillamente por miedo a querer elegir, gozar nuestra propia vida. Podemos enumerar. Hagámoslo sin necesidad de que sea una compulsión de orden… ¿Cuántos malestares supimos soportar?: depresión; miedos; pánico; terror; ciclotimia; desánimo; cansancio; distrés; nerviosismo; aislamiento; rechazo; torpeza; dejadez; odio; resentimiento; culpa; dudas; contradicciones; inquietudes; indecisiones; inacciones; sedentarismo; desamor; desprotección; fealdad; incompetencia; desgano; insipidez; intolerancia; rabia; agresividad; desmotivación; represión; inexpresión; desconfianza; inseguridad; parálisis vital; deterioro; abuso; incomunicación; autocensura; prejuicios auto infringidos; encierro; frustración; fracaso; debilidad; despersonalización; desequilibrio; intranquilidad; ocultamiento, pérdidas... Más, demasiado más.
Y pese a todo, estamos aquí. También idea suicida, no obstante: ESTAMOS AQUÍ.
He sufrido todos esos males, y supe “coquetear” en mi imaginación con el suicidio varias veces, especialmente en mi adolescencia y algunos momentos de fuerte depresión en mi juventud, pero nunca me lo creí. No pude creer en el suicidio. Sé que cada uno de ustedes tampoco.
Y es que el suicidio no es la solución. El trastorno obsesivo compulsivo, sus miedos, y demás secuaces de la psiquis son una manifestación de la vida, de carácter problemático por supuesto, pero sólo pueden ser resueltos en vida.
Solí advertirme con total sabiduría, siempre que fue oportuno, que no soy responsable de haber nacido simplemente porque no lo elegí, como cualquier persona. Soy responsable, ya siendo un joven adulto, de vivir porque sí lo quiero, y sí lo elijo. El fin de la vida viene por sí mismo, del modo que fuere y no necesita que nosotros le prestemos entera colaboración dándole “una mano”, (jajaja, ¡nunca mejor dicho!). Además, si creyéramos que ese tipo de fin es la solución jamás podríamos regodearnos con la satisfacción de haberle ganado al trastorno obsesivo compulsivo; porque el quid de la cuestión no es ganarle sino extinguirle. Prestemos atención un rato y apliquemos amplia coherencia por un minuto. Innumerable ocasiones hemos identificado la ansiedad como un monstruo o demonio que nos invade y gobierna, y si asumimos nuestra muerte como el único medio para despojarla, ¿por qué no lo hacemos? Sencillamente, no le serviríamos a ese monstruo o demonio estando inertes de vida; le servimos, por el contrario, estando llenos de vida para que pueda hospedarse a sus anchas. Entonces, subyacentemente, es el mismo monstruo el que nos motiva a seguir vivos porque es la única forma en que logra tener entidad. Se transforma en un inquilino totalmente molesto que ocupa un lugar que no le otorgamos pero con la suficiente desfachatez como para que terminemos sintiendo nosotros la vergüenza que nos doblega y convence para darle jerarquía.
Durante estos bastos años de trastornos he experimentado casi todos los tipos de manifestaciones, salvo, por ejemplo, el toc de amores y homosexual. Este último por obvia razón, soy homosexual. ¡Ja! Y aprovecho para decirles a todos y todas las que lo sufren que nadie se hace homosexual por dudar o por mirar a alguien del mismo sexo y verle atractivo o tenerle simpatía. Es una característica tan natural que no se plantea ni se duda, se vive; no se analiza, se experimenta; no se descubre, se despierta; no se aprende, se expresa; no se contagia, se desarrolla. Pensemos: ¿por qué no tienen toc de heterosexualidad aquellos que tienen toc homosexual?, simplemente porque buscan aprehenderse con un temor por algo que no son. Es por ello que no he sufrido este tipo de toc. Aquí tengo pie para los demás tipos de toc. No somos asesinos, lo sabemos pero tenemos que atormentarnos con imágenes violentas; no somos blasfemos o directamente somos ateos, pero tenemos que atormentarnos con cuestiones religiosas; no controlamos el tiempo, pero tenemos que atormentarnos con el futuro, el pasado, y el presente. Así sucesivamente, con todo. Eso es el absurdo, lo que nos enloquece desmesuradamente. Sin embargo no somos tan locos porque jamás dejamos de decirnos “yo no soy esto”, o sea, sabemos quiénes somos. MALVADOS NO SOMOS, ¡LO SABEMOS!
Finalmente elegí mi libertad, mi vida, mi humanidad. Descubierto está todo mi poder, es momento de aprovechar todos los recursos que invertí en los trastornos, de descolocar mis energías extirpándoselas a los titanes de la ansiedad. Tengo gran fuerza, como una voluntad despierta de un tortuoso letargo. Ustedes también. No esperen otra cosa. No hay más.
Entre los que me lean sé que estarán quienes resientan mi desbordante optimismo. Siempre lo tuve afortunadamente, porque así soy yo. Eso sí soy. Optimista.
