Sonriamos por encima de mil soles, a los abismos exteriores. Allí todo carece de sentido, en la quietud del vacío. Allí lo que hay es lo que uno trae consigo, puede que como en esta misma vida.
Quedo pasmado ante el optimista y le hago entrega de mi reverencia; sea para él la esperanza esquiva, el anhelo mutuo, el centelleo de un arroyo bajo un radiante sol (así yo lo he contemplado extasiado), una sonrisa ajena y sincera, una mirada que es una disculpa sin palabras.
No puedo desear feliz navidad porque para mí su sentido se ha difuminado hace tiempo ya. Voy a desear en cambio que nadie se rinda y que mantengamos todos el pulso con la vida, que nos hace sufrir a veces y al mismo tiempo nos sigue espoleando. Somos, todos, tan extraños, que a veces resulta absurdo sentir estos miedos que nos embargan. Y es cierto; dentro de mil millones de años ¿ qué quedará siquiera de nuestro recuerdo ? No seremos ni el suspiro de aquél que se apiada de los que le antecedieron. Nuestra vergüenza ya hará millones de años que se extinguió, será menos que la arena olvidada en cualquier desierto que formó parte de una roca hace innumerables siglos, así es. Del mismo modo que de tu mano se escurren los pequeños granos entre una infinitud de otros semejantes, así somos. En cierta forma esto puede ser un pensamiento aliviador. Nada de lo que hagamos o digamos perdurará para siempre, y sin embargo nos va a afectar plenamente en nuestro presente y a lo largo de nuestra vida; de lo que cada uno llegue a ser en concreto depende que con nosotros llevemos a ese vacío la semilla de una sonrisa o el continuo llanto. Elijamos...
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