No se si este apartado del foro es el mas adecuado para esta
historia, lo he elegido porque de algun modo, es el relato de
una "no superación", por lo menos, mientras yo estuve presente...
Ocurrió en una de esas zonas de la tierra que por desoladas y
áridas tienen, para mi, una peculiar belleza, y me enseñó que
cuando se atraviesa el desierto tan importante es llevar llena la
cantimplora como el corazón.
Avanzaba por un camino recto que se perdía en unas lejanas
montañas que recortaban el horizonte. A mi izquierda y derecha
aridez, hermosisima aridez, que hace que el viaje sea, en
realidad, un viaje interior.
De repente a lo lejos vi algo que subia, bajaba, subia, desaparecia
y al rato volvia a aparecer... y asi sucesivamente.
Como caminaba en esa dirección no tardé en distinguir que se
trataba de una figura humana, y a pesar de que habian pasado unos
minutos continuaba su extraño deambular: aparecía, bajaba, subia,
desaparecia y al rato volvia a aparecer...
Será un espejismo? pensé, pero conforme me acercaba vi que se
trataba de un hombre que en una ligera pendiente del camino
subia y bajaba por un lado y otro constantemente,dando la
impresión en la lejanía de aparecer y desaparecer, según recorría
un lado u otro de la misma.
totalmente concentrado en aquel extraño evento, vi perplejo como
aquel individuo parecía dar puñetazos y patadas al aire como si
se estuviera peleando con alguien invisible o espantara un
enjambre de avispas...
Aquello me preocupó bastante, pues allí no habia nadie mas y no
tardaría en cruzarme con aquel...loco??... a quien daba los
puñetazos??... en cualquier caso pronto lo tendría junto a mi.
Por un momento pensé en echar por otro lado, o dar la vuelta pero
aquel era el único camino y mi destino estaba en esa dirección,
"no" pensé, "seguiré avanzando".Así, comencé a subir aquella
pendiente y enseguida llegué hasta él, que continuaba su
alucinante y absurdo subir y bajar.
Con los músculos tensos por la tensión, esperando un posible
ataque de aquel sujeto, sin dejar de andar, llegué hasta él;
sin perder sus ojos de vista pasé como a metro y medio de él.
Era un hombre joven, con aspecto de guiri, seguramente nórdico,
con aspecto hippy,un gorro en la cabeza al estilo moruno,tipo birrete...
su cara era una mueca grotesca, desdentado y con la mirada
emponzoñada, quizas por demasiadas travesías sin una estrella
guía... quizás porque un mal dia su alma perdió el rumbo...
no lo se.
Él me miró fijamente, como si viera un fantasma, como si me
preguntara qué estaba pasando, qué maldición era aquella que
lo obligaba a aquella macabra danza... en aquella ligera
pendiente...
Confieso que tuve miedo, aquello me superaba, era demasiado para
mi. Tal vez ahora, mas viejo, con mas experiencia y seguridad
en mi mismo me hubiera detenido y le hubiera preguntado que le
ocurría... Pero no fue así, vi sus cosas desparramadas por el
otro lado de la pendiente, tiradas por el suelo como si algo
inesperado hubiera ocurrido.....tal vez fue una serpiente que
se cruzó, un tropiezo en alguna piedra... talvez fue simplemente
la misma pendiente... un leve accidente del terreno.. la gota
que colma el vaso de la soledad mas absoluta.... fuera lo que
fuera aque viajero solitario estaba encadenado a aquella
pendiente, qeu no podía dejar de subir y bajar ...una y otra vez.
No me detuve, tuve la sensación que nada podía hacer. Los ojos de
aquel hombre estaban demasiado perdidos para que yo lo condujera
a la cordura. Continue andando, el camino se hizo llano de nuevo
y de vez en cuando volvía la vista y lo veía, apareciendo,
bajando, subiendo,desapareciendo por el otro lado y volviendo a
aparecer, gesticulando, como si estuviera enfadado consigo mismo,
con la vida, con aquella pendiente...
llegó un momento que, de lejos que me hallaba, ya no lo veía.
dejé de poder distinguir si seguía en aquella locura.
Espontaneamente dirigi una plegaria al cielo "libera a este
hombre de este absurdo". Continue mi camino.
Siempre he pensado que todo lo que nos ocurre tiene un sentido,
un mensaje, a veces irracional para nuestra mente, pero
perfecto para nuestra alma. Han pasado unos cuantos años de
aquello y todavía hoy puedo ver la cara de aquel hombre como si
no hubiera pasado el tiempo; puedo ver su pelo rubio, sus tres
o cuatro diente en una boca contraida en una mueca, su gorrito
moruno,sus ojos turbios... y es ahora después de tanto tiempo
que tengo la certeza de que aquel viajero solitaro no era sino,
en otras circusntancias, yo mismo.