Sólo estoy aquí para brindárselo con total desprendimiento. Quiero que fluya hacia cada uno.
Respeto la ciencia, la medicina, y sus profesionales. Admito que ayudan y sostienen a muchísimos de quienes sufren por estas patologías.
En este escrito estoy francamente abierto en cada oración que narro, y debo decirles que, aún con ayuda profesional, nadie más que nosotros mismos sabemos qué es lo que padecemos. Por ende, sólo nosotros podemos curarnos. Es un trabajo individual. Totalmente posible.
Nunca he asistido a un psicólogo ni psiquiatra, siempre opté por mí. Me engañé muchísimas veces, inconmensurables, pero no por creerme omnipotente sino porque en realidad no quería liberarme. Hasta que decidí. Como siempre supe que sucedería.
Es una cuestión de actitud, entiéndanlo. Claro que hay cuestiones hereditarias, genéticas, mi esfuerzo no va dirigido a refutarlo; pero todos somos producto de la genética y la herencia, por entero, y sin importar el tipo de condiciones naturales que nos definan temporal o permanentemente, nadie se queda encajado en el encierro por miedo a vivir. Me explayo: alguien puede ser gordo, o delgado; blanco, morocho, o negro; alto, o petiso; masculino, o afeminado; femenina o más bien masculina; pero nadie deja de disfrutar su propia vida por ello. Nadie. Y sabemos lo difícil que son las sociedades, como supuran por doquier los prejuicios, pero nadie deja de ser por tales condiciones. Son condiciones no limitaciones. La ansiedad, así sea heredada, también lo es. No es una excusa para evadir la transformación personal. No lo es.
Debemos tener presente que cualquier enfermedad siempre parte de una actitud de salud. Aunque existan médicos y medicinas eficaces, no es suficiente para estar sano. Nadie se resfría a propósito porque sabe que cuenta con la medicina eficaz que le cure, siempre es mejor tomar recaudos. Estos parten de la actitud de cuidar nuestra salud. También sabemos que hay enfermedades que son letales, ni la ciencia ni sus profesiones pueden eliminarlas, pero, en nuestro caso, el trastorno obsesivo compulsivo no es letal. En esto todos coincidimos. En efecto, algo podemos hacer. Todo podemos hacer.
Debemos comprender que no somos el centro del mundo. No pretendamos más ser la vasija en que converge la comprensión de los demás. Tampoco el mundo o los demás pueden ser nuestro centro. Cada uno debe ser su propio eje. El mundo sigue girando con o sin nosotros sobre su lomo. Han vivido personas más cuerdas y más locas que nosotros: como han aparecido, se han dio; han habido guerras, catástrofes, revoluciones, y él no se detiene por nadie. La vida tampoco espera, es continua, en mí, en vos, en aquel, en aquella, en otros. Tenemos la gracia de vivir, ¿somos conscientes de eso? Tenemos la capacidad de ser emperadores de nuestra existencia: asumamos el trono.
Este prolongado texto está dirigido por completo a quienes han formado parte de este sitio, han contado sus experiencias, solicitado ayuda, ayudado a otros, y los que hemos echado un vistazo en muchas oportunidades. Ahora soy yo quien debe escribir. Para todos y todas.
Recuerdo a uno que escribió sobre sus manifestaciones obsesivas compulsivas al momento y luego de masturbarse. Se me vino a la mente entre tantos al pensar en todo lo que he leído, al azar. Quiero decirle con picardía, gritarle en realidad, a él y cualquiera en su lugar: ¡masturbate!, ¡es delicioso!, eso también lo sabemos todos. Eso es disfrutar de la vida, de la propia naturaleza. No tenemos pene solamente para mear, pues no nos la pasamos orinando. Lo tenemos colgando y aburrido. Hay que darle una buena utilidad, ¡que venga la mano! JAJAJA.
Quisiera que cada uno de ustedes se dé un privadísimo momento para observarse en el presente y en el pasado, para conectarse con su necesidad y deseo primordiales. Lloren, embrónquense, enfurézcanse si lo necesitan, pero no pasen por alto estallar en entusiasmo. Sé lo que desean. Pueden.
Me siento indescriptiblemente alegre por compartirles mi optimismo. Es momento de triunfos. De TUS TRIUNFOS.
Yo decidí caducar mi afiliación al encierro, extinguir el sufrimiento. He pagado un elevadísimo costo desde mis doce añitos de edad, durante años de mi vida y hasta no hace mucho. Fue suficiente, es momento de compensar. En esto estoy de lleno. Destrucción del laberinto, fin del encierro. Liberación.
Quiero que todos se hagan eco de mis palabras. No mantendré contacto personal, tampoco daré ni leeré respuestas. Sólo importan ustedes. Créanme, estoy emocionado.
Volveré más adelante, una vez más. Será para entregarme de nuevo.
A mis joviales veinticinco añitos, tengo mucha vida y ganas de todo. Mi entusiasmo ahora es titánico y me abraza como siempre quise.
Después de tantos males, todo se transmuta.
Mi corazón es de fuego.

