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Antiguo 05-ago-2012  

Corriendo el riesgo de ser banneado y que mi cuenta sea borrada por el administrador del foro quería compartir un relato de un autor prohibido en el foro, Jorge Luis ******.
Me pareció interesante exponer esto acá ya que el relato habla sobre un adolescente que a raíz de un accidente adquiere una capacidad de memorización no volatil. Esto a simple vista se podría ver como una virtud asombrosa pero como todos acá sabemos hay muchas experiencias y recuerdos que nos gustaría borrarlos para siempre de nuestra memoria o taparlos para que no nos perturben, entonces ahí estaría la tragedia de este hombre que no puede dejar de memorizar todo lo que ve y vive.
Así es que acá lo dejo, que lo disfruten
Dejo también una versión en mp3 al final para el que no quiera leerlo y le parezca más cómodo escucharlo.

Saludos

Jorge Luis ******
(1899–1986)


Funes El Memorioso
(Artificios, 1944;
Ficciones, 1944)



Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto) con una oscura pasionaria en la mano, viéndola como nadie la ha visto, aunque la mirara desde el crepúsculo del día hasta el de la noche, toda una vida entera. Lo recuerdo, la cara taciturna y aindiada y singularmente remota, detrás del cigarrillo. Recuerdo (creo) sus manos afiladas de trenzador. Recuerdo cerca de esas manos un mate, con las armas de la Banda Oriental; recuerdo en la ventana de la casa una estera amarilla, con un vago paisaje lacustre. Recuerdo claramente su voz; la voz pausada, resentida y nasal del orillero antiguo, sin los silbidos italianos de ahora. Más de tres veces no lo vi; la última, en 1887... Me parece muy feliz el proyecto de que todos aquellos que lo trataron escriban sobre él; mi testimonio será acaso el más breve y sin duda el más pobre, pero no el menos imparcial del volumen que editarán ustedes. Mi deplorable condición de argentino me impedirá incurrir en el ditirambo —género obligatorio en el Uruguay, cuando el tema es un uruguayo. Literato, cajetilla, porteño: Funes no dijo esas injuriosas palabras, pero de un modo suficiente me consta que yo representaba para él esas desventuras. Pedro Leandro Ipuche ha escrito que Funes era un precursor de los superhombres; “Un Zarathustra cimarrón y vernáculo”; no lo discuto, pero no hay que olvidar que era también un compadrito de Fray Bentos, con ciertas incurables limitaciones.
Mi primer recuerdo de Funes es muy perspicuo. Lo veo en un atardecer de marzo o febrero del año ochenta y cuatro. Mi padre, ese año, me había llevado a veranear a Fray Bentos. Yo volvía con mi primo Bernardo Haedo de la estancia de San Francisco. Volvíamos cantando, a caballo, y ésa no era la única circunstancia de mi felicidad. Después de un día bochornoso, una enorme tormenta color pizarra había escondido el cielo. La alentaba el viento del Sur, ya se enloquecían los árboles; yo tenía el temor (la esperanza) de que nos sorprendiera en un descampado el agua elemental. Corrimos una especie de carrera con la tormenta. Entramos en un callejón que se ahondaba entre dos veredas altísimas de ladrillo. Había oscurecido de golpe; oí rápidos y casi secretos pasos en lo alto; alcé los ojos y .vi un muchacho que corría por la estrecha y rota vereda como por una estrecha y rota pared. Recuerdo la bombacha, las alpargatas, recuerdo el cigarrillo en el duro rostro, contra el nubarrón ya sin límites. Bernardo le gritó imprevisiblemente: ¿Qué horas son, Ireneo? Sin consultar el cielo, sin detenerse, el otro respondió: Faltan cuatro mínutos para las ocho, joven Bernardo Juan Francisco. La voz era aguda, burlona.
Yo soy tan distraído que el diálogo que acabo de referir no me hubiera llamado la atención si no lo hubiera recalcado mi primo, a quien estimulaban (creo) cierto orgullo local, y el deseo de mostrarse indiferente a la réplica tripartita del otro.
Me dijo que el muchacho del callejón era un tal Ireneo Funes, mentado por algunas rarezas como la de no darse con nadie y la de saber siempre la hora, como un reloj. Agregó que era hijo de una planchadora del pueblo, María Clementina Funes, y que algunos decían que su padre era un médico del saladero, un inglés O'Connor, y otros un domador o rastreador del departamento del Salto. Vivía con su madre, a la vuelta de la quinta de los Laureles.
Los años ochenta y cinco y ochenta y seis veraneamos en la ciudad de Montevideo. El ochenta y siete volví a Fray Bentos. Pregunté, como es natural, por todos los conocidos y, finalmente, por el “cronométrico Funes”. Me contestaron que lo había volteado un redomón en la estancia de San Francisco, y que había quedado tullido, sin esperanza. Recuerdo la impresión de incómoda magia que la noticia me produjo: la única vez que yo lo vi, veníamos a caballo de San Francisco y él andaba en un lugar alto; el hecho, en boca de mi primo Bernardo, tenía mucho de sueño elaborado con elementos anteriores. Me dijeron que no se movía del catre, puestos los ojos en.la higuera del fondo o en una telaraña. En los atardeceres, permitía que lo sacaran a la ventana. Llevaba la soberbia hasta el punto de simular que era benéfico el golpe que lo había fulminado... Dos veces lo vi atrás de la reja, que burdamente recalcaba su condición de eterno prisionero: una, inmóvil, con los ojos cerrados; otra, inmóvil también, absorto en la contemplación de un oloroso gajo de santonina.
