Estando en clase decido sentarme en la silla de mi izquierda, acto que realicé con cierta ansiedad de ser observado. El resultado fue golpetear con mi cuerpo la silla consecutiva donde estaba sentada una compañera, pues estamos muy apretujados en la facultad. Le tuve que pedir perdón por el golpetazo al brazo de la silla. Pero ahí no acaba la cosa, pues resulta que al haber golpeado la mesa un móvil que tenía puesto encima de su mesa salió disparado a la silla donde me senté, cuestión que me hizo saber. Vamos que fue a parar a mi culo y tuve que levantarme para devolverselo. Yo abochornado rezo para que el mal trago quede ahí. Pero a los pocos segundos los de la fila de atrás se empiezan a reir a carcajadas sin poder contenerse.
Una de esas ocasionas donde uno piensa que la fobia social favorece situaciones humillantes, paradojicamente cuando la fobia social es fruto muchas veces de humillaciones pasadas.