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19-ene-2013
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El buscador, de Jorge Bucay.
Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como un buscador…
Un buscador es alguien que busca; no necesariamente alguien que encuentra.
Tampoco es alguien que, necesariamente, sabe qué es lo que está buscando. Es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.
Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Había aprendido a hacer caso riguroso de estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo. Así que lo dejó todo y partió.
Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos, divisó, a lo lejos, Kammir, Un poco antes de llegar al pueblo, le llamó mucho la atención una colina a la derecha del sendero. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadores. La rodeaba por completo una especie de pequeña valla de madera lustrada.
Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar.
De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en aquél lugar.
El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles.
Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de aquel paraíso multicolor.
Sus ojos eran los de un buscador, y quizá por eso descubrió aquella inscripción sobre una de las piedras:
Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días.
Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que aquella piedra no era simplemente una piedra: era una lápida.
Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en aquel lugar. Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Se acercó a leerla. Decía:
Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas.
El buscador se sintió terriblemente conmocionado.
Aquel hermoso lugar era un cementerio, y cada piedra era una tumba.
Una por una, empezó a leer las lápidas.
Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.
Pero lo que lo conectó con el espanto fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los once años…
Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio pasaba por allí y se acercó.
Lo miró llorar durante un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
-No, por ningún familiar —dijo el buscador—. ¿Qué pasa en este pueblo? ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué hay tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que les ha obligado a construir un cementerio de niños?
El anciano sonrió y dijo:
- Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré…:
“Cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta como esta que tengo aquí, para que se la cuelgue al cuello. Es tradición entre nosotros que, a partir de ese momento, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella:
A la izquierda, qué fue lo disfrutado.
A la derecha, cuánto tiempo duró el gozo.
Conoció a su novia y se enamoró de ella. ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana? ¿Dos? ¿Tres semanas y media…?
Y después, la emoción del primer beso, el placer maravilloso del primer beso…¿Cuánto duró? ¿El minuto y medio del beso? ¿Dos días? ¿Una semana?
¿Y el embarazo y el nacimiento del primer hijo…?
¿Y la boda de los amigos?
¿Y el viaje más deseado?
¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano?
¿ Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones?
¿Horas? ¿Días?
Así, vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos… Cada momento.
Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es para nosotros el único y verdadero tiempo vivido”.
(...)
Este cuento me encantó por la moraleja tan positiva que tiene, por esa forma de decirnos que realmente la vida no se mide por las veces que respiras, sino por aquellos momentos que te dejan sin aliento .
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Última edición por Lightness; 19-ene-2013 a las 00:20.
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19-ene-2013
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Osbtáculos, de Jorge Bucay.
Voy andando por un sendero. Dejo que mis pies me lleven.
Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. En el horizonte se recorta la silueta de una ciudad. Agudizo la mirada para distinguirla bien. Siento que la ciudad me atrae.
Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo. Todas mis metas, mis objetivos y mis logros. Mis ambiciones y mis sueños están en esta ciudad. Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, o que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.
Me imagino que todo eso está en esa ciudad. Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella. A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba. Me canso un poco, pero no me importa.
Sigo. Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino. Al acercarme, veo que una enorme zanja me impide mi paso. Temo... dudo.
Me cabrea que mi meta no pueda conseguirse fácilmente. De todas maneras decido saltar la zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto... Consigo pasarla. Me repongo y sigo caminando.
Unos metros más adelante, aparece otra zanja. Vuelvo a tomar carrera y también la salto. Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado. Me sorprende un abismo que detiene mi camino. Me detengo. Imposible saltarlo. Veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas. Me doy cuenta de que está allí para construir un puente. Nunca he sido hábil con mis manos... Pienso en renunciar. Miro la meta que deseo... y resisto.
Empiezo a construir el puente. Pasan horas, o días, o meses. El puente está hecho. Emocionado, lo cruzo. Y al llegar al otro lado... descubro el muro. Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños...