No sin alguna vanagloria yo había iniciado en aquel tiempo el estudio metódico del latin. Mi valija incluía el De viris illustribus de Lhomond, el Thesaurus de Quicherat, los comentarios de Julio César y un volumen impar de la Naturalis historia de Plinio, que excedía (y sigue excediendo) mis módicas virtudes de latinista. Todo se propala en un pueblo chico; Ireneo, en su rancho de las orillas, no tardó en enterarse del arribo de esos libros anómalos. Me dirigió una carta florida y ceremoniosa, en la que recordaba nuestro encuentro, desdichadamente fugaz, “del día siete de febrero del año ochenta y cuatro”, ponderaba los gloriosos servicios que don Gregorio Haedo, mi tío, finado ese mismo año, “había prestado a las dos patrias en la valerosa jornada de Ituzaingó”, y me solicitaba el préstamo de cualquiera de los volúmenes, acompañado de un diccionario “para la buena inteligencia del texto original, porque todavía ignoro el latín”. Prometía devolverlos en buen estado, casi inmediatamente. La letra era perfecta, muy perfilada; la ortografía, del tipo que Andrés Bello preconizó: i por y, j por g. Al principio, temí naturalmente una broma. Mis primos me aseguraron que no, que eran cosas de Ireneo. No supe si atribuir a descaro, a ignorancia o a estupidez la idea de que el arduo latín no requería más instrumento que un diccionario; para desengañarlo con plenitud le mandé el Gradus ad Parnassum de Quicherat. y la obra de Plinio:
El catorce de febrero me telegrafiaron de Buenos Aires que volviera inmediatamente, porque mi padre no estaba “nada bien”. Dios me perdone; el prestigio de ser el destinatario de un telegrama urgente, el deseo de comunicar a todo Fray Bentos la contradicción entre la forma negativa de la noticia y el perentorio adverbio, la tentación de dramatizar mi dolor, fingiendo un viril estoicismo, tal vez me distrajeron de toda posibilidad de dolor. Al hacer la valija, noté que me faltaban el Gradus y el primer tomo de la Naturalis historia. El “Saturno” zarpaba al día siguiente, por la mañana; esa noche, después de cenar, me encaminé a casa de Funes. Me asombró que la noche fuera no menos pesada que el día.
En el decente rancho, la madre de Funes me recibió. Me dijo que Ireneo estaba en la pieza del fondo y que no me extrañara encontrarla a oscuras, porque Ireneo sabía pasarse las horas muertas sin encender la vela. Atravesé el patio de baldosa, el corredorcito; llegué al segundo patio. Había una parra; la oscuridad pudo parecerme total. Oí de pronto la alta y burlona voz de Ireneo. Esa voz hablaba en latín; esa voz (que venía de la tiniebla) articulaba con moroso deleite un discurso o plegaria o incantación. Resonaron las sílabas romanas en el patio de tierra; mi temor las creía indescifrables, interminables; después, en el enorme diálogo de esa noche, supe que formaban el primer párrafo del vigésimocuarto capítulo del libro séptimo de la Naturalis historia. La materia de ese capítulo es la memoria; las palabras últimas fueron ut nihil non usdem verbis redderetur auditum.
Sin el menor cambio de voz, Ireneo me dijo que pasara. Estaba en el catre, fumando. Me parece que no le vi la cara hasta el alba; creo rememorar el ascua momentánea del cigarrillo. La pieza olía vagamente a humedad. Me senté; repetí la historia del telegrama y de la enfermedad de mi padre. Arribo, ahora, al más dificil punto de mi relato. Este (bueno es que ya lo sepa el lector) no tiene otro argumento que ese diálogo de hace ya medio siglo. No trataré de reproducir sus palabras, irrecuperables ahora. Prefiero resumir con veracidad las muchas cosas que me dijo Ireneo. El estilo indirecto es remoto y débil; yo sé que sacrifico la eficacia de mi relato; que mis lectores se imaginen los entrecortados períodos que me abrumaron esa noche.
Ireneo empezó por enumerar, en latín y español, los casos de memoria prodigiosa registrados por la Naturalis historia: Ciro, rey de los persas, que sabía llamar por su nombre a todos los soldados de sus ejércitos; Mitrídates Eupator, que administraba la justicia en los 22 idiomas de su imperio; Simónides, inventor de la mnemotecnia; Metrodoro, que profesaba el arte de repetir con fidelidad lo escuchado una sola vez. Con evidente buena fe se maravilló de que tales casos maravillaran. Me dijo que antes de esa tarde lluviosa en que lo volteó el azulejo, él había sido lo que son todos los cristianos: un ciego, un sordo, un abombado, un desmemoriado. (Traté de recordarle su percepción exacta del tiempo, su memoria de nombres propios; no me hizo caso.) Diecinueve años había vivido como quien sueña: miraba sin ver, oía sin oír, se olvidaba de todo, de casi todo. Al caer, perdió el conocimiento; cuando lo recobró, el presente era casi intolerable de tan rico y tan nítido, y también las memorias más antiguas y más triviales. Poco después averiguó que estaba tullido. El hecho apenas le interesó. Razonó (sintió) que la inmovilidad era un precio mínimo. Ahora su percepción y su memoria eran infalibles.
Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra. Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez y con las líneas de la espuma que un remo levantó en el Río Negro la víspera de la acción del Quebracho. Esos recuerdos no eran simples; cada imagen visual estaba ligada a sensaciones musculares, térmicas, etc. Podía reconstruir todos los sueños, todos los entresueños. Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero. Me dijo: Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo. Y también: Mis sueños son como 1a vigilia de ustedes. Y también, hacia el alba: Mi memoría, señor, es como vacíadero de basuras. Una circunferencia en un pizarrón, un triángulo rectángulo, un rombo, son formas que podemos intuir plenamente; lo mismo le pasaba a Ireneo con las aborrascadas crines de un potro, con una punta de ganado en una cuchilla, con el fuego cambiante y con la innumerable ceniza, con las muchas caras de un muerto en un largo velorio. No sé cuántas estrellas veía en el cielo.
Esas cosas me dijo; ni entonces ni después las he puesto en duda. En aquel tiempo no había cinematógrafos ni fonógrafos; es, sin embargo, inverosímil y hasta increíble que nadie hiciera un experimento con Funes. Lo cierto es que vivimos postergando todo lo postergable; tal vez todos sabemos profundamente que somos in—mortales y que tarde o temprano, todo hombre hará todas las cosas y sabrá todo.
La voz de Funes, desde la oscuridad, seguía hablando..
Me dijo que hacia 1886 había discurrido un sistema original de numeración y que en muy pocos días había rebasado el veinticuatro mil. No lo había escrito, porque lo pensado una sola vez ya no podía borrársele. Su primer estímulo, creo, fue el desagrado de que los treinta y tres orientales requirieran dos signos y tres palabras, en lugar de una sola palabra y un solo signo. Aplicó luego ese disparatado principio a los otros números. En lugar de siete mil trece, decía (por ejemplo) Máximo Pérez; en lugar de siete mil catorce, El Ferrocarril; otros números eran Luis Melián Lafinur, Olimar, azufre, los bastos, la ballena, gas, 1a caldera, Napoleón, Agustín vedia. En lugar de quinientos, decía nueve. Cada palabra tenía un signo particular, una especie marca; las últimas muy complicadas... Yo traté explicarle que esa rapsodia de voces inconexas era precisamente lo contrario sistema numeración. Le dije decir 365 tres centenas, seis decenas, cinco unidades; análisis no existe en los “números” El Negro Timoteo o manta de carne. Funes no me entendió o no quiso entenderme.
Locke, siglo XVII, postuló (y reprobó) idioma imposible en el que cada cosa individual, cada piedra, cada pájaro y cada rama tuviera nombre propio; Funes proyectó alguna vez un idioma análogo, pero lo desechó por parecerle demasiado general, demasiado ambiguo. En efecto, Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado. Resolvió reducir cada una de sus jornadas pretéritas a unos setenta mil recuerdos, que definiría luego por cifras. Lo disuadieron dos consideraciones: la conciencia de que la tarea era interminable, la conciencia de que era inútil. Pensó que en la hora de la muerte no habría acabado aún de clasificar todos los recuerdos de la niñez.
Los dos proyectos que he indicado (un vocabulario infinito para serie natural de los números, un inútil catálogo mental de todas las imágenes del recuerdo) son insensatos, pero revelan cierta balbuciente grandeza. Nos dejan vislumbrar o inferir el vertiginoso mundo de Funes. Éste, no lo olvidemos, era casi incapaz de ideas generales, platónicas. No sólo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente). Su propia cara en el espejo, sus propias manos, lo sorprendían cada vez. Refiere Swift que el emperador de Lilliput discernía el movimiento del minutero; Funes discernía continuamente los tranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga. Notaba los progresos de la muerte, de la humedad. Era el solitario y lúcido espectador de un mundo multiforme, instantáneo y casi intolerablemente preciso. Babilonia, Londres y Nueva York han abrumado con feroz esplendor la imaginación de los hombres; nadie, en sus torres populosas o en sus avenidas urgentes, ha sentido el calor y la presión de una realidad tan infatigable como la que día y noche convergía sobre el infeliz Ireneo, en su pobre arrabal sudamericano. Le era muy difícil dormir. Dormir es distraerse del mundo; Funes, de espaldas en el catre, en la sombra, se figuraba cada grieta y cada moldura de las casas precisas que lo rodeaban. (Repito que el menos importante de sus recuerdos era más minucios y más vivo que nuestra percepción de un goce físico o de un tormento físico.) Hacia el Este, en un trecho no amanzanado, había casas nuevas, desconocidas. Funes las imaginaba negras, compactas, hechas de tiniebla homogénea; en esa dirección volvía la cara para dormir. También solía imaginarse en el fondo del río, mecido y anulado por la corriente.
Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos.
La recelosa claridad de la madrugada entró por el patio de tierra.
Entonces vi la cara de la voz que toda la noche había hablado. Ireneo tenía diecinueve años; había nacido en 1868; me pareció monumental como el bronce, más antiguo que Egipto, anterior a las profecías y a las pirámides. Pensé que cada una de mis palabras (que cada uno de mis gestos) perduraría en su implacable memoria; me entorpeció el temor de multiplicar ademanes inútiles.
Ireneo Funes murió en 1889, de una congestión pulmonar.


