Cada día es igual que el anterior, de tal manera que llegas a perder la noción del tiempo por completo. Una jaula de cristal se convierte en tu hogar.
Cuatro paredes te acunan cada noche, proporcionándote seguridad a cada instante, hasta que unos pequeños rayos de luz asoman por tu ventana. Es entonces cuando esas paredes de cristal enseñan su verdadera identidad. Quieres intentar escapar, pero cuando reúnes las suficientes fuerzas para acercarte a ellas, se convierten en pequeños fragmentos de cristal afilado, desgarrando cada centímetro de tu cuerpo, bañando tus lágrimas en un mar de sangre. Dejándote cada día más débil ante la realidad.
Y a la vista de la gente, tan solo es una tontería. Incrédulos. Mas bien deberían agradecer a cualquier cosa que puedan imaginar por no haber caído en las garras de su mente.
Pues a lo largo de estos años me e dado cuenta de que quien no lo siente no es capaz de entender lo que supone esto para una persona. Por ese motivo ya ni siquiera quiero que lo intenten… Esta es mi lucha, una lucha interior. La realidad se debate contra la locura.
Mi habitación es mi vida, fuera de aquí me siento perdida.
Al principio te preguntas porqué a ti, buscas la respuesta como una solución, inundas tu cuerpo de lágrimas en busca de consuelo. Intentas que la persona más cercana a ti te ayude… pero nunca es así. Es entonces cuando empiezas a sonreír ante las mayores tonterías, te muestras feliz ante las personas de tu alrededor, cuando la realidad dentro de ti es que estas realmente jodida. Cada esfuerzo por sonreír en un acto de caridad por los demás es más doloroso que el anterior… Penetra hasta lo más profundo de tu alma, destrozando lo poco que queda de aquella persona que fuiste algún día.
La vida pasa, y tú en cambio sigues en tu jaula.
Hasta que llega el día en el que una noche te levantas, con las ideas realmente claras, avanzas hacia el cristal que nunca as podido tocar sin salir herido. Le ofreces tu mano y se convierte en un aliado.
Ese es el momento en que se congelan tus sentimientos, el momento en que tus lágrimas quedan completamente secas. Ya no sientes dolor, angustia ni pena hacia ti mismo, simplemente eres incapaz de sentir nada. Tu cuerpo deja de experimentar cada uno de los sentimientos que forman parte del ser humano. Te sientes solo… y no quieres la compasión de nadie, ni siquiera la de ti mismo.
Aquella jaula se convierte en tu hogar, el único lugar que añoras. Ya no recuerdas gran parte de tu vida anterior, tu mente lucha por borrar aquellos recuerdos en los que creíste no estar solo, pues se a dado cuenta de que realmente la soledad es tu única amiga en este mundo, aquella que siempre te acompañará a lo largo de tu vida. Aquella que no tiene compromisos, ni se va en cuanto recibe una llamada.
Ya no siento pena de mi misma, simplemente ya no siento nada…