Me siento abatido... Busco la manera de esquivarlo. No hay caso. Debo escalarlo. La ciudad está tan cerca... No dejaré que el muro impida mi paso.
Me propongo trepar. Descanso unos minutos y tomo aire... De pronto veo, a un costado del camino un niño que me mira como si me conociera. Me sonríe con complicidad.
Me recuerda a mí mismo... cuando era niño. Quizás por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja:
-¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?
El niño se encoge de hombros y me contesta:
-¿Por qué me lo preguntas a mí? Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras... Los obstáculos los trajiste tú.
(...)
Bueno, creo que aquí sobran las palabras, está claro lo que significa, de hecho se resume en la frase final: La mayoría de los obstáculos los lleva cada uno consigo mismo... no estan ahí cuando llegamos .
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Última edición por Lightness; 19-ene-2013 a las 00:17.
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19-ene-2013
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Fran, con el rostro abatido de pesar, se reúne con su amiga Marisa en un bar a tomar un café.
Deprimido descargó en ella sus angustias.
Que el trabajo, que el dinero, que la relación con su pareja, que su vocación... Todo parecía estar mal en su vida.
Marisa introdujo la mano en su cartera, sacó un billete de 50 euros y le dijo:
- Fran, ¿quieres este billete?
Fran, un poco confundido al principio, inmediatamente le dijo:
- Claro Marisa... Son 50 euros, ¿quién no los querría?
Entonces Marisa tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo un pequeño bollo. Mostrando la estrujada pelotita a Fran volvió a preguntarle:
- ¿Y ahora los quieres igual?
- Marisa, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 50 euros, claro que los tomaré si me lo entregas.
Entonces Marisa desdobló el arrugado billete, lo tiró al suelo y lo restregó con su pie en el suelo, levantándolo luego sucio y marcado.
- ¿Lo sigues queriendo?
- Sigo sin entender qué pretendes, pero ese es un billete de 50 euros y mientras no lo rompas conserva su valor...
- Entonces, Fran, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o pisotee, sigues siendo tan valioso como siempre lo hayas sido...
Lo que debes preguntarte es cuánto vales en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado.
PD: Poco "currado" pero efectivo.
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24-ene-2013
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Cita:
Iniciado por Sigilo
Lo podría interpretar así: a veces el descuido de algún pequeño detalle puede generar una reacción en cadena, a nivel personal cuando dejamos de hacer alguna actividad, evitamos hacer una pequeña tarea, o no atendemos ante algún sintoma extraño en nuestra salud..vamos formando el caos... Tambien lo veo como muchas veces creemos que los problemas de otros no nos afectan , y si convivimos en un mismo entorno todo lo que pase influye en nuestro destino.
Otra situación que me parece interesante es el hecho de que la mujer cogiera la trampa en la oscuridad, a veces actuamos por instinto y suponemos que las cosas tienen que funcionar de la forma en que creemos, así por ejemplo la mujer cree que obligatoriamente debe haber capturado un ratón por tratarse una trampa para ratones. asi mismo nosotros nos equivocamos con la gente, confiamos mucho en alguna persona por su apariencia y terminamos picados, o creemos que un lugar es tranquilo sin serlo ...
ESTE RELATO SERÍA BUENO QUE ALGUIEN SE ANIMARA A RECRERLO, EN UN PEQUEÑO CORTO O UN COMIC, YA QUE VEO QUE HAY GENTE CON HABILIDADES EN EL ASUNTO...
ahora les comparto otro relato... (Los he tomado de la bilblioteca digital de ciudadseva. com)
Historia del joven celoso
Henri Pierre Cami
Había una vez un joven que estaba muy celoso de una muchacha bastante voluble.
Un día le dijo:
-Tus ojos miran a todo el mundo.
Entonces, le arrancó los ojos.
Después le dijo:
-Con tus manos puedes hacer gestos de invitación.
