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Respuesta
 
Antiguo 21-mar-2013  

BOTELLA AL MAR

Pongo estos seis versos en mi botella al mar
con el secreto designio de que algún día
llegue a una playa casi desierta
y un niño la encuentre y la destape
y en lugar de versos extraiga piedritas
y socorros y alertas y caracoles.

Mario Benedetti




PD: La idea es que posteéis una poesía que os guste y la ilustréis con una imagen.
 
Antiguo 21-mar-2013  



¡Qué lindo,
vengan a ver qué lindo!
En medio de la calle ha caído una estrella,
y un hombre enmascarado
por ver qué tiene adentro se está quemando en ella!
Hay un montón de gente con la vista en el suelo,
desde donde se eleva una gran luz azul
que se apaga y enciende en un relampagueo,
tal como si la estrella
se estuviese muriendo.

Vengan a ver qué lindo:
en medio de la calle ha caído una estrella;
y la gente asombrada
ha formado una rueda
para verla morir entre sus delumbrantes
boqueadas celestes!

Estoy frente a un prodigio.
—A ver quien me lo niega:—
en medio de la calle
ha caído una estrella.

Una Estrella. Fernán Silva Valdés.
 
Antiguo 21-mar-2013  

ANNABEL LEE

Sucedió hace muchos, muchos años,
en un reino junto al mar.
Allí vivía una doncella conocida
por el nombre de Annabel Lee;
y esa doncella no vivía con otro pensamiento
que el de amarme y que yo la amara.
Yo era un chiquillo y ella una chiquilla,
en aquel reino junto al mar:
Pero nos amábamos con un amor que era más que amor -
mi Annabel Lee y yo -.
Con un amor que los alados serafines del cielo
envidiaban de nosotros.
Y éste fue el motivo por el que, hace mucho tiempo,
en aquel reino junto al mar,
un viento llegó desde una nube, helando
a mi hermosa Annabel Lee;
entonces vino aquel hidalgo pariente suyo
y la apartó de mi lado,
para encerrarla en un sepulcro
en aquel reino junto al mar.
Los ángeles que no eran tan felices en el cielo,
nos tenían envidia
- ¡ Sí ! – éste fue el motivo ( como toda la gente sabe,
en aquel reino junto al mar )
para que el viento viniera por la noche desde la nube,
helando y matando a mi Annabel Lee.
Pero nuestro amor era mucho más fuerte que el amor
de aquellos que eran más viejos que nosotros
- de muchos que sabían más que nosotros -
y ni siquiera los ángeles allá arriba en cielo,
ni los demonios en las profundidades del mar,
podrán nunca separar mi alma del alma
de la hermosa Annabel Lee.
Jamás brilla la luna, sin que yo sueñe
con la hermosa Annabel Lee;
jamás salen las estrellas, sin que yo sienta los brillantes ojos
de la hermosa Annabel Lee;
y así, durante toda la noche, permanezco tendido al lado
de mi querida, mi querida, mi vida y mi novia
allá en el sepulcro junto al mar
en su tumba junto al mar sonoro.


Edgar Allan Poe



Última edición por Vincent; 21-mar-2013 a las 22:50.
 
Antiguo 21-mar-2013  

-La Tumba- ;
--

Mientras algunos sufren el sol, otros la sombra,
Unos huyen a la ciudad, otros a la eremita;
Sus objetivos son tantos como los caminos que toman
En la jornada de la vida; y esta tarea es la mía:
Pintar los sombríos horrores de la tumba;
El lugar designado para la cita,
Donde todos estos peregrinos se encuentran.
¡Tu socorro imploro, Rey Eterno! cuyo brazo
Fuerte sostiene las llaves del infierno y la muerte,
De aquella cosa temible, La Tumba.

Los hombres tiemblan cuando Tú los convocas:
La Naturaleza horrorizada se despoja de su firmeza
¡Ah, Cuán oscuros son tus extensos reinos,
Creciendo largo tiempo en deshechos pesarosos!
Donde sólo reina el silencio y la noche, la oscura noche,
Oscura como lo era el caos antes de que el sol
Comenzara a rodar, o de que sus rayos intentaran
Azotar la penumbra de tu profundidad.
La vela enferma, resplandeciendo tenuemente
A través de las bajas y brumosas bóvedas,
(Acariciando el lodo y la humedad mohosa)
Deja escapar un horror inabarcable,
Y sólo sirve para hacer tu noche más funesta.
Bien te conozco en la forma del Tejo,
¡Árbol triste y maligno! Que adora habitar
Entre los cráneos y ataúdes, epitafios y gusanos:
Donde rápidos fantasmas y sombras visionarias,
Bajo la pálida, fría luna (como es bien sabido)
Encapuchados realizan sus siniestras rondas,
¡Ninguna otra alegría tienes, árbol embotado!