¡Muchas gracias a ustedes! ¡Muchas gracias por estar! ¡Muchas gracias por ser! ¡¡¡GRACIAS!!!

Sur de
Santa Fe
Argentina.
 
Antiguo 25-may-2013  

Bueno, me lei todo. Debo admitir que tenes el don de la escritura.

Con respecto al contenido, se nota tu optimismo pero en cada persona es distinto. No se puede forzar a una persona que no lo es a ser optimista.
 
Antiguo 25-may-2013  

Si, esta claro que tiene ese don de la escritura, pero le falta el botón ''intro'' en el teclado, por que, no veo ni una sola separación de lineas, realmente da miedo leer todo esto.

Aún asi, lo leí, pero le das tantas vueltas a las cosas, que, o yo soy realmente muy cortito, o tú mareas al lector de forma que ya no sabe ni en que linea esta ni que esta leyendo.

Escribes bien, no hay duda, pero 4000 palabras de las cuales 3500 son adornos y vueltas a la tortilla de una idea, no hacen más brillante esa idea, cuando estaba por la mitad pensaba que te ivas sacar de la manga una pildora salvadora a 19'95$ (o € en mi caso), te veo futuro como vendedor.

Respecto al meollo del tema, estoy de acuerdo con mi compañero ''andreshn''. El optimismo es una fuerza poderosa, y un cambio de mentalidad supone un cambio de actitud, algo muy aconsejable, pero como tu mismo dices, eres optimista por naturaleza, y creo que no todos somos así.

Es algo que se puede aprender, claro esta, pero tu partes con esa ventaja, y con este texto, es dificil, en mi opinion, que rompas mentes para ese cambio, sin embardo, no te falta razón, la verdad.

Me alegro mucho por ti, y esperemos que sigas bien
 
Antiguo 26-may-2013  

Me alegro de que te encuentres bien y que lo hayas conseguido porque un día lo decidiste y sin ayuda de terapia ni medicación alguna.
Nos pides que nos hagamos eco de tus palabras, pero para poder hacerlo te pediría a su vez algo: ¿podrías eliminar la retórica y decirnos claramente qué has hecho para mejorar?. Eso sí sería de ayuda.
El título de tu hilo es una frase imperativa "lean esto, todos", sin embargo luego indicas que "no mantendré contacto personal, tampoco daré ni leeré respuestas"; a lo que parece estás demasiado ocupado oyéndote a ti mismo y leyendo tus interminables circunloquios.
Como comprenderás (supongo) no voy a sugerirle a nadie que abandone sus tratamientos psicológicos y medicaciones y que tome la decisión de curarse... precisamente, si seguimos esos tratamientos es porque queremos sanarnos ¿no?
Un saludo.

