1-El intelectual es consciente de su ignorancia relativa, y eso lo motiva a buscar la verdad; en cambio el pseudo-intelectual está seguro que ya la posee, por lo que su interés principal es la predicación, la propaganda y adoctrinamiento de los demás para hacerles ver "la verdad".
2-El intelectual estudia los puntos de vista opuestos en su mejor formulación y haciendo un esfuerzo consciente por no tergiversarlos; en cambio, el pseudo-intelectual crea una caricatura tergiversada de las opiniones doctrinas de las que difiere, para "rebatirlas" más fácilmente y mostrar así su superioridad ante los demás.
3-El intelectual quiere aprender y conocer, explorar e indagar; el pseudo-intelectual quiere tener razón, y que los demás lo reconozcan por ello; aun si tiene que mentir o manipular o insultar o tergiversar.
4-El intelectual es prudente y moderado en sus opiniones, porque está consciente de su falibilidad; el pseudo-intelectual expresa sus opiniones en una forma dogmática, tajante y autoritaria, como si contara con todo el respaldo de "la verdad".
5-El intelectual es consciente de que sus prejuicios pueden influir en su punto de vista, y se esfuerza constantemente por minimizarlos o reducirlos; el pseudo-intelectual asume explícita o implícitamente que no tiene prejuicios, y que solo los demás son prejuiciados o están motivados por factores no-racionales.
6-El intelectual evoluciona intelectualmente según lo lleve la evidencia y los hechos; el pseudo-intelectual tergiversa la evidencia y los hechos forzando una interpretación que reafirme una idea preconcebida o prejuicio. Por eso este último casi nunca cambia de opinión sobre cuestiones básicas (solo lo hace sobre cuestiones secundarias, y siempre que refuercen una idea o agenda preconcebida)
7-El intelectual maneja la duda y lo incierto, porque frecuentemente se replantea sus creencias y opiniones según aparezcan nuevos datos relevantes, o según evolucione su punto de vista; el pseudo-intelectual aborrece la duda y la incertidumbre, y la evita mediante dogmas que le den seguridad psicológica; está convencido de que su opinión es correcta, y que es casi imposible que algún nuevo dato futuro pueda refutarla.
8-El intelectual admite que en general lo que desconoce es mayor de lo que conoce; el pseudo-intelectual no admite casi nunca su ignorancia, y cuando lo hace, asume que ella es inferior a lo que ya sabe, o que no afecta lo que sabe.
9-El intelectual plantea una conjetura con la consciencia de que es solo eso, una conjetura. El pseudo-intelectual formula una conjetura, pero le da el peso y la solidez de una verdad incuestionable e irrebatible (esto de se debe a su apego ideológico y deseo emocional de que esa conjetura sea verdad), y la defiende como si fuese un dogma.
10-El intelectual es un crítico constructivo; emplea la crítica como medio provisional para construir alternativas positivas y creativas; el pseudo-intelectual es un crítico destructivo; emplea la crítica para desacreditar, derrumbar, destruir y exterminar aquello con lo que difiere.
Creo que los puntos anteriores ofrecen una clara distinción teórica entre el intelectual y el pseudo-intelectual. Pero como cualquiera de nosotros puede estar reflejado en una o varias de esas características, pienso que solo podría juzgarse como intelectual o pseudo-intelectual a aquella persona que tenga la mayoría de los rasgos de uno u otro en la mayoría de los temas que aborda, o que constantemente actúa de una forma u otra.
Solo eso puede indicarnos que tenemos enfrente a un intelectual o a un pseudo-intelectual. La utilidad de esta distinción es que permite predecir a grandes rasgos el comportamiento intelectual de la persona. Esto puede ayudarnos a saber con quien vale o no la pena discutir conjuntamente un asunto para explorarlo mejor.
Conversando con un pseudo-intelectual, nos sentiremos rápidamente frustrados e indignados, porque estamos luchando con su dogmatismo, arrogancia, terquedad y limitación intelectual; en cambio, con un intelectual, aun si diferimos radicalmente de él, nos sentiremos enriquecidos intelectualmente, y deseosos de seguir comunicándonos y manteniendo un diálogo abierto con esa persona para beneficio mutuo.
El intelectual nos estimula a la reflexión y el análisis; el pseudo-intelectual, lo que nos estimula es cortar la comunicación con él y a mantenerlo a distancia.