O debería dárnoslo, al menos. Desde hace casi un año tengo un Nexus 4, teléfono móvil distribuido por Google y, lógicamente, con un sistema operativo Android. Desde hace años uso Gmail y otros servicios de Google como Youtube, Drive, Docs, Picasa, Maps…
No mentiré si digo que la unificación de cuentas de Google me pareció una buena idea y facilitó mucho mi día a día. Tener todos los calendarios, contactos, y registros de cualquier tipo vinculados a Google con un solo login hace mi vida más placentera y eficaz.
Hasta ahí, bien. Pero uno que ha visto muchas pelis de ciencia ficción en la que las máquinas se rebelan, está advertido de que todo empieza con una sonrisilla nerviosa. Ay, qué gracia. Y a la hora y media, todos esclavos si no lo remedia el Will Smith de turno. En mi caso, la sonrisilla llegó cuando mi móvil me avisó a través de una notificación de que el vuelo que debía coger esa misma tarde se había retrasado 10 minutos.
Ojo ahí, porque en ningún momento puse ese vuelo en mi calendario ni hice ninguna gestión ni registro de ningún tipo. Pero ellos (Google) sabían que iba a coger ese avión y sabían, ya de paso, que iba tarde. La segunda vez que me pasó ya deduje lo que pasaba: Gmail detecta tarjetas de embarque mandadas por email y las computa como citas en el calendario.
Hasta ahí, bien también, a pesar de la risilla nerviosa. Hoy me ha vuelto a pasar una semejante, pero más gorda. Las fotos que hago con el móvil se suben directamente a Picasa (y no se publican, que yo sepa, de momento…). Hasta ahí, bien también. Pero resulta que cuando Google detecta cierto patrón, deduce que estás de viaje y te monta un álbum.
¿Cómo? Pues lo que lees. En mi móvil acaba de salir una notificación que me avisa de que mi historia “Viaje a Empuriabrava” está lista y me pregunta si la quiero compartir. Alucino. Sí, estuve una semana en Empuriabrava (trabajando) y sí, eché fotos. Pero (que yo sepa) no las catalogo ni las localizo ni las vinculo entre ellas de ninguna forma. Pero Google sabe más. Sabe mucho. Sabe demasiado.
Detecta que hay varias fotos echas fuera de mi residencia habitual y consistentemente en el mismo sitio (Empuriabrava). Así que las agrupa por localización, las organiza por días y te monta una proyección de diapositivas chulísima en la que solo tienes que añadir el texto.
Oye, cojonudo. Cojonudo si no fuera porque YO NO QUIERO HACER UN ÁLBUM DE MI VIAJE A EMPURIABRAVA NI QUIERO QUE MI MÓVIL SEPA TANTO DE MÍ. No por nada, sino porque igual que sabe esto, puede saber muchas cosas más, cosas que yo no quiero sepa. Cosas que no quiero compartir porque mi vida es mía y de la gente con la que YO decido compartirla. Y porque el problema no es que lo sepa mi móvil sino lo que hay detrás: probablemente la empresa más poderosa del mundo en cuanto a información de sus usuarios se refiere. Da miedo. O debería.