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Antiguo 13-ene-2013  

El siguiente fragmento es extraido del libro de Paulo Coelho - El manual del guerrero de la luz y pues queria compatirlo:

-En la playa al este de la aldea, existe una isla, con un gigantesco templo lleno de campanas -dijo la mujer.

El niño reparó que ella vestía ropas extrañas y llevaba un velo cubriendo sus cabellos. Nunca la había visto antes.

-¿Tu ya lo conoces? -preguntó ella-. Ve allá y cuéntame qué te parece.

Seducido por la belleza de la mujer, el niño fue hasta el lugar indicado. Se sentó en la arena y contempló el horizonte, pero no vio nada diferente de lo que estaba acostumbrado a ver: el cielo azul y el océano.

Decepcionado, camino hasta un pueblecito de pescadores vecino, y preguntó sobre una isla con un templo.

-Ah, eso fue hace mucho tiempo, en la época en que mis bisabuelos vivían aquí --dijo un viejo pescador-. Hubo un terremoto y la isla se hundió en el mar. Sin embargo, aun cuando no podamos ya ver la isla, aún escuchamos las campanas de su templo, cuando el mar las agita en su fondo.

El niño regresó a la playa e intentó oir las campanas. Pasó la tarde entera allí, pero sólo consiguió oir el ruido de las olas y los gritos de las gaviotas.

Cuando la noche llegó, sus padres vinieron a buscarlo. A la mañana siguiente, él volvió a la playa; no podía creer que una bella mujer pudiese contar mentiras. Si algún día ella regresaba, él podría decirle que no había visto la isla, pero que había escuchado las campanas del templo que el movimiento del agua hacía que sonasen.

Así pasaron muchos meses; la mujer no regresó, y el chico la olvidó; ahora estaba convencido de que tenía que descubrir las riquezas y tesoros del templo sumergido. Si escuchase las campanas, sabría su localización y podría rescatar el tesoro allí escondido.

Ya no se interesaba más por la escuela, ni por su grupo de amigos. Se transformó en el objeto de burla preferido de los otros niños, que acostumbraban a decir: “Ya no es como nosotros, prefiere quedarse mirando el mar porque tiene miedo de perder en nuestros juegos”.

Y todos se reían, viendo al niño sentado en la orilla de la playa.

Aun cuando no consiguiese escuchar las viejas campanas del templo, el niño iba aprendiendo cosas diferentes. Comenzó a percibir que, de tanto oir el ruido de las olas, ya no se dejaba distraer por ellas. Poco tiempo después, se acostumbró también a los gritos de las gaviotas, al zumbido de las abejas y al del viento golpeando en las hojas de las palmeras.

Seis meses después de su primera conversación con la mujer, el niño ya era capaz de no distraerse por ningún ruido, aunque seguía sin escuchar las campanas del templo sumergido.

Otros pescadores venían a hablar con él y le insistían: -¡Nosotros las oímos! –decían.

Pero el chico no lo conseguía.

Algún tiempo después, los pescadores cambiaron su actitud.

-Estás demasiado preocupado por el ruido de las campanas sumergidas, olvídate de ellas y vuelve a jugar con tus amigos. Puede ser que sólo los pescadores consigamos escucharlas.

Después de casi un año, el niño pensó: “Tal vez estos hombres tengan razón. Es mejor crecer, hacerme pescador y volver todas las mañanas a esta playa, porque he llegado a aficionarme a ella”. Y pensó también: “Quizá todo esto sea una leyenda y, con el terremoto, las campanas se hayan roto y jamás vuelvan a tocar.”

Aquella tarde, resolvió volver a su casa.

Se aproximó al océano para despedirse. Contempló una vez más la Naturaleza y, como ya no estaba preocupado con las campanas, pudo sonreir con la belleza del canto de las gaviotas, el ruido del mar, el viento golpeando las hojas de las palmeras. Escuchó a lo lejos la voz de sus amigos jugando, y sintióse alegre por saber que pronto regresaría a sus juegos infantiles.

El niño estaba contento y -en la forma en que sólo un niño sabe hacerlo- agradeció el estar vivo. Estaba seguro de que no había perdido su tiempo, pues había aprendido a contemplar y a reverenciar a la Naturaleza.

Entonces, porque escuchaba el mar, las gaviotas, el viento en las hojas de las palmeras y las voces de sus amigos jugando, oyó también la primera campana.

Y después otra.

Y otra más, hasta que todas las campanas del templo sumergido tocaron, para su alegría.


Ahora lo entiendo... entiendo por q no se escuchan las campanas. Bella historia, nose por q se m escapaba su valioso significado...
 
Antiguo 13-ene-2013  

Pues no le entendí muy bien, me gustaría que me lo explicaras, al menos por MP. Lo que creo que significa es que las campanadas son las cosas que nos hacen felices, que el mar, las gaviotas, y toda la naturaleza son las personas o situaciones que se encuentran o suceden a nuestro alrededor, y que a veces estamos tan preocupados por encontrar la felicidad que en vez de eso encontramos las soledad. Finalmente al aprender a disfrutar las cosas podemos escuchar las campanadas, osea la felicidad. Los niños son los amigos, y también pueden significar la inocencia, que es lo que hemos perdido a lo largo del tiempo y lo único que nos puede hacer felices.

XD. Eso es lo que entendí.
 
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