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Antiguo 21-nov-2015  

III Darvulia




El recuerdo de aquella mañana, hace años, hace siglos… cuando una joven condesa Bathory caminaba por el mercado del pueblo despreocupada, acompañada por su séquito, y se cruzó con aquella anciana decrépita de la que se burló. Y esa imagen quedó guardada en su memoria, y la vieja la maldijo, diciéndole que pronto ella también se vería anciana. Eso la torturaba, la obsesiona la idea de no ser bella. Se despertó con el recuerdo de la anciana vivo en su cabeza, corrió en camisón al espejo, a comprobar si tenía arrugas… y rompió el espejo.


Tenía que hablar con su amiga Darvulia. Necesitaba confirmar que lo que le había dicho era cierto, quería saber si conocía algún remedio nuevo.


Darvulia, una bruja amiga de la condesa desde hacía unos años, dado que Erzsébet estaba muy interesada en los temas de la brujería, y se relacionaba a menudo con gente del gremio, conocía la obsesión de la señora Bathory por la sangre, habían llegado hasta ella rumores de que torturaba a sus sirvientas, porque la bruja y gitana, primero fue amiga de una sirvienta del castillo.

Lo que hizo la avispada mujer, fue aprovechar esa debilidad de Erzsébet, para decirle lo que ella quería oír, y así asegurarse la fidelidad de su cliente, sabiendo que volvería a buscarla con grandes sumas de dinero, para que le diera nuevas ideas, llevada por el miedo a envejecer que la atormentaba.

La bruja pensaba que la señora Bathory tenía mucha cultura y conocimientos. Pero la gitana sabía que en el fondo era demasiado débil e ingenua, pues podía aprovecharse de ella sin saber ni leer ni escribir, mientras que la condesa hablaba varios idiomas, que de poco le sirvieron para evitar ser engañada por la bruja.

Una vez más, la mujer le confirmó que la sangre de muchachas jóvenes la mantendría joven y lozana también a ella, y cuanto más jóvenes fueran más efecto tendría.
Aunque también la advirtió de que no funcionaría con la sangre noble, que se anduviera con ojo.
Y aprovechó para recomendarle, que probara a darse baños en la sangre.



(sigo abajo)
 
Antiguo 21-nov-2015  

Por supuesto, Erzsébet confiaba ingenuamente en que su amiga la bruja gitana no se fuera de la lengua, porque parte de los actos de la condesa, eran ideas que le había proporcionado ella.

Pero la bruja era una mujer dura y curtida en la vida, no le tenía miedo a nada, y se dedicaba a propagar las atrocidades y la obsesión por la sangre de la condesa allá a donde iba, por antros, por los mercados, por los corrillos de los gitanos… iba presumiendo de su amistad con la ilustre y afamada condesa, de trabajar para ella, y extendiendo el rumor que ya era una obviedad entre las paredes del palacio, de que la condesa torturaba y abusaba de sus sirvientas, porque tenía obsesión con la sangre de las muchachas jóvenes, y vivía consumida y obcecada con la juventud y la belleza, hasta el punto de que no tenía otra ocupación, y se pasaba los días escuchando gritar a sus sirvientas y viéndolas retorcerse de dolor frente a sus excitados ojos, día tras día.

Algunos llegaron a creer que se trataba de un vampiro o un demonio, entre los pastores de la zona existía el convencimiento de que la condesa practicaba la brujería roja todas las noches en su castillo. Pero la gitana les pidió que no fabulasen, aquella mujer no era un mito, ni un demonio… si no que era alguien real, tan real y tan humana como ellos mismos, una mujer enferma y obsesionada, nada más. Ningún personaje de ficción sería tan retorcido como lo era realmente la condesa.

Así fue como el rumor se siguió extendiendo por toda la zona, hasta el punto que dejó de ser un rumor, para convertirse en una nefasta noticia.


Las familias de los granjeros, tenían miedo de que la condesa reclamara a su hijas como sirvientas, lo que hasta entonces había sido un honor para las familias, se había convertido en el horror.

No querían dormir intranquilos sabiendo que su hija adolescente estaba bajo las garras de aquella mujer, porque a su vez, a veces llegaban noticias de que la hija de un campesino había muerto en palacio, aunque todos sabían que se producían más muertes de las que no tenían constancia.

Nadie dejaba salir a sus hijas al campo, ni podían acercarse al pueblo hasta que alcanzaran al menos los 24 años. A las jóvenes de los alrededores se las escondía en las casas como si fueran reliquias, para evitar que la condesa pudiera echarles el ojo, a pesar de que eso sacaría a la familia de la pobreza, pero las torturas de los rumores eran tan brutales, que muchos preferían seguir siendo pobres.