Y acá va el audio

http://www.ivoox.com/capitulo-cinco-...1336158_1.html
 
Antiguo 05-ago-2012  

Se te va a extranar Aluigi. Tus posts eran interesantes, no sé por qué ahora se te ocurrió postear sobre aquel escritor cuyo apellido no debe ser mencionado.

Parece interesante. Lo leí así nomas y no le entendí mucho.Ya lo leeré mejor.

Última edición por psiche; 05-ago-2012 a las 02:46.
 
Antiguo 05-ago-2012  

o si, el cuento de "ya sabes quien", no entiendo porque no se puede escribir su apellido

Recuerdo que lo analizamos en una clase y me costo mucho tratar de descifrar algo más allá de lo literal que escribe, bueno en realidad con todos los autores es un trabajo tratar de entender lo que quieren decir.

Funes adquirió una gran capacidad de memoria luego del accidente, sin embargo era incapaz de pensar o de tener ideas platónicas, por ejemplo era necesario diferenciar para el entre la palabra perro y el perro de la terminal, visto de perfil a las 3:14, también de ah{i el sistema de numeración, en el que cada n{umero tenia una palabra propia.

Luego del accidente en realidad Funes murió, seguía con sus funciones fisiológicas, pero era un almacén de recuerdos y de información, incapaz de extraer alguna conclusión de dicha información, de realizar deducciones o inducciones. Esto es una reflexión para la ciencia ya que se basa en obtener datos pero, tratar de obtener algo de esos datos.