Y le cortó las manos.
“Todavía puede hablar con otros”, pensó. Y le extirpó la lengua.
Luego, para impedirle sonreír a los eventuales admiradores, le arrancó todos los dientes.
Por último, le cortó las piernas. “De este modo -se dijo- estaré más tranquilo”.
Solamente entonces pudo dejar sin vigilancia a la joven muchacha que amaba. “Ella es fea -pensaba-, pero al menos será mía hasta la muerte”.
Un día volvió a la casa y no encontró a la muchacha: había desaparecido, raptada por un exhibidor de fenómenos.
FIN
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Pienso que el joven quiso con demasiada intensidad algo y en consecuencia lo perdió todo.
por cierto, yo no escribo los cuentos, sino que también los corto y los pego
son cuentos que oí alguna vez y que al buscar en internet no encontré una mejor adapatación de las que pongo aquí, por desgracia.
ahora iba a poner otro, pero no me acuerdo...
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25-ene-2013
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El país de las cucharas largas
Aquel señor había viajado mucho. A lo largo de su vida, había visitado cientos de países reales e imaginarios…
Uno de los viajes que más recordaba era su corta visita al país de las cucharas largas. Había llegado a la frontera por casualidad: en el camino de Uvilandia Parais, había un pequeño desvío hacia el mencionado país; y explorador como era, tomó el desvío. El sinuoso camino terminaba en una sola casa enorme. Al acercarse, notó que la mansión parecía dividirse en dos pabellones: un ala Oeste y un ala Este. Estacionó el auto y se acercó a la casa. En al puerta, un cartel anunciaba:
"País de las cucharas largas" éste pequeño país consta solo de dos habitaciones llamadas NEGRA Y BLANCA. Para recorrerlo, debe avanzar por el pasillo hasta que éste se divide y doblar a la derecha si quiere visitar la habitación negra y a la izquierda si quiere visitar la habitación blanca"
El hombre avanzó por el pasillo y el azar lo hizo doblar primero a la derecha . Un nuevo corredor de unos cincuenta metros terminaba en una puerta enorme. Desde los primeros pasos por el pasillo, empezó a escuchar los ayes y quejidos que venían de la habitación negra.
Por un momento las exclamaciones de dolor y sufrimiento lo hicieron dudar, pero siguió adelante. Llegó a la puerta, la abrió y entró.
Sentados alrededor de una mesa enorme, había cientos de personas. En el centro estaban los manjares más exquisitos que cualquiera podría imaginar y aunque todos tenían una cuchara con la que alcanzaban el plato central… se estaban muriendo de hambre. El motivo era que las cucharas tenían el doble del largo de su brazo y estaban fijadas a sus manos. De ese modo todos podían servirse pero nadie podía llevarse el alimento a la boca. La situación era tan desesperante y los gritos tan desgarradores, que el hombre dio media vuelta y salió casi huyendo del salón.
Volvió al hall central y tomó el pasillo de las izquierda, que iba a la habitación blanca. Un corredor igual al otro terminaba en una puerta similar. La única diferencia, que en el camino, no había quejidos, ni lamentos. Al llegar a la puerta el explorador giró el picaporte y entró al cuarto.
Cientos de personas estaban también sentados en una mesa igual a la habitación negra. También en el centro había manjares exquisitos. También cada persona tenía fijada una cuchara larga a su mano… Pero nadie se lamentaba ni se quejaba. Nadie se estaba muriendo de hambre, ¡porque se daban de comer los unos a los otros!
El hombre sonrió, dio media vuelta y salió de la habitación blanca. Cuando escuchó el "clic" de la puerta que se cerraba, se encontró de pronto y misteriosamente, en su propio auto, manejando camino a Parais…
Del libro "Déjame que te cuente..."