Última edición por pepe2; 29-may-2013 a las 12:29.
 
Antiguo 26-may-2013  

No está hablando de optimismo, aunque para él haya sido un puente muy sólido hacia su sanación. Habla sobre una verdad innamovible de carácter vital y elemental hacia la que apuntamos todos como seres vivos.

Cita:
Iniciado por pepe2 Ver Mensaje
Como comprenderás (supongo) no voy a sugerirle a nadie que abandone sus tratamientos y medicaciones y que tome la decisión de curarse...
Un saludo.
Pués yo invito a cualquiera con dependiencia a la medicación a que lo deje desde ya. Ahí solo hay un pozo sin fondo.
 
Antiguo 29-may-2013  

Cita:
Iniciado por LaDanza Ver Mensaje
No está hablando de optimismo, aunque para él haya sido un puente muy sólido hacia su sanación. Habla sobre una verdad innamovible de carácter vital y elemental hacia la que apuntamos todos como seres vivos.
Por favor, podrías intentar hablar más claro. No soy aficionado a las adivinanzas o acertijos.


Cita:
Iniciado por LaDanza Ver Mensaje
Pués yo invito a cualquiera con dependiencia a la medicación a que lo deje desde ya. Ahí solo hay un pozo sin fondo.
¿Renunciar a los avances que la medicina y la psicología han realizado durante siglos?... sin comentarios.

Última edición por pepe2; 29-may-2013 a las 12:54.
 
Antiguo 29-may-2013  

Cita:
Iniciado por andreshn Ver Mensaje
Bueno, me lei todo. Debo admitir que tenes el don de la escritura.
Escribir mucho no es escribir bien.

Es un texto caótico, con argumentos desordenados, redundantes, sin estructura y pésimamente redactado.

En cuanto a contenido, no es más que una colección de lugares comunes y obviedades miles de veces escritos y leídos en el foro.
 
Antiguo 29-may-2013  




Cita:
Iniciado por SexyGirl Ver Mensaje
De que ciudad sos?




Última edición por diegofernando_78; 29-may-2013 a las 13:35.
 
Antiguo 29-may-2013  

buff cuanta letra...
 
