Estoy enamorado. No es a una persona a quien quiero. No amo un oficio u disciplina, ni un hobby. Tampoco pertenece mi corazón a ninguna clase de norma o programa. No se trata de la naturaleza, no se trata de ninguna moda, no se trata de ningún rasgo social común ni de una característica personal propia.
¿Qué es aquello que aproxima al hombre a la divinidad? ¿Qué es capaz de albergar en un mismo lugar océanos y desiertos? ¿Qué puede cercarnos de la hostil realidad o construir puentes que nos sostengan sobre los maleficios del miedo y la miseria? ¿Qué se enfrenta a la razón y, sin embargo, le tiende una mano amiga? ¿Qué es temor y esperanza al mismo tiempo? ¿Quién es guía de la codicia e inventora de la utopía? ¿Qué responde a las emociones humanas y a su vez es capaz de influir en ellas?
Aquello que cumple tales características es el objeto de mi adoración e idolatría. Madre de sombras, madre de luz, de la magia, de la divinidad, del arte… Crecido han en su seno dioses y bestias: Odín, el dios cuervo, la poesía, la sabiduría; Nebiros, señor de la enfermedad y la podredumbre; Coventina, la naturaleza y las aguas; Eros, el amor… Son también hijos suyos la gloria del caballero andante, lo sobrenatural en lo inescrutable, la belleza de lo trágico, la verosimilitud de la metáfora y la emoción en los corazones. ¿Y dónde está ahora? Ha caído en desgracia, herida por la monotonía y la asiduidad a los placeres superficiales. Nunca fue la razón quien la derrotó como creen algunos, pues la razón no es beligerante de la ilusión ni de los sueños.
Querer conocer implica una expectación, la expectación implica a la imaginación, y la imaginación es el don de la creación, de una creación relativa, sí, pero creación al fin y al cabo. ¿Qué se siente al crear? La respuesta es sencilla: Amor. Quien crea, ama; quien ama, crea.
Yo adoro la imaginación, magnifico su uso y admiro las distintas manifestaciones de ésta. Por eso se puede decir que estoy enamorado de la susodicha. Ella es parte de mí y me acompaña, siempre presente, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe… Y quien quisiese penetrar mi corazón habría de compartirlo con su legitima dueña.
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¿Qué?