Al mismo tiempo, la condesa perdía a sus empleadas cada vez más rápido, cuando no morían directamente como consecuencia de los castigos que les propinaba, contraían alguna enfermedad a causa del frío o la situación extrema a la que ella las sometía, y la enfermedad terminaba matándolas. Además estaban casi todas desnudas, la única prenda que se les permitía llevar era una túnica blanca, y la mayoría tenían algún tipo de herida.


Esa escasez de sirvientas, fue lo que la obligó a llevarse a las más fieles consigo por las noches en su carruaje, en busca y captura de jóvenes a las que engañar ofreciéndoles un puesto de trabajo en el castillo.
 
Antiguo 23-nov-2015  

IV La bañera


Pedía a las criadas que la acompañaban que le enseñaran los sitios en los que pudiera encontrarse alguna joven, ya que nadie dejaba salir a sus hijas, la tarea se complicaba, asique iban a por jóvenes en situaciones muy precarias y desamparadas, como las prostitutas o huérfanas que mendigaban en las calles.

Y en alguna ocasión tenían que asaltar una casa y secuestrar a las hijas de entre 8 y 20 años, obligando a sus doncellas a irrumpir en la casa y sacarlas a la fuerza utilizando la violencia, forzándolas a seguirlas a base de latigazos y empujones, sin mencionar para nada a la condesa hasta que estuvieran fuera de la casa familiar, para no dar más credibilidad a los rumores sobre su persona.

Si la joven se negaba a trabajar para la condesa, las secuestraban a la fuerza drogándolas o azotándolas.


Una vez en el castillo, las encadenaba ella misma, y se las acuchillaba hasta desangrarlas, utilizando su sangre para llenar la bañera. Después se daba un baño con la sangre de las jóvenes, convencida de que le quitaba las arrugas y rejuvenecía la piel.


Y luego, para no desperdiciar la sangre que corría por su cuerpo, ordenaba que sus sirvientas favoritas lamiesen la sangre de su piel a lengüetazos, hasta dejarla limpia.



(sigue)
 
Antiguo 23-nov-2015  

Si alguna joven mostraba repugnancia o recelo, la mandaba torturar hasta la muerte, siempre bajo su atenta mirada de excitación, y las que reaccionaban bien eran recompensadas.


Recreación de una conversación entre la condesa y su fiel sirvienta Katryna. Después de que la muchacha lamiera la sangre de todo su cuerpo.

– Te lo agradezco, Katryna. No eres como las demás, tú siempre te ganas mi respeto y mi beneplácito. ¿Verdad que no soy mala?. – Diría la mujer.

– No señora… ellas se lo merecen, una joven nunca debe desobedecer. Vos solo intentáis enseñarles la lección. Son pobres y no han tenido una educación. – Respondía su jovencísima criada.

– Jaja, tú eres la más lista de todas, tenerte a mi lado me rejuvenece. Te tengo mucha estima, querida niña, si pudieras ver la adoración que siento por ti… odiarías a las demás, por no haber sabido ganarse tan profundo afecto, y haber preferido la desobediencia… esa panda de torpes con manos de mantequilla… – Proseguía diciendo la condesa, muy convencida.

– Sí, mi señora. – Le solía replicar la joven Katryna, cuando no sabía qué decir.

– ¿Te puedes creer, querida, que el otro día las pillé hablando entre ellas?, creen que pueden hacer lo que les dé la gana entre estas paredes, ¡como si ésta fuera su casa!... cualquier día… cualquier día, son capaces de hablar de mí, el día que eso ocurra… estrenaré el artilugio que me han regalado unos amigos.

– Si señora… – Respondería la adolescente por lo bajini.

– ¡Vísteme!, estoy cansada… vivir es agotador. – Exclamó la señora Bathory.

– Será un placer para mí, señora, sois la mujer más bella que he visto en mi vida, si pudierais pasear siempre sin vuestras ropas, el mundo entero os envidiaría y todas desearían tener lo mismo que vos. Disfruto mucho recreándome en las formas de vuestro cuerpo, señora… ¿Algún día lo tendré así?... – Respondía emocionada la sirvienta, a fin de salvar su pellejo.

– ¿Y mi piel?, Katryna, ¿no dices nada de mi piel?... cómo está. ¿Le gustaría acariciarla a cualquier hombre?... – Se apresuraba a preguntarle la condesa.

– Conserváis una piel perfecta, mejor que la mía, me recuerda a la de mi hermano pequeño. Cualquier hombre desearía acariciar una piel como la vuestra, mi señora. Yo ando entre luchas internas para no cometer la osadía de acariciarla, imaginaos cómo sería para un hombre...