Antiguo 29-may-2013  

Cita:
Iniciado por Libertad_ Ver Mensaje
TOC

¡Muy Buen Día! Les traigo mi optimismo para darles más que un fuerte ímpetu para la liberación. ¿Quién soy, se preguntan?, bueno, eso no importa; es decir, no hace falta el nombrarles, sino contarles desde otro lado quién soy y así conocerme como si fuera desde siempre, de años y años.
Soy un joven que he vivido en el encierro de la ansiedad obsesiva compulsiva durante mucho tiempo, realmente mucho y valiosísimo tiempo de mi vida, la vida. He sabido meditarme hasta el hartazgo, analizarme y descubrirme como si hubiese sido un misterio para mí mismo, tanto como dedicarme años a querer liberarme y sanarme por cuenta y orden propias. Invertí demasiada energía y vitalidad en algo que jamás resultó como lo ideé, pese a todos los conocimientos y aciertos de mi conciencia, y con todo sólo logré reforzar mi encierro y mi pandemónium. Todo lo contrario a lo deseado, planificado, mentalizado durante años. Bien digo “mi encierro, mi pandemónium” porque nunca fue de otro más que mío. Hasta HOY.
Mi sabiduría es, ya, bastante frondosa además de pasada de madura al respecto, y es por ello que es mejor asimilarla, está para eso y en ese punto desde hace largo tiempo. Obviamente, me decidí, elegí, ME ELEGÍ.
Conozco por completo lo que es el sufrimiento atroz del trastorno obsesivo compulsivo y la multitud de alteraciones, disfunciones, malestares consecuentes, subsecuentes, alineadas al mayor de todos. Tal es así que me propuse finiquitar mi afiliación a ese claustro fantasmagórico de males colosales. HEME AQUÍ, en efecto.
Mayor mal que la ignorancia, es el conocimiento jamás aplicado. Esto me he dicho demasiadísimas veces, pero no bastaba con ello, era necesario algo más: la elección.
Me encontré en el centro de la cuestión desde que pude entender qué es lo que sufría, allá, por finales de mi adolescencia, y a partir de entonces imponerme, exigirme, un proceso de curación personal a través de la meditación. Acto seguido, como era de suponerse, me vi envuelto en una agotadora rutina propiamente obsesiva y compulsiva que me consumió poco a poco. Sufrí de su voraz apetito la misma intensidad que del deseo por liberarme de todo; cada día, la misma fijación y la insistencia. Recibí en términos de dolor el mismo arrojo con el que justifiqué uno por uno, todos los intentos. Sólo fracasé, a conciencia.
Siempre supe más de mí mismo, más que lo suficiente como para cambiar radicalmente; prefería engolosinarme con cada brío empero, siguiendo pensamientos reiterados, que conectarme con la realidad y resolverla. Porque los efectos desgastante del trastorno obsesivo compulsivo, activo durante años, no sólo induce a la devastación íntima, sino medioambiental. Entonces, en consecuencia, optaba por decaer, como excusándome, para no alinearme con mi presente y vivirlo verdaderamente evitando así trabajar por mejorar lo debilitado, deshacer lo corrompido, y reconstruir sobre lo derribado. Prefería esclavizarme. Se trataba evidentemente de una especie de vagancia que dominaba mi actitud, pese a que mi ánimo siempre resurgía con valor; es fácil entender que el agotamiento de tanto tiempo por el derroche de vigor adormecía mi comportamiento siendo más lindo imaginar un día en que todo termine a que todo cambie desde ya. Procrastinación.
Así me mantuve durante significativa porción de mis primeros años de juventud. Mi BELLA JUVENTUD; la juventud siempre es bella. Lógicamente, estaba agitándome en un circuito adictivo de rumiaciones constantes. Fue realmente intensivo y corrosivo. Estaba inmerso en una catarata de pensamientos reiterativos, incluso agradables y positivos, pero mecanizados al estilo binario obsesivo compulsivo. Ustedes me entienden: pensar en cosas horribles y necesitar compensar con pensamientos agradables, para recordar por qué necesito pensar en cosas bellas y volver a pensar en las cosas horribles. Estaba sumergido en esa catarata sin saber nadar en absoluto pero aún así jamás me ahogué. Por eso ESTOY AQUÍ.
Deben saber que hace varios años conozco este sitio, visitándolo y recorriéndolo muchas veces aunque en carácter intermitente. He leído muchas de las experiencias vertidas así como los pedidos de ayuda, comprensión, ánimo. Por ello este escrito en el que no escatimaré expresiones, detalles, y optimismo.