Observad aquel santo templo, la piadosa labor
De nombres una vez célebres, ahora dudosos u olvidados,
Enterrados en la ruina de las cosas que fueron;
Allí yace sepultado el muerto más ilustre.
¡Escuchad, el viento se alza! ¡Escuchad cómo aulla!
Creo que nunca escuché un sonido tan triste:
Puertas que crujen, ventanas agitadas,
Y el pájaro hediondo de la noche,
Estafado en las espinas, gritando en los pasos sombríos
Su ronda negra y rígida, colgando
Con los fragmentos de escudos y armas andrajosas,
Enviando atrás sus sonidos, cargando el aire pesado
De los nichos bajos, las Mansiones de los muertos.
Despertados de sus sueños, las duras y severas filas
De espantosos espectros se movilizan,
Sonrisa horrible, obstinadamente malhumorados,
Pasan y vuelven a pasar, veloces como el paso de la noche.
¡Otra vez los chillidos del búho! ¡Canto sin gracia!
No escucharé más, pues hace que la sangre fluya helada.

Alrededor del túmulo, una fila de venerables olmos
Enseñan un espectáculo desigual,
Azotados por los rudos vientos; algunos
Desgarran sus grietas, sus troncos añejos,
Otros pierden vigor en sus copas, tanto
Que ni dos cuervos pueden habitar el mismo árbol.
Cosas extrañas, afirman los vecinos, han pasado aquí;
Gritos salvajes han brotado de las fosas huecas;
Los muertos han venido, han caminado por aquí;
Y la gran campana ha sonado: sorda, intacta.
(Tales historias se aclaman en la vigilia,
Cuando se acerca la encantada hora de la noche)

A menudo, en la oscuridad, he visto en el camposanto,
A través de la luz nocturna que se filtra por los árboles,
Al muchacho de la escuela, con sus libros en la mano,
Silbando fuerte para mantener el ánimo,
Apenas inclinándose sobre las largas piedras planas,
(Con el musgo creciendo apretado, con ortigas bordadas)
Que hablan de las virtudes de quien yace debajo.
Repentinamente él comienza, y escucha, o cree que escucha;
El sonido de algo murmurando en sus talones;
Rápido huye, sin atreverse a una mirada atrás,
Hasta que, sin aliento, alcanza a sus compañeros,
Que se reúnen para oír la maravillosa historia
De aquella horrible aparición, alta y pavorosa,
Que camina en la quietud de la noche, o se alza
Sobre alguna nueva tumba abierta; y huye (¡cosa asombrosa!)
Con la melodía evanescente del gallo.

También a la nueva viuda, oculto, he vislumbrado,
¡Triste visión! Moviéndose lenta sobre el postrado muerto:
Abatida, ella avanza enlutada en su pena negra,
Mientras mares de dolor borbotean de sus ojos,
Cayendo rápido por las mejillas frágiles,
Nutriendo la humilde tumba del hombre amado,
Mientras la atribulada memoria se atormenta,
En bárbara sucesión, reuniendo las palabras,
Las frases suaves de sus horas más cálidas,
Tenaces en su recuerdo: Todavía, todavía ella piensa
Que lo ve, y en la indulgencia de un pensamiento cariñoso
Se aferra aún más al césped insensato,
Sin observar a los caminantes que por allí pasan.

¡Tumba injusta! ¿cómo puedes separar, desgarrar
A quienes se han amado, a quienes el amor hizo uno?
Un lazo más obstinado que las cadenas de la Naturaleza.
¡Amistad! el cemento misterioso del alma,
Endulzador de la vida, unificador de la sociedad,
Grande es mi deuda. Tu me has otorgado
Mucho más de lo que puedo pagar.
A menudo he transitado los trabajos del amor,
Y los cálidos esfuerzos de un corazón apacible,
Ansioso por complacer. ¡Oh, cuándo mi amigo y yo,
Sobre alguna gruesa madera vaguemos desatentos,
Ocultos al ojo vulgar, sentados sobre el banco
Inclinado cubierto de prímulas,
Dónde la corriente límpida corre a lo largo
De aquella grata marea bajo los árboles,
Susurrando suave, se oye la voz aguda del tordo,
Reparando su canción de amor; el delicado mirlo
Endulza su flauta, ablandando cada nota:
El escaramujo olía más dulce, y la rosa
Asumía un tinte más profundo; mientras cada flor
Competía con su vecina por la lujuria de sus ropas;
¡Ah, entonces el día más largo del verano
Parece demasiado apresurado, y todavía el corazón pleno
No había impartido su mitad: era aquella una felicidad
Demasiado exquisita como para perdurar!
¡De las alegrías perdidas, aquellas que no volverán,
Cuán doloroso es su recuerdo!