– Eres tan dulce, Katryna. Si pudiera, ya me habría casado contigo, y dormiría abrazada a ti cada noche, susurrándote al oído mientras le enseño a tu cuerpo los rincones secretos, en los que vive la magia que te ha sido prohibida. Acariciando esa piel tan tersa… ay… si yo pudiera, recorrería cada noche tu cuerpo entero con mis labios, y me llenaría la boca con tu jugo de la juventud.

Jaja… Te habría dejado ya sin ombligo, y sin pubis… y sin pecho… y sin muslos… y sin un ápice de piel en tu cuerpo, a causa del desgaste. Pero, por qué la vida es tan complicada, no podemos vivir como sería nuestro deseo. – Terminaba lamentándose la condesa, cambiando el tono de su voz por uno más bajo y entristecido, al final de la frase.

– Yo me tuve que casar con el bruto de mi primo. Y tú, niña bonita, tuviste que nacer pobre y lejos de mí, hasta que has podido al fin ser de mi propiedad… oh, pero hablar de ti me pone triste, porque no puedo cumplir mi sueño, me entristece… y eso es lo que me prohibió el médico para curarme del suicidio… si yo muero, mi adorada niñita, qué será de ti, volverás a la indigencia, a mendigar por las calles, no tendrás a nadie que te diga lo mucho que te ama… – Proseguía diciendo, al borde del llanto.

– Me estabais hablando hace un momento, su graciosísima persona, de un artilugio nuevo que tenéis intención de estrenar con las rebeldes. – La interrumpía, la interesada muchacha.

– Si… fue el regalo de un amigo… se le conoce como “La doncella de hierro”, es un juguetito caprichoso que siempre he ansiado, consiste en una jaula de hierro, con la forma del cuerpo y el tamaño de una mujer joven, que está recubierta de afiladas púas por dentro. De forma de que cuando la cierras… hace sufrir a quien esté dentro un terrible dolor por todo su cuerpo, que le ocasiona un horrible desangrado. A veces las púas llegan a los huesos y suena un crujido. ¡¿Verdad que es apasionante, mi niña?!, estoy deseosa de probarlo… Gracias por vestirme – La condesa, no tenía reparos en hablar de cualquier cosa con esa criada, ya que era su fiel aliada.

– Estoy deseosa de probarlo junto a vos, mi señora. Y disculpad mi atrevimiento. – Solía decir siempre la joven sirvienta, buscando copiar las palabras exactas que utilizaba antes su señora, como lo hizo en esta frase con “deseosa de probarlo”, por falta de verdadera iniciativa propia.

– Nunca sabrás cuál grande es el amor que siento por ti, no importa las veces que te lo diga, es algo desmesurado y fuera de lo razonable por la mente humana. Te permito abrazarme… – Le respondería la señora, mientras alzaba los brazos esperando el abrazo de su jovencísima sirvienta.

– ¡Ay!... – Momento en el que la lujuriosa Erzsébet, aprovechaba para morderle en algún sitio, provocando el sobresalto de la muchacha, y asegurarse de que ésta no bajara la guardia, porque en cualquier momento… la que recibiera el castigo, podía ser ella. – Disculpadme, mi señora… yo…


– ¡No te preocupes!, te he mordido el labio… es normal que grites. Es que, los tienes tan jugosos y tan rojos… que los confundí con una fresa.

Katryna, hazme el favor de tocarme… – A veces requería de servicios extras por parte de sus jóvenes sirvientas, llegaba un momento que era incapaz de mantener las formas.

– ¿Dónde siempre, señora Bathory?... – Preguntaba la joven inexperta.

– Siiii… túúúhh… ah… me mantendrás siempre joven, pre… ciosa míah… aaah…

– Susurraba muy bajo entre gemidos la condesa, mientras la joven doncella le frotaba los genitales, fingiendo estar encantada con las labores que se le ordenaban, para no perder el respeto por parte de su señora.



Hasta sus 14 años, Katryna fue cómplice y aliada de Erzsébet, convirtiéndose así en su favorita, la única que siempre la ayudaba, y con la que disfrutaba de ver cómo torturaban a otras doncellas.


Hasta que llegó el final para ambas. Pero ya hablaremos de eso.
 
Antiguo 24-nov-2015  

Menuda cantidad de fotos!

Algunas molan bastantes.

¿Por que no te sales del argumento y describes una revuelta de las sirvientas?

V.
 
Antiguo 25-nov-2015  

Cita:
Iniciado por Vincedor Ver Mensaje
Menuda cantidad de fotos!

Algunas molan bastantes.

¿Por que no te sales del argumento y describes una revuelta de las sirvientas?

