Esto es de lo más extraño: en cuestión de meses he pasado de ser esquizoide a ser hiperafectivo. ¿Incidio de una mayor salud mental? Yo lo veo más bien como un desequilibrio. Como los circunloquios agonizantes de una psique moribunda. Como las pinceladas neoplásicas de un organismo ensimismado en su originaria autodestrucción. Como ir inexorablemente a la deriva en un buque inglés tras una de las batallas navales de la Primera Guerra Mundial mientras un capitán avinagrado me chilla:
Shite! Shut your bloody mouth and get back to work, kiddo!
A pesar de que no me rodeo de mucha gente, reparto besos y abrazos por doquier. Mi familia, desde otro ángulo, está desconcertada ante mi incipiente dependencia emocional con respecto a ellos. Les quiero demasiado. En realidad, quiero a todo el mundo demasiado. No entiendo por qué la gente es tan fría y distante. Me gustaría amarles sin término. Amor puro, ¿entendéis? Sin la disonancia de la lascivia entre medias. Para ejemplificar, la semana pasada tuve una entrevista con dos psicólogas. Eran ambas preciosas. De inmediato pensé que me gustaría morirme junto a ellas. Aunque no las conocía en absoluto, sentía mucho apego hacia ellas. Tanto lo mismo acaece en cualquier otra relación, digamos, superficial o subdesarrollada que tengo... Ojalá ellos (el mundo) supieran lo que siento por ellos. Incluso aquí mismo, en el minichat, he cogido afecto a gente que me ha sido afín. Es alarmante.
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