Robert Blair

 
Antiguo 21-mar-2013  

El cuervo

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”

¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”

Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”

Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: “Nunca más.”

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabolica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!

Edgar Allan Poe



 
Antiguo 21-mar-2013  

Llega la primavera y el día de la poesía con ella : )

El Tigre

¡Tigre! ¡Tigre! luz llameante
En los bosques de la noche,
¿Qué ojo o mano inmortal
Pudo idear tu terrible simetría?

¿En qué distantes abismos, en qué cielos,
Ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse? ¿Y que mano
Osó tomar ese fuego?

¿Y que hombro y qué arte,
Torció fibras de tu pecho?
Y al comenzar a latir tu corazón
¿Qué mano terrible o pie?

¿Qué martillo, qué cadena?
¿Qué horno forjó tu seso?
¿Qué yunque? ¿Qué osado puño
Ciñó su terror mortal?

Cuando los astros lanzaron sus venablos,
Y cubrieron sús lágrimas los cielos,
¿Sonrió al contemplar su obra?
¿Aquel que te creó, creó al Cordero?

¡Tigre! ¡Tigre! luz llameante
En los bosques de la noche,
¿Qué ojo o mano inmortal
Osó idear tu terrible simetría?


William Blake


Primer cantar de la Inocencia

Soplaba mi flautín por valles silvestres,
tocaba canciones de júbilo afable,
en una nube distinguí a un niño,
que con risas me dijo:

"¡Sopla un cantar que hable del
Cordero!"
Y lo toqué con ánimo risueño.
"Flautista, sopla de nuevo ese cantar".
Volví a hacerlo: lloró al escucharlo.

"Suelta tu flautín, tu flautín dichoso;
canta tus canciones de acento feliz";
y otra vez entoné lo mismo,
mientras regocijado él lloraba al oírlo.

"Flautista, siéntate y escribe
en un libro que todos puedan leer."
luego se esfumó de mi vista.
Y arranqué un junco hueco.

E hice una pluma rústica
y teñí el agua límpida
y escribí mis felices cantares
que todo niño disfrutará al oírlos.


William Blake
 
Antiguo 21-mar-2013  

Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiere tiempo passado
fue mejor.

II

Pues si vemos lo presente
cómo en un punto s'es ido
e acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo non venido
por passado.
Non se engañe nadi, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de passar
por tal manera.

III

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
qu'es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
e más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
e los ricos.




Siempre me ha fascinado las Coplas por la muerte de su padre
 
Antiguo 22-mar-2013  

 
Antiguo 22-mar-2013  

Usted
que es una persona adulta
-y por lo tanto-
sensata, madura, razonable,
con una gran experiencia
y que sabe muchas cosas,
¿qué quiere ser cuando sea niño?

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------

¿Por qué soy tan sabio? ¿por qué soy tan inteligente?
¿por qué son tan grandes mi coche y mi cuenta corriente?
tengo tengo tengo tengo y tú no tienes nada
las mujeres y el dinero se amontonan en mi cama

Vivo en cien ciudades con millones de habitantes
y descanso en islas donde nadie ha llegado antes
son tan altos mis contactos que no conozco apellidos
y es un círculo exclusivo el forman mis amigos

Pero esta vida es una mierda
tiene el sello del fracaso
esta vida es una mierda
la depresión me ha derrotado
esta vida es una mierda
es el fango en que me arrastro
esta vida es una mierda
y yo soy un pobre infeliz

Hermosas actrices y guapísimas modelos
se fotografían a mi lado a cualquier precio
en los mejores restaurantes en los mejores hoteles
hay reverencias a mi paso hay halagos y parabienes

Mis películas y discos mis trabajos manuales
mis artículos y libros son el pasmo de los mortales
soy un clásico en vida soy un Nobel soy un santo
en el panteón de ilustres tengo sitio reservado

 
Antiguo 22-mar-2013  

¡Feliz no día de la poesía!



