Tenía que haberla compartido ayer, pero me quede dormida xD
Es muy curioso... A veces los accidentes pueden ser interesantes, buscando un libro -Plegarias...que por cierto 'está en proceso' así que toca buscar otro- sentí una vez más eso que a la gente le parece tan extraño
-Hey...psst, acá abajo
- Jajaja hola, ¿me vas a contar algo?
-Sí:
-había un sujeto- "en la universidad apenas lo saludaban sin decirle por el apodo, con ese ‘hola, como le va’, en el que la
upper class bogotana pone todo el tono protector y distante que cabe en cinco palabras"
- ¿Ah sí?
- << Una mañana en la universidad, el Cabezón apareció con un vestido gris a rayas con todo y chaleco, nuevecito y acompañado de camisa blanca y corbata vinotinto. Mauricio y yo –que conocíamos la historia de su único vestido con su extraña costura del lado derecho del pecho porque, al darle la vuelta al paño de un traje viejo no podía eliminarse- apenas lo vimos llegar estrenando, quedamos felices y le alabamos el traje sin ir más allá. Pero Álvaro en cuanto lo vio, le pregunto con una ligereza, que no encubría un milímetro de la mala leche de los tipos que cuelgan diez trajes en el
closet –como comenzaron a decir entonces- :
- Hola Cabezón ¿quién te regalo ese vestido de doctor?
- Ustedes Alvarito –le contestó el Cabezón, sin inmutarse y sin subir un solo decibel de su elocución chapineruna confidencial-
- ¡Aha! ¡Carajo! –siguió el otro, todavía burlón-, el tipo ahorra la plata que se roba en el poker.
El Cabezón no enrojeció, no palideció, ni perdió la compostura, pero se quedó mirando a Álvaro con su habitual aire que nunca se supo si era concentrado o perplejo, durante unos instantes que el otro aprovecho para soltarle la risita más mierda que pudo. Se trataba de reducir al Cabezón a sus proporciones de pobre tipo –además flaquito y endeble, si la cosa era a golpes- Lo que Álvaro –que estaba excitado por su propia provocación y porque ya varios de los que estaban más cerca se habían dando cuenta de que había un enfrentamiento en el centro del patio- no llego a ver, es que el Cabezón no estaba asustado en los más mínimo y se estaba tomando su tiempo sin dejarse presionar, como cuando estaba jugando poker.
Sin proponérselo el Cabezón escogió para contestar el momento teatral justo, cuando ya a su alrededor habían ocho o diez curiosos.
-No Alvarito –le contesto en el mismo tono amable sin sombra de burla-, los que me regalaron este vestido no fueron los del poker, sino los que compran las conferencias de civil, que las saque yo. Con la plata del poker, lo que pienso comprarme es una casa, si me siguen resultando marranitos como tú.
La carcajada general de la cual sobresalía el
stacatto de Mauricio ha debido desalentar a Álvaro. Pero cuando uno tiene un mal día no hay barranco que lo ataje.
-Pues prefiero ser un marranito y no ladrón –continuo Álvaro, ya en tono bronco y levantándole la cara al Cabezón-
Sin moverse de su sitio y cuando yo, que estaba detrás pensaba que no iba a alcanzar a pararle el primer golpe, siguió hablando, mientras Álvaro ya se preparaba a interrumpirlo.
- Si me esperas un momento antes de las trompadas, te explico en qué consiste la diferencia entre el robo y el enriquecimiento sin causa. Yo no hago trampa, y eso lo saben Mafla y Mauricio que están aquí. Pero, además para ganarle a un pobre imbécil como tú no hace falta hacer trampa.
Al oír lo de pobre imbécil, Álvaro se le fue encima al Cabezón que seguía inmóvil y parecía cada instante más chiquito y más indefenso. Pero ya Mauricio había llegado lo suficientemente cerca y alcanzo a agarrar por los brazos a Álvaro, que se dio el lujo de hacer toda la pantomima de coraje acezante, mientras el Cabezón seguía fresco.
-Pero sí es enriquecimiento sin causa –continuo- porque el contrato de apuesta supone un álea o riesgo y jugar con güevones no tiene riesgo.
Ante la nueva carcajada el otro seguía haciendo el que forcejeaba y sentía cada vez más que tenía el auditorio en contra, hasta que el Cabezón se quito pausadamente la chaqueta, me la dio a mí, retrocedió un paso y ya con la mirada relampagueante, le dijo a Mauricio:
-Sueltalo viejo. Vamos a ver si una patada en los güevos también les parece trampa a los niños bonitos.
En ese momento Álvaro, para su infinita miseria, entendió de un golpe el significado de todo lo que estaba ocurriendo. Se dio cuenta de que el Cabezón no estaba pasando del miedo a la rabia, como él mismo sino encarando una situación que debía habérsele repetido mil veces y que, chiquito y todo era mucho más peligroso que el habitual matón de colegio. El Cabezón, tan frágil y tan inaparente, hasta hacia unos instantes, nos estaba dando, no solo a Álvaro, sino a todos, esa impresión fría y determinada del tipo curtido en la calle para quien los cojones son, una necesidad >>
PD. Al final no pude llevarme el libro, debo pagar 95 mil pesos para solucionar 'el problema' *sigh* toca o pedirle el favor a alguien para que lo saque o ir de tanto en tanto a leerlo, veremos.