Había una vez una mujer que odiaba a los hombres y que creía que todas las mujeres tenían su sexualidad igual a la de ella y que todos los hombres tenían la misma, pero acusaba a todos de mirarlo todo desde su propia perspectiva, que acusaba e insultaba llamando retrasados a los hombres por no comprender tras haber pasado por experiencias traumáticas, mientras presumía el no ser tolerante.
Estaba ella tomándose un café con otra mujer que presumía de sensible y profunda y comentaba que quería torturar a su exnovio con un cuerpo que se había logrado con una dieta que la hacía pasar hambre, una mujer con fijación por temas de dominación y demás, una que por algún motivo extraño, realizaba cualquier acto justo después de haberlo condenado. Y asumía no ser nunca ella misma.
Naturalmente, hablaban de que los hombres solo nos fijamos en el físico, somos todos unos salidos, malvados, etc. En ese momento, llamaban acoso al hombre que les había sacado una foto mientras iban a la cafetería. Menuda tortura. Cabe decir que las dos iban vestidas con luces de neón y el hombre sacó la foto para enseñársela a su novia y decir "mira por dios como iban vestidas estas dos que me encontré en la calle". Mientras tanto, apareció por allí una vagabunda gritando incoherencias, las dos últimas se pusieron acusarse y decirse entre ellas que "las mujeres nunca hacen piña" y a quejarse de lo que decía la primera, mientras al mismo tiempo seguían cepillándose el pelo entre ellas y diciéndose lo monas que eran y lo poco que les importaba el físico, o lo guapo que había sido el chico de camisa blanca que había aparecido ayer en la discoteca.
La dueña del café no las echó por el jaleo que armaban, aunque por menos jaleo había echado a varios hombres. Y dijo también alguna queja de índole similar, la culpa claro, era de los hombres, que las habían desquiciado a todas.
Por allí caminaba el señor Putero, ya bastante mayor. El señor putero no tenía ninguna cualidad necesaria para agradar a una mujer común, sobre todo carecía de la más importante, la paciencia. Lo que si tenía, como muchos otros hombres, era ganas de estar con una mujer (un pecado gravísimo). Y aunque los hombres somos unos salidos y demás que nos follamos a todo lo que se mueve, él había cogido confianza con una **** en particular, de su edad, que estaba ya al límite de su profesión. Y sostenían una relación... extraña, pero mucho más sincera de lo que tal vez cabría esperar fuese normal en un mundo más decente.
Hablaba con ella, le gustaba mucho a él como a muchos puteros, darle a la lengua. Y el hombre hablaba de sexo y de si mismo, de sexualidad, mientras ella fumaba un cigarrillo tumbada en la cama.
¿Sabes en qué estaba pensando la primera vez que vine a verte? En comprobar como era yo mismo. Y ¿sabes una cosa? la presión por tener sexo, no me la metieron los hombres, me la metieron las mujeres, insistiendo siempre en lo mismo. Recuerdo a la primera chica que se puede decir que realmente me gustó, tenía miedo de no estar a la altura en la cama o algo así, las mujeres muchas veces deseais... ya sabes, fantaseáis de jóvenes con un tipo grande que medio os maneje. Y yo siempre he sido... en fin ya me conoces, muy...
-Tierno.
-Eso, tierno... bueno, pues la chica no era la más guapa, si que lo era a mis ojos pero.... Y claro, a mi siempre me han llamado la atención las chicas guapas, vosotras sabéis como nos afecta, ver un par de tetas y es como recibir un puñetazo o algo así, te acapara la mente. Pero... no era realmente llamativa ¿sabes? a mi me llamó la atención porque llevaba un ajedrez.
Ella rie. -Mira que he tenido clientes raros, pero lo tuyo con el ajedrez me hace gracia, me acuerdo la primera vez que trajiste el tablero, que todavía te ruborizabas, pero bueno, sigue, sigue...
-Después de todo este tiempo todavía no la he olvidado...
-Uy si, cuando a los hombres os da, os da fuerte.
-Bueno, pues en seguida quedé prendado de ella... y por increíble que pareciese, ella parecía sentir alguna clase de interés por mi, yo no me lo creía. Comenzamos a vernos.
-¿Jugasteis al ajedrez?
-Si... oye no te rías de mi. Bueno, pero esto es lo importante.Llegados a cierto punto, ella empezó a esperar alguna clase de iniciativa sexual por mi parte. y se enfadaba si no la tenía. Lo curioso es que yo siempre estaba esperando que ella mostrase interés sexual por mi, pero no lo mostraba. Era raro eso. Y lo malinterpreté creo, aun a día de hoy no lo entiendo, quizás tú o alguna mujer me lo sepa explicar. Lo que yo pensé es que ella creía que yo, por ser hombre, solo quería tener sexo con ella, o debía ser un salido, no esperar reciprocidad, no tratar de conectar durante el sexo, y se ofendía o me veía como menos hombre por no estar...ya sabes, siendo un pesado o más directo, como si quisiese que... ya sabes, que la agarrase y... ¿tú lo entiendes?
-Más o menos, pero esto se pone interesante, sigue sigue ¿cómo acabó?
-Ah, sufrí mucho, yo antes deseaba mucho sentir comprensión. Un colega mio me dijo que las mujeres no quieren ser comprendidas, solo amadas. No sé, después de aquello acabé bastante destrozado, sintiéndome menos hombre por no dedicarme a ir a discotecas a ligar y demás... mira te juro que a veces tengo la impresión de que a las mujeres les gustan los hombres violentos o agresivos pero no quieren admitirlo. El caso es que aquí me ves, porque la historia más o menos se repitió varias veces o muchas mujeres parecieron esperar algo así de mi. Vine contigo para comprobar como era, como... quien va a una profesora. Aunque si te digo la verdad, creo que estoy más confuso que nunca. ¿Te he dicho alguna vez que mi madre tuvo acercamientos sexuales hacia mi de pequeño?
-Hay de todo. En ambos sexos, hazme caso que sé de lo que hablo.
Al salir de la casa, dejó más dinero del usual en su sitio.
Al día siguiente, el señor putero fue señalado por las tres tipas de la cafetería, que lo habían visto al día siguiente. Y comenzaron a armar escándalo. Esta vez allí salió la ****, que les contó una historia curiosa real: había una vez un circo con enanos, los enanos eran la atracción del circo, la gente pagaba para ir a verlos hacer payasadas y causaban risa. Cobraban mucho. Pero alguien pensó que el trabajo era humillante. Y ciertamente la gente se reía por la estatura en parte... así es la gente, se ríe de la desgracia ajena. Así que comenzó una campaña para que el show fuese cancelado. Lo consiguió. Y los enanos, claro, se cabrearon mucho. El mundo es muy grande señoritas, vayan a gritar a otro lugar y dejen tranquilo al señor putero, porque a diferencia de ustedes, él no hace daño a nadie.