Les confieso con placentero amor que siento orgullo de estar redactándoles, a eso me he convocado el presente día. Cada línea que prosigo me emociona. No hace falta descubrir el por qué.
Tengo la fórmula para la sanación, pero no la cura. Es la elección, la decisión, el auto respeto, las ganas insolentes de vivir la propia vida, y la cura es un secreto individual en cada uno de nosotros. Elegir un instante, un día, un momento de él, un espacio de la propia casa o el exterior, para decretar el final de todos los tormentos. Puede ser aquí y ahora, o un poco más tarde, o tal vez mañana. Siempre será cuando nosotros queramos. Sí, sé que muchos pueden saltar diciéndome que “si fuera así de sencillo ya lo hubiese hecho, ¿quién no ha querido librarse de todo esto?”, porque yo mismo me lo he gritado con enojo cada vez que fracasé y decaí. Pero… ¿en verdad hemos querido liberarnos? Siempre retomé las ganas, y cada vez que lo hice me retruqué con un dejo soberbia: “¿y por qué retomaste las ganas si creés que jamás podrás liberarte?” Entonces me entendí.
Me dije que ya es suficiente. Es momento de resolverlo todo. El escapismo sólo es una maña, no puedo huir toda mi vida de mi mismo. ¿Cómo esconderme?, o más importante aún, ¿hacia dónde ir?
Nadie tiene más autoridad que yo para liberarme y curarme. Todo está en mí.
No existe factor externo que determine nuestros pensamientos e incite la bestialidad del miedo que nos devora en terror. Nuestra mente genera pensamientos que toman formas ajenas para simular ser importantes, y juega con la culpa basada en una moral rigidísima fuertemente deformada y acuñada por la confusión que emana de la ansiedad y nos atonta en sopor. ¿Cómo hemos podido creer que dañaríamos al mundo con un pensamiento, o con todos los pensamientos? ¡Pero, ¿quién nos hemos creído ser?! ¿Acaso tenemos virtudes de dios alguno? Disculpen, pero soy ateo férreo. Jamás podríamos hacerlo. De hecho, no hemos podido hacerlo. Yo, desde que padecí trastorno obsesivo compulsivo nunca pude ver materializados mis pensamientos, imágenes, e ideas más horrendas e infelices. Y no hace falta decirles que no han sido pocos ni efímeros. Sin embargo, nada ocurrió. Sé que a ustedes tampoco y no necesito verlos o escucharlos para avalar mi convicción. ¡No podemos modelar el mundo ni destinar a las personas con tan sólo pensar! Por favor, ¡qué absurdo!
La única culpa digna de ser atendida es la que nos notifica la tiranía, despotismo, crueldad, violencia que ejercemos contra nosotros mismos. Ésa.
Cantidad de años desaprovechados, oportunidades esquivadas, ideales enquistados, amores enfriados, éxitos lejanos y ausentes, plenitud inalcanzable, vitalidad desorientada, entusiasmo volátil, satisfacciones negadas, ambiciones apagadas, necesidades desamparadas. Todo esto, y más, demasiado más, hemos visto materializarse en el transcurso de nuestros males. Esos sí han sido verdades. Nada de ideas intrusas ni pensamientos deformados. Han sido realidades sólidas y bastante sufridas. Eso es lo que hemos generado desde nuestra mente, sólo eso. Siempre contra nosotros mismos.
Nos permitimos demasiados martirios sencillamente por miedo a querer elegir, gozar nuestra propia vida. Podemos enumerar. Hagámoslo sin necesidad de que sea una compulsión de orden… ¿Cuántos malestares supimos soportar?: depresión; miedos; pánico; terror; ciclotimia; desánimo; cansancio; distrés; nerviosismo; aislamiento; rechazo; torpeza; dejadez; odio; resentimiento; culpa; dudas; contradicciones; inquietudes; indecisiones; inacciones; sedentarismo; desamor; desprotección; fealdad; incompetencia; desgano; insipidez; intolerancia; rabia; agresividad; desmotivación; represión; inexpresión; desconfianza; inseguridad; parálisis vital; deterioro; abuso; incomunicación; autocensura; prejuicios auto infringidos; encierro; frustración; fracaso; debilidad; despersonalización; desequilibrio; intranquilidad; ocultamiento, pérdidas... Más, demasiado más.
Y pese a todo, estamos aquí. También idea suicida, no obstante: ESTAMOS AQUÍ.
He sufrido todos esos males, y supe “coquetear” en mi imaginación con el suicidio varias veces, especialmente en mi adolescencia y algunos momentos de fuerte depresión en mi juventud, pero nunca me lo creí. No pude creer en el suicidio. Sé que cada uno de ustedes tampoco.
