Pues bien, ya les cuento...
Sucede que decidí hacer una pequeña broma a una chica de la uni, consistía en hablar realmente ridículo y cursi, una forma patética de acoso, pero a mi parecer le agradó un tanto.
El punto es que yo tuve la genial idea de reirme de ello en su cara, ¡gran, gran error!
¡Dios nos ampare de una mujer despechada!
Para no hacer el cuento largo, ella destruyó mi reputació
n de hombre-máquina impasible, estóica, heróica.
Ahora tendré que vivir bajo la imagen de un hombre sensible, y eso no puedo tolerarlo.