Funes era muy detallista, tenia una gran capacidad para diferenciar cosas, pero eso no le sirvió de nada sin lo otro que es a partir de los detalles, extraer alguna conclusión. Algo así entendimos también al leer el zahir, otro cuento de ficciones.

Es un gran autor, pero es para leerlo con diccionario al lado y es muy posible que lo que haya querido decir no sea eso, sino solo complicarnos la vida tratando de descifrarlo.
 
Antiguo 05-ago-2012  

Cita:
Iniciado por psiche Ver Mensaje
Se te va a extranar Aluigi. Tus posts eran interesantes, no sé por qué ahora se te ocurrió postear sobre aquel escritor cuyo apellido no debe ser mencionado.
Cita:
Iniciado por verdespraderas Ver Mensaje
o si, el cuento de "ya sabes quien", no entiendo porque no se puede escribir su apellido
Es que hay una fuerte censura en este lugar y ya veo que me voy a tener que exiliar en otro foro por nombrar a ese escritor maldito dos veces

Cita:
Recuerdo que lo analizamos en una clase y me costo mucho tratar de descifrar algo más allá de lo literal que escribe, bueno en realidad con todos los autores es un trabajo tratar de entender lo que quieren decir.
Si la verdad que si y a veces quizás nos esforzamos mucho en tratar de entender algo cuyo mensaje finalmente era algo muy simple. Pero es como que uno siempre tiene esa tendencia de ir siempre por el camino difícil (por lo menos es mi caso), no sé por qué será así la verdad.

Cita:
Es un gran autor, pero es para leerlo con diccionario al lado y es muy posible que lo que haya querido decir no sea eso, sino solo complicarnos la vida tratando de descifrarlo.
Según lo que tenía entendido, al escribirlo intentó hacer alusión al insomio y lo que tuvo el personaje principal del relato fue una Hipertimesia.

Más bien mi relación iba dirigida al hecho de que nosotros también acumulamos muchos sucesos irrelevantes como insultos, malos tratos y otras experiencias desagradables. A veces esos recuerdos cuando uno está en un estado depresivo vienen a la mente y me son incapaces de controlarlos, me desbordan y me es difícil pensar en que ya son cosas del pasado sin importancia o borrarlos de forma permanente de mi cerebro.
Lo mismo me pasa con la sobrecarga de información de la que hablé en otro hilo; llegado un momento del día me siento harto de todo, no quiero acumular más nada en mi cerebro e irme a mi casa a descansar.
Hace ya un tiempo cuando empecé la carrera de ingeniería estaba acostumbrado a estudiar todo de memoria y durante el primer año sufría terriblemente porque mi cerebro era un balde lleno de fórmulas e información sin sentido que fácilmente podía tenerlas en un papel o deducirlas de otra manera. Así como el protagonista del relato acumulaba cosas inútiles todo el tiempo y quería apagar la luz de mi habitación, tirar los libros a la basura e irme a dormir para no tener que acumular más nada en mi cerebro.

Por todo esto iba principalmente la relación que hice con este personaje y si ****** xD quiso decir otra cosa con su relato entonces que me disculpe también xD

Saludos y gracias por comentar

Última edición por Aluigi; 05-ago-2012 a las 06:51.
 
Antiguo 05-ago-2012  

¿Que está prohibido mentar a Jorge Luis B-O-R-G-E-S en este foro? ¿Y eso ?

Última edición por Mendiburu; 05-ago-2012 a las 11:29.
 
Antiguo 05-ago-2012  

¿Que pasa con JORGE LUIS B.O.R.G.E.S por qué no se le puede mencionar? ami personalmente me ha encantado el relato, espero que sea una broma lo de mencionar su nombre..
 
Antiguo 05-ago-2012  

Cita:
Iniciado por Mendiburu Ver Mensaje
¿Que está prohibido mentar a Jorge Luis B-O-R-G-E-S en este foro? ¿Y eso ?
Cita:
Iniciado por TaylerD Ver Mensaje
¿Que pasa con JORGE LUIS B.O.R.G.E.S por qué no se le puede mencionar? ami personalmente me ha encantado el relato, espero que sea una broma lo de mencionar su nombre..
Yo no sé, es mala palabra parece. Se ve que el que armó el listado de palabras prohibidas no le gustaba ese escritor
 
Antiguo 06-ago-2012  

Como ya había comentado en ¿Qué opinan de mi miserable vida? y Controlar los sueños, yo no suelo olvidar gran parte de lo que he vivido.