Y es que el suicidio no es la solución. El trastorno obsesivo compulsivo, sus miedos, y demás secuaces de la psiquis son una manifestación de la vida, de carácter problemático por supuesto, pero sólo pueden ser resueltos en vida.
Solí advertirme con total sabiduría, siempre que fue oportuno, que no soy responsable de haber nacido simplemente porque no lo elegí, como cualquier persona. Soy responsable, ya siendo un joven adulto, de vivir porque sí lo quiero, y sí lo elijo. El fin de la vida viene por sí mismo, del modo que fuere y no necesita que nosotros le prestemos entera colaboración dándole “una mano”, (jajaja, ¡nunca mejor dicho!). Además, si creyéramos que ese tipo de fin es la solución jamás podríamos regodearnos con la satisfacción de haberle ganado al trastorno obsesivo compulsivo; porque el quid de la cuestión no es ganarle sino extinguirle. Prestemos atención un rato y apliquemos amplia coherencia por un minuto. Innumerable ocasiones hemos identificado la ansiedad como un monstruo o demonio que nos invade y gobierna, y si asumimos nuestra muerte como el único medio para despojarla, ¿por qué no lo hacemos? Sencillamente, no le serviríamos a ese monstruo o demonio estando inertes de vida; le servimos, por el contrario, estando llenos de vida para que pueda hospedarse a sus anchas. Entonces, subyacentemente, es el mismo monstruo el que nos motiva a seguir vivos porque es la única forma en que logra tener entidad. Se transforma en un inquilino totalmente molesto que ocupa un lugar que no le otorgamos pero con la suficiente desfachatez como para que terminemos sintiendo nosotros la vergüenza que nos doblega y convence para darle jerarquía.
Durante estos bastos años de trastornos he experimentado casi todos los tipos de manifestaciones, salvo, por ejemplo, el toc de amores y homosexual. Este último por obvia razón, soy homosexual. ¡Ja! Y aprovecho para decirles a todos y todas las que lo sufren que nadie se hace homosexual por dudar o por mirar a alguien del mismo sexo y verle atractivo o tenerle simpatía. Es una característica tan natural que no se plantea ni se duda, se vive; no se analiza, se experimenta; no se descubre, se despierta; no se aprende, se expresa; no se contagia, se desarrolla. Pensemos: ¿por qué no tienen toc de heterosexualidad aquellos que tienen toc homosexual?, simplemente porque buscan aprehenderse con un temor por algo que no son. Es por ello que no he sufrido este tipo de toc. Aquí tengo pie para los demás tipos de toc. No somos asesinos, lo sabemos pero tenemos que atormentarnos con imágenes violentas; no somos blasfemos o directamente somos ateos, pero tenemos que atormentarnos con cuestiones religiosas; no controlamos el tiempo, pero tenemos que atormentarnos con el futuro, el pasado, y el presente. Así sucesivamente, con todo. Eso es el absurdo, lo que nos enloquece desmesuradamente. Sin embargo no somos tan locos porque jamás dejamos de decirnos “yo no soy esto”, o sea, sabemos quiénes somos. MALVADOS NO SOMOS, ¡LO SABEMOS!
Finalmente elegí mi libertad, mi vida, mi humanidad. Descubierto está todo mi poder, es momento de aprovechar todos los recursos que invertí en los trastornos, de descolocar mis energías extirpándoselas a los titanes de la ansiedad. Tengo gran fuerza, como una voluntad despierta de un tortuoso letargo. Ustedes también. No esperen otra cosa. No hay más.
Entre los que me lean sé que estarán quienes resientan mi desbordante optimismo. Siempre lo tuve afortunadamente, porque así soy yo. Eso sí soy. Optimista.
Sólo estoy aquí para brindárselo con total desprendimiento. Quiero que fluya hacia cada uno.
Respeto la ciencia, la medicina, y sus profesionales. Admito que ayudan y sostienen a muchísimos de quienes sufren por estas patologías.
En este escrito estoy francamente abierto en cada oración que narro, y debo decirles que, aún con ayuda profesional, nadie más que nosotros mismos sabemos qué es lo que padecemos. Por ende, sólo nosotros podemos curarnos. Es un trabajo individual. Totalmente posible.
Nunca he asistido a un psicólogo ni psiquiatra, siempre opté por mí. Me engañé muchísimas veces, inconmensurables, pero no por creerme omnipotente sino porque en realidad no quería liberarme. Hasta que decidí. Como siempre supe que sucedería.
