Me siento extremadamente mal. Miro a mi alrededor y no veo nada. Quiero salir y no salir. A lo mejor, ir más allá del límite de lo evidente. A lo peor, resignarme al reposo de la ignorancia. En cualquier caso, lo único que siento vívido es la sensación de fracaso, y la indescriptible punzada del eterno nudo en la garganta y el deseo de prorrumpir en lágrimas amargas.