El año pasado leí un artículo en una revista que la hipermnesia podía estar relacionada con el TOC acumulador. Eso podría ser cierto porque en mi caso (no estoy seguro si en mi caso sea hipermnesia, sin embargo debe ser algo similar porque también está relacionado con la memoria autobiográfica a detalle), uno de mis temores que me provocan ansiedad es olvidar algún recuerdo de lo que he vivido, y esa sensación es la que tengo al no poderme deshacer de un objeto sin valor o perder alguna pertenencia. En gran parte del tiempo, mi mente está constantemente recordando cientos de momentos de mi vida. Si veo algún objeto que obtuve en mi infancia, me viene a la mente cientos de recuerdos de todo lo que hice con ese objeto que observo, de igual forma recuerdo lo que pensaba y sentía.

El 10 de junio de 2012, iba a comentar algo relacionado en el hilo Alguno tenéis alguno de estos síntomas?, debido a que algunos mencionaron que una característica del TOC, supuestamente podía ser la pérdida de memoria, siendo que yo lo tengo diagnosticado y puedo recordar hasta hechos muy triviales para el resto de las personas, lamentablemente por mi inseguridad, fue uno de mis cientos de mensajes que he cancelado, desde el día en que me registré en este foro.

El hecho de recordar muchas vivencias, a su vez provoca que en variadas ocasiones me sienta ninguneado en los foros de Internet, porque por ejemplo, cuando suelo interactuar con algún usuario X, y después de ese hecho no vuelvo a toparme con ese usuario X, hasta que transcurren varios meses o incluso años, por mi parte yo sigo recordando el momento en que interactué con aquel usuario X, sin embargo ese usuario no recuerda aquel momento en el que interactuamos, lo que me causa frustración, porque no me gusta que las personas olviden alguna interacción que tuvieron conmigo. Muchas personas que he conocido en otros foros de Internet, terminaron por borrarme del MSN después de varios meses de inactividad, porque no se acordaban de mí.

Un ejemplo reciente, es que ni siquiera recordaron que yo había participado en dos ocasiones en el hilo Juego de letras , por lo que en mi tercera participación me pusieron por segunda ocasión en la lista, y casi estoy seguro que si vuelvo a participar, aparecería tres veces en la lista.

Peor aún, es cuando uno se cruza en Internet por ejemplo, a alguien que uno conoció en la infancia, y no recuerda quién soy, pero uno recuerda perfectamente cada momento con el que se interactuó con esa persona.
 
Antiguo 06-ago-2012  

en mi opinión personal.. bor-ges es una mier-da así q está bien q se lo censure como si diria mierda

es patético a lo q puede llegar un escritor para lograr ser premiado...

a diferencia de sábato donde los premios le llegaban solos

o el chileno pablo neruda ganador del nobel

y ése es el premio por el cual TANTO escribió bor-ges...

y por competir contra neruda... y tratar de ganar el nobel... su escritura paso de ser un arte, en un objeto de conformismo europeo, perdiendo la neutralidad, justicia, denuncia, incondicionamiento propio con la cual el texto de un escritor debe contener...

bor-ges, el vendido, el desequilibrado, el derechista, golpista y franquista

ni su pacto con el diablo le valió para ganar el premio nobel...

mejor le hubiera sido seguir sus corazonadas, tal como neruda, con poemas, con canciones inciertas, erradas, vacilantes...

en vez de TANTA PROSA PERFECTA, bor-ges me da asco

o sábato, la humildad hecha texto, plasmada en un libro... hablando de cuantas ciencias exactas, dando a conocer al mas ignorante ciencias como la relatividad o el amor, QUÉ ARTE!!!

sólo premios europeos mi amigo bor-ges.. sólo premios de la realeza... pero la plebe... nooooo mi amigo, la plebe no es tonta, no se deja engañar

la plebe PREFIERE A CORTÁZAR

al REBELDE

porque la verdad duele, pero SANA RÁPIDO

las mentiras mi amigo bor-ges... por mas grandes y elocuentes q sean... no alcanzan a tapar tantas muertes las cuales estuviste de acuerdo...

