Buscando en el google otros temas, me aparece de tanto en tanto el enlace de este foro y alguna vez he leído. No es por ansias de criticar ni nada por el estilo, además cada uno se conoce mejor que nadie, pero estáis seguros muchos de estar enfermos? Yo siempre me he considerado muy tímida (gracias al maltrato escolar que sufrí), he dejado de hacer cosas por timidez, pero para nada considero que padezca un trastorno del comportamiento. Quedé algunas veces con un grupo de gente que decían padecer fobia social, y al lado mío daban la impresión de ser del club de la comedia! Lo flipé. Es muy fácil que te condicionen. He oído en más de una ocasión que la fobia social es una enfermedad inventada por intereses, para comercializar fármacos, y eso es algo que siempre ha pasado. Para mí es timidez extrema. A veces necesitamos un enfoque filosófico en la vida y no tanto psicológico. Que dejen vivir a los demás su vida, a su manera, no todo es problema, excepto cuando te coarta, te proporciona una mala calidad de vida. No creo en muchas terapias psicológicas (en hipnosis y regresivas sí), les digas lo que les digas siempre van a encontrar algo en ti que va mal, pretendiendo un patrón de conducta uniforme. Lo que quiero decir es que sé que hay gente que está mal, pero también otra que puede empezar a sugestionarse por creerse un día algo que no era verdad.
Mirad:
JÖRG BLECH Y “LOS INVENTORES DE ENFERMEDADES”
Jörg Blech, periodista científico especializado en Medicina y que no está considerado alguien contrario al sistema ha escrito sin embargo una obra titulada Los inventores de enfermedades en la que aborda precisamente cómo se lleva a cabo la creación de nuevas enfermedades. Y en la introducción de su libro escribe: “Lo que me une a los médicos críticos -a aquellos a los que disgusta la actual transformación de sus consultas en locales de venta de medicinas- es que no estoy en absoluto contra la industria farmacéutica ni contra la medicina moderna. Me vacuno contra la gripe y cumplo las pautas de prevención contra el cáncer. El dilema radica en que la Medicina ha ampliado su radio de acción de tal forma que se hace cada vez más difícil identificar la propia salud. Escribí este libro porque quiero seguir siendo una persona sana”.
Pues bien, Blech ofrece numerosos ejemplos en su libro de cómo se fabrican las enfermedades. Explicando por ejemplo cómo hasta ¡la timidez! pasó un día a convertirse en “enfermedad”. Porque aunque el lector lo ignore resulta que en 1980 la FDA la introdujo en el manual de enfermedades como trastorno de ansiedad social clasificándola como de muy rara aparición. Y cuenta cómo en 1998 la empresa SmithKline Beecham solicitó autorización para tratarla poniendo en el mercado un fármaco, el Páxil, indicado para tratar “la fobia social”. “Cuando el fármaco se encontraba en pleno proceso de admisión -escribe Blech- la empresa farmacéutica empezó a dar a conocer el potencial patológico de la timidez. La misión de establecer el trastorno de ansiedad social como ‘estado patológico serio’, según la revista del sector
PR News, le fue encomendada a la agencia de comunicación Cohn & Wolf. Un poco más tarde la empresa encontró un eslogan que aludía a que algunas personas reaccionan alérgicamente a otras personas: ‘Imagine Being Allergic to People’ (Imagina que fueras alérgico a las personas)”.
Diseñada la estrategia en las paradas de autobús empezaron entonces a aparecer carteles en los que se veía a un hombre joven deprimido y junto a él una leyenda: “Te pones rojo, sudas, tiemblas, hasta te cuesta respirar. Eso es lo que produce el trastorno de ansiedad social”. Con esa simplificación de unos síntomas comunes a millones de personas sanas pretendía conducirlas a identificarse con una condición patológica, hasta ese momento “de muy rara aparición”. Es decir, se estaba “ensanchando” el campo de la “enfermedad” y con ello el número de potenciales clientes. Sutilmente, en los anuncios no se hacía referencia a ningún medicamento psicotrópico pero sí a una Asociación contra el trastorno de la ansiedad social compuesta por tres grupos aparentemente de utilidad pública y una asociación de pacientes.
“Sólo que las partes interesadas -escribe Blech- no se habían reunido espontáneamente. La coalición había sido financiada por el laboratorio SmithKline Beecham. Y la empresa de relaciones públicas Cohn & Wolf fue la encargada de contestar a los medios por encargo de esa coalición”. Luego, a través de la agencia, emitieron una nota oficial afirmando que el trastorno de ansiedad social “afectaba” al 13′3 % de la población. Es decir que de repente el “trastorno de ansiedad social” se había convertido en la tercera enfermedad psiquiátrica en Estados Unidos -tras la depresión y el alcoholismo- cuando poco antes los psiquiatras hablaban de un 3% de “afectados” como máximo. ¿Cómo era posible? De forma muy simple: un pequeño grupo de psiquiatras había convertido la timidez en una enfermedad social que afectaba a millones de personas eliminando un criterio restrictivo del diagnóstico -”el deseo imperioso de evitar algo”- y creando un nuevo subtipo general.
¿Y cómo se tragaron algo así los medios de comunicación y la sociedad? Pues para que los medios de comunicación “entendieran” la importancia del recién descubierto trastorno usaron la opinión de un psiquiatra autorizado: Jack Gorman. Psiquiatra que según las investigaciones del diario británico The Guardian resultó que trabajaba para SmithKline Beecham y un mínimo de doce empresas farmacéuticas más como asesor a sueldo.
La campaña fue todo un éxito. En los dos años anteriores a la autorización del Paxil sólo medio centenar de informes sobre el “trastorno de ansiedad social” habían llegado a los medios. Pero en mayo de 1999, cuando el medicamento llegó al mercado, llegaron centenares. Y a finales del 2001 el Paxil, el nuevo remedio contra la fobia generalizada y social, se había puesto en ventas a la altura del antidepresivo más conocido y consumido de Estados Unidos: el Prozac.
En resumen, una enfermedad inexistente, inventada, ha hecho ganar una gigantesca fortuna a sus inventores. Sobre ello cuenta Blech en otro capítulo del libro: “Para poder mantener el enorme crecimiento de los años anteriores la industria de la salud tiene que tratar cada vez a más personas que en realidad están sanas. Los grupos farmacéuticos que operan globalmente y las asociaciones de médicos conectadas internacionalmente definen de nuevo nuestra salud: los altibajos naturales de la vida y los comportamientos normales son tergiversados de forma sistemática y convertidos en estados patológicos. Las empresas farmacéuticas patrocinan la invención de cuadros clínicos completos y consiguen así nuevos mercados”.
Es para pensarlo. Yo desde luego lo que intentaría (y lo que pienso hacer, ya no por la timidez... eso no me condiciona) es ir al origen del problema para sanarlo. Por supuesto no me medicaría a no ser que esta fuera la última opción.