No tengo ni tiempo para deprimirme... O sea, para cualquier persona eso estaría bien, mantener la mente ocupada para no sentir y ahogarse en los fríos brazos de la sombra llamada tristeza. Pero para mí no...
A veces, aunque suene irónico, me gusta estar en la miseria (porque soy una miserable) y la miseria es como mi hábitat natural. Por supuesto que hay momentos en el que no la soporto, me ahogo, me asfixia hasta llevarme al límite de todo.
Otros días, simplemente estoy tan ocupada y me llevo al límite del cansancio para cuando llegue el momento del día en el que estoy sola, solo sea llegar a la cama y dormirme a los minutos.
Pero no todo el tiempo... porque llega el momento en que tengo la sombra en toda la puerta de mi muro psíquico y empieza a golpear con enorme fuerza porque está siendo retenida. Entonces, es cuando me siento estresada, por mi mundo real y por mi mundo imaginario, en que tambaleo en la delgada línea entre la cordura y la locura. Entonces empiezo a desistir, empiezo a estresarme, empiezo a percibir cómo mi mente lucha para no ser sumergida, pero al final desiste.
Entonces, llego a un punto que conozco perfectamente bien, un lugar oscuro y frío en el cual reina la desesperación... Pero yo estoy acostumbrada... hasta me gusta. A tal punto de que si no me sumerjo en la miseria un tiempo, mi estado mental estará hecho un caos, y la sombra en mi mente se paseará por los barrotes de la celda como si fuese león enjaulado, esperando una grieta en el cual pueda salir...
Y yo lo recibo con los brazos abiertos.