"Tuve una pena buena y aún los labios de ella vuelan.
En el contorno de los sueños que me quedan
Como los pájaros de un cielo en acuarela
Vuela, y en la ventana un brazo apoya la cabeza
En el tejado un gato juega con estrellas
Que el alma pinta con sus dedos de princesa
Y cuando brilla el sol, la pena tiene un resplandor
Y es como dar color de alguna calle que llovió (bis)
Pena, se encoge de hombros mi camisa entre las perchas
Cuando la miro para verme en el camino, quizás aún la lleve puesta
Y cuando brilla el sol, la pena tiene un resplandor
Y es como dar color de alguna calle que llovió (bis)"
Las melodías oníricas tienen letras oníricas.
La casa del Ocaso.
Tuve un sueño en el que desperté de mi pesadilla y mis miedos se transformaron en mariposas monarca, que eran de la monarquía del alma. Armadas de esperanza, me elevaron hacia donde van las nubes. Por el corredor de la muerte del orgullo, me introdujeron a las fueras de las cercanías del alma, donde pasaban buses con destino al sino, al hado y al lago. Detrás del ocaso más hermoso que vi, encontré a la chica que soñaba que domia detrás de las nubes. La desperté y se durmió en la vigilia de sus problemas. Una vez la encontré despierta, adiestrando a un ave para que le lleve cartas a su yo en vigilia. Me contó que en esa misiva se decía así misma que los sueños son más reales que todo el universo y despiertan lo mejor de nosotros.
Ese día conversamos hasta el ocaso, duro un segundo en mi mente, y una eternidad en mi corazón. Le conté mis sueños y ella me contó los suyos. Supimos, sin saber cómo, que si nos besabamos, ella despertaría, así que nos contuvimos cuanto pudimos, hasta que el impulso ganó el pulso a la razón y al rozar nuestros labios, ella se despertó. Ese día aprendí que la naturaleza de la verdadera felicidad es ser fugaz, como aquellas estrellas que pasan cada mil años, cuando estamos durmiendo.
Título: Insultitulo.