V.
No.

xXxXxxXxXxxXxXxxXxXxxXxXxxXxXxxXxXxxXxXx


V Querido diario




Querido diario:

Esta mañana, una sirvienta se ha quemado el brazo con el agua hirviendo de la perola, porque no la enseñaron a cocinar, y yo me he reído… ya es noche cerrada y no puedo dormir, recordando su brazo lleno de quemaduras. Su tierna carita desencajada por el dolor y la tristeza de tener un brazo quemado, qué clase de hombre se fijaría en ella ahora, con semejante deformidad tan a la vista.

Yo confieso que he disfrutado, tanto que he agarrado un hierro ardiendo de la chimenea y he azotado con él a otra sirvienta más hermosa, cerca de la cara. Es una sirvienta un poco inútil, todavía más que la que se quemó cocinando… me parece justo que sufriera más.



Ser justa no me deja dormir. Ahora no hago más que recordarlas e imaginarme cómo deben de sentirse ahora mismo, muertas de dolor y de miedo, siendo cuidadas por sus compañeras sarnosas y torpes en el sótano. No hago más que disfrutar imaginando su desesperación y sus lágrimas, sus caritas de pena y sus pieles rosáceas deformadas por las quemaduras. Me entra un nivel tal de excitación… que no sé qué sería capaz de hacer ahora mismo. Solo pienso en quemarlas a todas, y luego agujerear sus quemaduras, nunca he visto brotar la sangre de las ampollas.

Pienso en sus tristes caras, y me entran ganas de amarlas, o de cortarles el sufrimiento con mano de justicia.

Yo no hago nada malo, señor, solo soy justa, y les quito lo que a ellas tanto les sobra, para mí, que me hace más falta… su esencia.

Porque, querido diario, seamos francos… yo ya me estoy haciendo vieja. Es justo quitar de donde sobra, para dárselo a quien no tiene nada, y ellas están rebosantes de juventud y belleza.



Yo solo quiero dormir. Si no fuera por ti, diario, no cerraría los ojos nunca, me haces falta para desahogarme. Necesito explicar lo que siento, contar las cosas tan raras que me ocurren a diario.

Cada día me baño en la sangre de mis doncellas, no hay un solo día de paz en este bendito castillo, ni un solo día de calma en mi cabeza, porque vivo rodeada de belleza.




Da igual hacia dónde mire, las veo en todas partes, tentándome, enseñándome lo que tuve, luciendo sus encantos. No puedo reprimirme, siento un deseo irrefrenable que me incita a destruirlas a todas, esas golfillas mal olientes...




Continuará...
 
Antiguo 27-nov-2015  

VI - Muchachas en el mundo.




Aquella tarde, la señora Bathory reposaba alicaída en su trono, con la mirada perdida en un punto fijo del suelo.

– ¿Ocurre algo, mi señora?. – Se acercó a preguntarle preocupada una doncella, ya que llevaba todo el día así y no había probado bocado.

– Acaba de llegar una carta de mi primo Jorge, muy escueta. – Respondió la mujer.

Dejó caer la carta y se marchó arrastrando los pies.

– Lo lamento señora, si puedo hacer al…

– ¡Dejadme sola!, yo no os necesito. – Gritaba Erzsébet mientras atravesaba la puerta en dirección a su alcoba.

La doncella agarró la carta y ella no pudo entender lo que ponía, porque no sabía leer, pero habría pagado porque alguien le dijera que en esa nota decía: “No hay muchachas suficientes en el mundo para vos, querida prima”.

Fue en ese momento, cuando la condesa se dio cuenta realmente de que sus juegos y sus pasiones estaban en boca de todos, y había llegado incluso a oídos de sus familiares.



Quizás, en ese momento se habría arrepentido, quizás habría hecho un esfuerzo por no dejarse llevar, por frenar aquella masacre y disculparse ante las familias de sus víctimas… si no hubiera sido ya tan tarde para ella.


Vivía sobre un cementerio de jóvenes apiladas, el castillo rezumaba olor a sangre por todas partes, el suelo estaba en su totalidad recubierto de ceniza y serrín para secar los charcos de la abundante sangre, había doncellas moribundas y en estado de descomposición por todas las habitaciones, los granjeros estaban hartos de ver cadáveres de adolescentes flotando por el río que pasaba por el castillo, de encontrarlas muertas en las cunetas de los caminos, de que todas sus hijas murieran en extrañas circunstancias trabajando para la condesa… Ya no habían mujeres vivas, de ninguna edad, en las inmediaciones, en toda la comarca, si caminabas por la zona solo encontrabas hombres tristes trabajando en el campo.

El problema ya no era solo encontrar mujeres a las que secuestrar, también lo era encontrar un sitio en el que poder dejar sus cadáveres, teniendo lleno el cementerio, la iglesia y hasta el propio castillo… Era tarde para Erzsébet Bathory.



Pero ella estaba obsesionada, y no se rendiría nunca. Seguía teniendo un plan B, de Buena… familia...
 
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