Cantar de la luna

Recomendación

¡Oh los lirios de la noche, lirios de la marejada,
permitidme que dibuje un plano sin montañas,
para que la tiesta del oyente, se encuentre concentrada
en estos surcos abiertos por el arado de mi alma;
en las flores de la aurora, en la noche y en el mañana!
¡Oh los lirios de la noche, lirios de la marejada
mostrad el nuevo Prometeo con la nueva llama!

Revelación

¡Oíd, niños de viento, mi cantar disyuntivo y violeta
pues ya no existen leyes en el galope ni leyendas
de intimidad en la luna; la luna está en la selva
del cielo cazando con silogismos las estrellas!
Ya ni el gobierno resuelve los lindos problemas
de mitología en la entraña de las veletas
de los estatutos, obligatorios para todas las cornejas,
arrollados por el grito estival de la primavera.
Si no existen máquinas de falsas leyendas
de la luna, yo os las iré formando con azucenas
y halos de disciplina en el matraz de mi cabeza.

¡Niños, oíd el cantar de la luna desde la escuela!
Tal como me lo contó mi prima la estrella,
una noche de lagares, en las bodegas de un navío,
en los mástiles altos, en las risas de las chimeneas.
Allá arriba, la luna salía en bicicleta,
navegando sin tregua en la nieve de sus velas,
perseguíanle en galope cuatro tormentas;
en un potro verde, con las orejas negras.
¡Oíd, niños, bien lo que os diga de su leyenda!
nueva y vieja, como una rosa en una orquesta;
la luna perseguida por las cuatro tormentas,
bajaba al valle, en los tallos de una maceta,
escondida la luna. En el reino, las tinieblas.
Las tormentas ya sin ira en la cárcel se encadenan,
de la mano del buen sol marchan por la vega.
Aquí el recuerdo se me acaba y la fantasía comienza
engalanada con sus tesoros de pureza,
pero en verdad, mis oyentes, no tengáis creencia,
todo lo que os digo lo inventó mi testa.
Ya los látigos de los ganaderos estarán sonando. Por las praderas
la luna llovía sus lágrimas, sus lágrimas de madera,
con las que los herreros fabrican las reyertas
de los luceros por los amores, perdidos de las estrellas.
«Cantad mis siemprevivas, cantad mis siempremuertas,
las oraciones fúnebres de las verdes estrellas».
La luna, juez y tribunal, preside esta clase de fiestas,
donde sale siempre con un regalo de cristales.
En sus cacharros los lecheros han encerrado la luna sin mares;
los ojos peculiares naufragan en las gafas de los miopes,
que no ven huir a la luna a los sangrientos bosques, canales;
donde la luna alumbra a los leñadores,
aturdidos por los rifles de las parábolas, de las fuentes y
atrincherados en los paralelos 5° y 33° de mis cantares.
«Canten mis siemprevivas, canten mis siempremuertas,
canten las oraciones fúnebres de los lirios en los valles».
Mis oidores ¿habéis oído la música de las catedrales,
bajar de sus sillones por las escaleras principales?
y unidos en tensión de los cables de las imágenes
dibujarse la luna en las olas de los mares,
de esos mares cautelosos que tienen decisiones unánimes,
pues yo os digo que no habéis oído estas verdades.
Acompañantes, decid la verdad, acompañantes,
míos, ocultos en esa selva de cortinajes,
que el vulgo cree que son las nubes
extendidas en el cielo por el vapor de agua
y en verdad están ahí sostenidas por cables.
¡Decid la verdad auténtica, acompañantes!
«Las nubes son cortinajes sostenidos por cables,
que tienen los poetas y sus fantasías perdurables».

¡Suelta tus cabellos Luna, suelta tus cabellos
para que mañana en la bahía las nubes
den señales del semáforo que significa vientos!
Vengan estos dulcemente a salirnos al encuentro
¡cantad mis tulipanes, cantad mis crisantemos
las oraciones fúnebres de todos los luceros!
El corazón de la Luna se lamenta por los oídos de la estepa
y con su enlace inútil dibuja su belleza
que por los árboles vaga recargada de tiernas
realidades que surten al verde de la primavera,
a la esmeralda trasparente de la quietud eterna.
No, mentira la deslealtad franquea
o los umbrales de los líquidos que de intimidad riega
las platabandas enormes de los ojaranzos del planeta
¡Cantad mis siemprevivas, cantad mis siempremuertas,
las oraciones fúnebres de las verdes estrellas!

Cayetano Aparicio
 
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