¿Quién puede olvidar algo así? Es algo que te deja una cicatriz en el alma, una marca en la mente. Simplemente ya no eres el mismo: un hito en tu vida.
La depresión es una enfermedad muy poderosa, te destruye desde adentro; te carcome los sesos hasta volverte demente. Mi caso no era tan diferente. Me abandoné a mí mismo, así como mis amigos se olvidaron de mí. ¿Cómo no olvidarse del raro que no habla y sólo escucha, del que ríe sin aportar nada, el que no tiene más amigos que nosotros? No los culpo.
Mientras más me deprimía, más se deterioraba mi estado físico, mientras más feo era, menos me quería; y mientras menos me quería, más me deprimía. Días estando en cama, sin hacer nada, sólo suspirando, pensando, soñando a veces, llorando otras.
Mi hermano se fracturó el pié, y era uno de esos jueves en que debía ver al médico para saber cómo iba su recuperación.
-Hijo, tu mamá y yo vamos a llevar a tu hermano con el doctor, ¿no quieres venir?
-No, gracias. Prefiero quedarme
-¿Algún día saldrás de casa? Ya llevas casi cinco meses aislado.
-Déjalo, saldrá cuando esté listo.
-Bueno, nos vemos en un rato.
-Adiós. Que les vaya bien.
Escuché el sonido del motor alejándose.
Ese día me sentía peor que de costumbre, miserable, acostado en mi cama sin hacer más que pensar. Pensar en cómo debería ser mi vida. Todos los jóvenes a mi edad salen con sus amigos, se divierten. Y yo, aquí en mi cuarto a oscuras. O al menos son las palabras que oía todos los días.
Sólo mírate, ahí acostado entre suspiros como si estuvieras exhalando la vida de tu cuerpo. Sucio, ¿cuántas semanas llevas sin darte un baño? ¿casi tres? Eres feo, no haces nada, no estudias porque abandonaste la universidad y ni siquiera tuviste el valor de salir a buscar un empleo. Inútil. No pareces un ser humano, no pareces un hombre. ¡Ni siquiera para ser un hombre sirves!
Pero ¿por qué tengo que sentirme así? la vida no parece tener sentido. Si tan sólo hubiera una forma de no sufrir más. Espera ¿acabo de pensar en el suicidio? ¿yo? ¡Claro que no!, qué idea más estúpida; sólo tengo 20 años, tengo la vida por delante ¿cierto?
Pero me siento de 80, cansado, enfermo. ¿Por qué tiene que doler tanto? Estoy harto de vivir así, de sentirme así. Debe haber un camino. Quizá sería mejor si no estuviera aquí. Suicidio de nuevo, no suena tan alocado esta vez. Pero ¿cómo? no quiero que duela ¡No más dolor, por favor! No tengo una pistola, ni siquiera una cuerda. No quiero que mis sesos terminen esparcidos por todo el patio trasero.
Gas ¿gas?. Claro, ¿por qué no? Muchos han muerto así. "La muerte dulce", le llaman. No hay dolor, no hay sufrimiento. No puedo creer que esté tomándome esto en serio, pero ya no quiero llorar.
Bajo las escaleras, voy a la cocina. ¡En qué estoy pensando! Olvídalo.
¿Quieres que siga doliendo? ¿Quieres continuar así? Veo una botella de whisky, tal vez me de valor. ¡Ábrela y bebe! ¡Vamos! sorbe. Quieres terminar con ésto ¿no? Dale otro trago. Sólo mírate, derramándolo todo encima tuyo, pero ¿acaso no sabe bien? Un último trago y te sentirás mejor.
Me sentí con el coraje que no tenía hace meses. Volví a la cocina. Cerré la puerta y las ventanas, abrí la hornilla y me acerqué. ¿Qué esperas? ¡Inhala! Bien. Así pero más profundo. Llena tus pulmones con el dulce veneno. Sigue, que vas bien. Yo sé que huele mal, pero es lo último que tendrás que hacer, éste es tu último reto. Siento cosquilleo en las yemas de los dedos. Creo que funciona.
¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Un minuto? ¿Dos? No sé, me empiezo a sentir mareado. Créeme, después de esto no habrá más lágrimas. Ya casi está. ¿Oyes la música? Pronto terminará, sólo tienes que seguir inhalando. Sentía débiles las piernas. Caí al suelo de rodillas. "Levántate", me dije. ¿Que ni eso puedes hacer bien? Tengo la vista nublada. Está a punto de terminar. Ahora puedo oír la sinfonía, alejándose. Requiem. Pronto dormiré eternamente. Ya no veo, estoy a punto de caer de nuevo; espero esta vez no tener que levantarme.
Siento cómo me desvanezco, no siento las piernas, porque ahora puedo volar. Se acabaron los días de sentir lástima por mí mismo. De mirarme al espejo y sentir repulsión, de mendigar cariño en mí mismo. "¡Quiérete! Sólo te tienes a ti mismo". Ya no más. Qué bien se siente. Deseo abrazar a la muerte, deseo estar entre sus garras.
¡Espera! ¡Yo no quiero ésto! No quiero que termine así. ¡Quiero vivir! ¿Quieres vivir? En ese caso, cierra esa hornilla. El veneno sigue en el aire ¡Sal de ahí! Gatea, arrástrate, como sea pero sal de ahí.
Utilizando la fuerza que me quedaba salí de la cocina. Vamos, que el veneno también se siente aquí. Arrástrate por las escaleras. Sentía cómo, sin piernas, escalaba la colina más alta. ¡Por fin! el último escalón.
Me quedé en el suelo, inmóvil. ¿Terminó? No, la vista ya no está nublada. Oigo mi corazón, suplicando. Sigo vivo.
Comencé a llorar ¡¿cómo pude hacerlo?! ¿en verdad es lo quería? Gemía sonoramente. Sollozaba con una voz que, hasta el momento, me resultaba desconocida. Recuperé la sensibilidad, de nuevo sentí entre mis dedos los pelos de la alfombra. Pude ponerme en pié una vez más. Caminé hasta mi cama y me dejé caer. Ya no lloraba fuertemente, sólo gemía entre suspiros, como un niño siendo consolado.
La lucha que se debatían la vida y la muerte en mi mente había llegado a su fin. Ya no llores, que ahora sí ya terminó. Me tranquilicé, sentí una paz que parecía un tanto extraña. Sobreviví a mi cruel mano. ¡Elegí vivir!
¿Cuánto tiempo había transcurrido? ¿Diez? ¿quince minutos? ¿Dos horas? No lo sé, el tiempo ya no tenía poder sobre mí.
Escuché el motor
-Hijo, ya llegamos. Uff, huele a gas ¿no crees?
-Al parecer se terminó de nuevo. Tendrás que comprar un nuevo tanque mañana, que ahorita ya son las diez de la noche.
-Hijo, volvimos. La recuperación de tu hermano va excelente. Sólo unas sesiones más y le quitarán la fibra de vidrio. ¿Cómo estuviste?
-Bien papá, todo normal.