Estoy aburrido...
Y en ese solitario atardecer del alma, pudo otear el refulgir de los caballos sagrados y de los escudos dorados de los jinetes del apocalipsis. Venían a por ella, y en su pozo de soledad, de vació eterno, pudo sentir un fulgor de esperanza pues todo lo muerto volvía al cauce del río del devenir. Los pasos andados regresaban a su cenit, todos los besos y cicatrices del corazón marcaron el compás en la armonía de la creación. Cada pasión cada verdad se convertían en energía binaria cuantificada por un procesador de ultima generación. Y fue al descubrir el origen de su vació, los otros, la fuente de su esperanza, los sueños, cuando comprendió que nunca más volvería a tener la oportunidad de volver a equivocarse.
Así que presiono fuerte sobre corazón todo deseo conmensurable de agitación precavida, por la agitación del eterno retorno en la parusia de la creación. Y ensimismada en la lujuria de la violencia gratuita monto en su corcel negro, rebosante de furia.
El infinito se abría ante ella, y la muerte reinaba por doquier en ese terrido paisaje de desolación. Solo unos zombies sin alma parecían mantener la calma, mientras las mujeres protegían a sus hijos. Pero ella, soportando los cánticos de las siete trompetas invocó con un grito gutural a la diosa justicia, para que así derrimiera las falsas esperanzas de aquellas bellas almas que se resistían a tan aciago destino.
Blandiendo la espada, más allá del bien y del mal, decapito, seccionó, acometió, a base de críticos, bonus y fatalitis hasta que el holocausto de la sangre baño su cuerpo y el Cristo redentor amaneció en la morada de la muerte.
Ante sus ojos pudo ver a Jesus con su coro de ángeles cantando la salmodia de la purificación. Pero la sangre portadora de tantas infecciones y males, hábitat de las almas decrepitas, le ahincaba a rubricar un final de leyenda.
Blandiendo la espada del caos y muerte, mancilló el corazón de Cristo con una única estocada mortal. Él ni se inmuto, y adoptando la posición del Bodhisattva, agarro con dulzura la espada, mientras escupía la sangre de los condenados y se regocijaba amando y despidiendo espíritus por doquier. La emanación de pureza de la sangre de Cristo sacralizaba toda maldad carnal de la raza humana, y convertía a la muerte en pura antesala de la salvación.
Un umbral luminoso se cernió sobre la batalla, y el brillo de la verdad acaricio el suave cabello de la guerrera.
Su respiración se entrecortó y por fin entendió la melodía de las 7 trompetas, eracomo el mesías Hendel, una sonata de su eterna lucha. E hincada de rodillas ante el dios del amor y la piedad, que había vuelto a dar su vida por los pobres y moribundos. No pudo sentir sino que se liberaba de la carga de la soledad, de las batallas con el teclado, con el secador, y sus orgías insatisfechas. Y en el fraguar de la contienda, pude verse elevar más allá de la gravedad, desafiando toda ley de la naturaleza y dispuesta a trascender la vida material.
Y así lo pudo ver, vio un mundo de luz, un mundo de claridad, en la que sus sueños se veían cumplidos. Y entonces lo comprendió. Estos eran los motivos de su guerra. Ella luchaba por el amor, y por el amor mataba en negros pantanos ponzoñosos el alma de los Trolls.
Solo fue un estallido, un presentimiento. Primero fue el Verbo y de la nada creó el Khosmos. No podía hablar, no podía expresarse, pero sintió una presencia que le reconfortaba.
Miró a esa presencia y lo supo: Ella era una niña y estaba en manos de su madre.
Sí, voy borasho...
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