Jorge Bucay
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25-ene-2013
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las apariencias no permiten que valoremos realmente a las personas que estan a nuestro lado, a veces no somos capaces de coger un cincél y averiguar que hay detrás de la capa de barro que ponen nuestros prejuicios, algo que me parece tambien curioso es el hecho de que en un primer momento se cubrió con barro la figura , mucha gente detrás de sus sentimientos negativos, de su actitud huraña quizas busque resguardar aquello que para sí considera un tesoro y puede ser un mecanismo de defensa efectivo, pero que a largo plazo hace que eso se vuelva la identidad... no sé... hablando de monjes, aqui comparto un relato en el que participa uno...
El espejo del cofre
Anónimo chino
A la vuelta de un viaje de negocios, un hombre compró en la ciudad un espejo, objeto que hasta entonces nunca había visto, ni sabía lo que era. Pero precisamente esa ignorancia lo hizo sentir atracción hacia ese espejo, pues creyó reconocer en él la cara de su padre. Maravillado lo compró y, sin decir nada a su mujer, lo guardó en un cofre que tenían en el desván de la casa. De tanto en tanto, cuando se sentía triste y solitario, iba a "ver a su padre".
Pero su esposa lo encontraba muy afectado cada vez que lo veía volver del desván, así que un día se dedicó a espiarlo y comprobó que había algo en el cofre y que se quedaba mucho tiempo mirando dentro de él.
Cuando el marido se fue a trabajar, la mujer abrió el cofre y vio en él a una mujer cuyos rasgos le resultaban familiares pero no lograba saber de quién se trataba. De ahí surgió una gran pelea matrimonial, pues la esposa decía que dentro del cofre había una mujer, y el marido aseguraba que estaba su padre.
En ese momento pasó por allá un monje muy venerado por la comunidad, y al verlos discutir quiso ayudarlos a poner paz en su hogar. Los esposos le explicaron el dilema y lo invitaron a subir al desván y mirar dentro del cofre. Así lo hizo el monje y, ante la sorpresa del matrimonio, les aseguró que en el fondo del cofre quien realmente reposaba era un monje zen.
FIN
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27-ene-2013
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Cita:
Iniciado por berenice1984
o sea, castiga al mismo que le hizo el bien y le da los reconocimientos a otra persona. y el cerdo, que no miraba por sí mismo, sino por su amigo, no se lleva ningún premio, mientras que el médico que recibió dinero por el medicamento es al que elogian. pero para mí lo importante en el mundo no es cómo nos vean, sino cómo somos realmente detrás de todo.
por otro lado, cuando se le enferme otro animal a ver quién se lo salva.
no estoy segura de que sea así, qué significado le das tú?
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Bueno, mi significado era algo más simple: que muchas veces no se aprecian los méritos de los que están abajo o no llaman la atención cuando son los que más mérito merecen.
Cita:
Iniciado por Sigilo
[RIGHT][RIGHT][LEFT] [...]
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Lo interpreto como una forma de decir que la realidad es subjetiva? Que cada uno tenemos nuestros propios puntos de vista limitados y por eso discutimos. Y que la visión de cada uno vale por igual, seas un monje sabio o no. Si nadie mirase el espejo en el cofre no habría nadie?
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CUENTOS PARA PENSAR: EL LEÑADOR Y EL HACHA
"Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno, y las condiciones de trabajo, mejores aún, así que el leñador se propuso hacer un buen papel.
El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque. El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar. En un solo día cortó dieciocho árboles.
–Te felicito, sigue así –dijo el capataz.
Animado por estas palabras, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó temprano.
A la mañana siguiente se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de quince árboles.
–Debo de estar cansado –pensó. Y decidió acostarse con la puesta del sol.
Al amanecer se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron siete, luego cinco, y el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol.
Inquieto por lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se estaba esforzando hasta los límites del desfallecimiento. El capataz le preguntó:
–¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez?
–¿Afilar? No he tenido tiempo para afilar: he estado demasiado ocupado talando árboles”.
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