Cita:
JORGE LUIS ******: "Yo no tengo simpatía por Franco. Pero si no fuese por Franco, España sería hoy una Cuba más peligrosa"
en qué qedamos??? simpatía o nó??? mi amigo no puedes dejar a todos conformes... a los pobres no puedes engañar

de ésa misma manera... bor-ges trató de aparentar estar "con el pueblo" pero dejando en claro, q el poder no sea del pueblo...

el pueblo no es tonto, se da cuenta cuando lo atacan por la espalda

sólo conformaba a los acomodados

lectura cómoda, q no duele

lectura q no duele

para cómodos

..................................

quien se anima a contarse uno de cortázar??

yo me animo

Cita:
Yo tuve un hermano.
No nos vimos nunca pero no importaba.
Yo tuve un hermano que iba por los montes mientras yo dormía.
Lo quise a mi modo, le tomé su voz libre como el agua, caminé de a ratos cerca de su sombra.
No nos vimos nunca pero no importaba, mi hermano despierto mientras yo dormía, mi hermano mostrándome detrás de la noche su estrella elegida.
JULIO CORTÁZAR(octubre de 1967)

perdón a los presentes

pero ... bueno... es mi opinión, si mi ofensa es muy grave, edito y borro.

saludos y gracias
 
Antiguo 06-ago-2012  

Me gustan algunos cuentos de B-orges incluyendo éste.
Debe ser terrible recordarlo todo, tan importante como recordar es olvidar, o seleccionar, pensar. Me recuerda a “El inmortal” por el tema del infinito.
No podría decir que no me gusta, simplemente me aburre -en general- porque se me escapa al entendimiento.


Cita:
Iniciado por diegofernando_78 Ver Mensaje
en mi opinión personal.. bor-ges es una mier-da así q está bien q se lo censure como si diria mierda

es patético a lo q puede llegar un escritor para lograr ser premiado...

a diferencia de sábato donde los premios le llegaban solos

o el chileno pablo neruda ganador del nobel

y ése es el premio por el cual TANTO escribió bor-ges...

y por competir contra neruda... y tratar de ganar el nobel... su escritura paso de ser un arte, en un objeto de conformismo europeo, perdiendo la neutralidad, justicia, denuncia, incondicionamiento propio con la cual el texto de un escritor debe contener...

bor-ges, el vendido, el desequilibrado, el derechista, golpista y franquista

ni su pacto con el diablo le valió para ganar el premio nobel...

mejor le hubiera sido seguir sus corazonadas, tal como neruda, con poemas, con canciones inciertas, erradas, vacilantes...

en vez de TANTA PROSA PERFECTA, bor-ges me da asco

o sábato, la humildad hecha texto, plasmada en un libro... hablando de cuantas ciencias exactas, dando a conocer al mas ignorante ciencias como la relatividad o el amor, QUÉ ARTE!!!

sólo premios europeos mi amigo bor-ges.. sólo premios de la realeza... pero la plebe... nooooo mi amigo, la plebe no es tonta, no se deja engañar

la plebe PREFIERE A CORTÁZAR

al REBELDE

porque la verdad duele, pero SANA RÁPIDO

las mentiras mi amigo bor-ges... por mas grandes y elocuentes q sean... no alcanzan a tapar tantas muertes las cuales estuviste de acuerdo...



en qué qedamos??? simpatía o nó??? mi amigo no puedes dejar a todos conformes... a los pobres no puedes engañar

de ésa misma manera... bor-ges trató de aparentar estar "con el pueblo" pero dejando en claro, q el poder no sea del pueblo...

el pueblo no es tonto, se da cuenta cuando lo atacan por la espalda

sólo conformaba a los acomodados

lectura cómoda, q no duele

lectura q no duele

para cómodos

..................................

quien se anima a contarse uno de cortázar??

yo me animo




perdón a los presentes

pero ... bueno... es mi opinión, si mi ofensa es muy grave, edito y borro.

saludos y gracias

diegofernando, el mismo B-orges se declaraba indigno de opinar en materia política, también desmereció su obra completa prueba de que no pretendía un premio (algunos dirán que es falsa humildad, yo descreo de esto), si se va a analizar el tema habría que ahondar más en sus opiniones públicas y no quedarse con una sola idea, es el riesgo de sacar las cosas de contexto...
Por poner un ejemplo, Salvador Dalí dejaba mucho que desear si se quieren llevar las opiniones a un terreno personal, no obstante sus aptitudes artísticas son innegables, dignas de admiración.
Por otra parte Cortazar me fascina, siento una profunda admiración por su obra y su compromiso social.
 
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