Es una cuestión de actitud, entiéndanlo. Claro que hay cuestiones hereditarias, genéticas, mi esfuerzo no va dirigido a refutarlo; pero todos somos producto de la genética y la herencia, por entero, y sin importar el tipo de condiciones naturales que nos definan temporal o permanentemente, nadie se queda encajado en el encierro por miedo a vivir. Me explayo: alguien puede ser gordo, o delgado; blanco, morocho, o negro; alto, o petiso; masculino, o afeminado; femenina o más bien masculina; pero nadie deja de disfrutar su propia vida por ello. Nadie. Y sabemos lo difícil que son las sociedades, como supuran por doquier los prejuicios, pero nadie deja de ser por tales condiciones. Son condiciones no limitaciones. La ansiedad, así sea heredada, también lo es. No es una excusa para evadir la transformación personal. No lo es.
Debemos tener presente que cualquier enfermedad siempre parte de una actitud de salud. Aunque existan médicos y medicinas eficaces, no es suficiente para estar sano. Nadie se resfría a propósito porque sabe que cuenta con la medicina eficaz que le cure, siempre es mejor tomar recaudos. Estos parten de la actitud de cuidar nuestra salud. También sabemos que hay enfermedades que son letales, ni la ciencia ni sus profesiones pueden eliminarlas, pero, en nuestro caso, el trastorno obsesivo compulsivo no es letal. En esto todos coincidimos. En efecto, algo podemos hacer. Todo podemos hacer.
Debemos comprender que no somos el centro del mundo. No pretendamos más ser la vasija en que converge la comprensión de los demás. Tampoco el mundo o los demás pueden ser nuestro centro. Cada uno debe ser su propio eje. El mundo sigue girando con o sin nosotros sobre su lomo. Han vivido personas más cuerdas y más locas que nosotros: como han aparecido, se han dio; han habido guerras, catástrofes, revoluciones, y él no se detiene por nadie. La vida tampoco espera, es continua, en mí, en vos, en aquel, en aquella, en otros. Tenemos la gracia de vivir, ¿somos conscientes de eso? Tenemos la capacidad de ser emperadores de nuestra existencia: asumamos el trono.
Este prolongado texto está dirigido por completo a quienes han formado parte de este sitio, han contado sus experiencias, solicitado ayuda, ayudado a otros, y los que hemos echado un vistazo en muchas oportunidades. Ahora soy yo quien debe escribir. Para todos y todas.
Recuerdo a uno que escribió sobre sus manifestaciones obsesivas compulsivas al momento y luego de masturbarse. Se me vino a la mente entre tantos al pensar en todo lo que he leído, al azar. Quiero decirle con picardía, gritarle en realidad, a él y cualquiera en su lugar: ¡masturbate!, ¡es delicioso!, eso también lo sabemos todos. Eso es disfrutar de la vida, de la propia naturaleza. No tenemos pene solamente para mear, pues no nos la pasamos orinando. Lo tenemos colgando y aburrido. Hay que darle una buena utilidad, ¡que venga la mano! JAJAJA.
Quisiera que cada uno de ustedes se dé un privadísimo momento para observarse en el presente y en el pasado, para conectarse con su necesidad y deseo primordiales. Lloren, embrónquense, enfurézcanse si lo necesitan, pero no pasen por alto estallar en entusiasmo. Sé lo que desean. Pueden.
Me siento indescriptiblemente alegre por compartirles mi optimismo. Es momento de triunfos. De TUS TRIUNFOS.
Yo decidí caducar mi afiliación al encierro, extinguir el sufrimiento. He pagado un elevadísimo costo desde mis doce añitos de edad, durante años de mi vida y hasta no hace mucho. Fue suficiente, es momento de compensar. En esto estoy de lleno. Destrucción del laberinto, fin del encierro. Liberación.
Quiero que todos se hagan eco de mis palabras. No mantendré contacto personal, tampoco daré ni leeré respuestas. Sólo importan ustedes. Créanme, estoy emocionado.
Volveré más adelante, una vez más. Será para entregarme de nuevo.
A mis joviales veinticinco añitos, tengo mucha vida y ganas de todo. Mi entusiasmo ahora es titánico y me abraza como siempre quise.
Después de tantos males, todo se transmuta.
Mi corazón es de fuego.

¡Muchas gracias a ustedes! ¡Muchas gracias por estar! ¡Muchas gracias por ser! ¡¡¡GRACIAS!!!

Sur de
Santa Fe
Argentina.
Ahí mi obsesividad al mango y te aclaro que después de haber leído todo el hipertexto te puedo afirmar que con cada línea, menos ganas de saber quién sos tengo y jamás me lo pregunte. Listo, ya puedo morir en paz.
 
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