Tengo miedo- susurro una voz- tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo…
Los susurros en la mente de Herze nunca paran de acosarle.
¿Qué son esas voces? Está claro que no son la valentía, ni el orgullo, pero
¿qué son? Y porque le atormentan.
Herze es un chico sencillo delgado, de cabellos negros, cejas pobladas, sus
ojos marrones se ocultaban bajo unas pobladas cejas, y unas gafas sujetas
a una gruesa nariz que hacía que sus ojos se vieran diminutos.
A Herze no le gustan las cosas que le gustaban a los demás, eso le hace sentir
especial, incluso a veces se sentía orgulloso de ser diferente, siempre soñando
con bosques poblados, con el sonido del mar, la lluvia, y sobre todo la luna.
El se sentía como si fuese un lobo sin manada que cada noche aúlla a la luna,
siendo esta su única compañera, su única amiga, su único amor -De que me
sirve sentirme orgulloso de ser distinto, si siempre estoy solo. – solía pensar
cuando se sentaba a mirar la luna.
-Soy feliz, ¿porque me atormentas?- Se dijo en su interior- Cuando rozo la
felicidad cuando dibujo una sonrisa, cuando albergo esperanzas en mi corazón…
- tengo miedo- le interrumpió el susurro-…Tengo miedo.
No había nadie con él, nunca había nadie. La habitación de su cuarto estaba
oscura, era de noche, y no había luna…
Esa misma noche, atormentado por esas voces, y sin saber donde esconderse,
decidió ir a un lugar tranquilo- quizás allí se marchen- pensó.
Ese lugar era un pequeño bosque plagado de enormes eucaliptos, y algún que
otro pino, el suelo lleno de hojas secas crujían al andar. Los días de luna llena
podías pasear con una claridad mágicamente pasmosa, durante el día, cantaban
muchos pájaros, pero por la noche el silencio solo lo rompía algún que otro búho.
Pero esa noche, era oscura la luna no lo vigilaba, no lo acompañaba, se adentro
en el bosque a tientas, dirigiéndose a su lugar secreto casi de memoria, y con
cuidado de no tropezar y caer. Para llegar a su pequeño rincón tenía que pasar
por una pendiente y de tropezar le esperaría una caiga bastante peligrosa.
Con mucho cuidado y a ciegas, consigue llegar al lugar, se sentó en una gran
roca y miro el cielo.
- ¿Donde estas luna? Se pregunta sabiendo que no estaría.
Se quedo mirando casi una hora, mirando las estrellas, cuando de repente vio
una extraña luz, pero con solo verla, desapareció. Y cuando apartaba la mirada
volvía a salir.
-¿Qué era esa luz?
Ya era tarde, el susurro había desaparecido, y tenía que dormir, así que regreso a
tientas a casa, y n o sin antes pensar en aquella luz logro dormir.
Durante el día siguiente, no paro de pensar en aquella luz, pensando que podía ser,
un ovni, un fantasma... eran algunas de las ideas que se le ocurrió. Así que decidió
volver esa noche a ver si la encontraba. Ya de noche aun con bastante oscuridad,
llego a su lugar, y allí espero... y espero. No parecía que fuese a ocurrir nada cuando
, sin previo aviso apareció una luz, no se lograba ver exactamente pero había una
luz, la luz era débil pero parecía luchar por mantenerse firme frente a Herze, después
de unos cuantos parpadeos, volvió a desaparecer.
No sabía porque pero había algo en esa luz que hacia le hacia sonreír, que le hacía ser
feliz, pero ya era tarde y la luz no regresaba de modo que decidió volver a casa e ir a
dormir. Ya en su casa, en su cuarto no podía pensar en otra cosa que no fuese aquella
luz, ya no se acordaba de los bosques, de las montañas de los lagos, incluso dejo de
pensar en la luna. Esa noche durmió poco, pero se sentía feliz.
Cada noche regresó a su lugar secreto del boque, siempre buscando su luz, esa luz que
le hacía sentir bien, feliz, con esperanzas, ya no recordaba lo que se sentía estando triste,
ni melancólico, todo era bueno, y cada noche, la luz era mas y mas intensa, y mucho más
duradera.
Herze ya estaba acostumbrado a esta felicidad, a la luz, a tener esperanzas, la luz sin saber
cómo le enseño a ver que tenia sueños metas, a sentirse alguien importante, y todo esto
era fantástico. Trascurrieron meses, y cada noche visitaba a su nueva amiga del bosque,
pero un día, y poco a poco, la luz se fue haciendo menos intensa, y cada vez se marchaba
antes, al principio no le dio importancia, pero cada vez iba a más, las últimas noches la luz
se volvió intermitente y débil.
Hasta que una noche simplemente no apareció, aunque la luz no estuviera Herze insistía en
ir cada noche a esperarla, noche tras noche, pero ya no estaba, otra vez se sentía solo, y
no solo eso sino que ahora que conocía la sensación de sentirse feliz, de sentirse con
esperanza… volver a estar triste era más doloroso, antes era feliz en su tristeza, puesto
que no conocía otra cosa, pero ahora si lo conocía, y se ha ido.
- Tengo miedo- susurro una voz- tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo…
Los susurros en la mente de Herze volvían para acosarle.