El despertador suena. En menos de medio segundo Prota está ya de pie. En menos de 3 minutos, está saliendo por la puerta con unas galletas en la mano. Y no va corriendo, simplemente no pierde nada de tiempo.
Vive en un apartamento que le alguilaron diciendo que estaba plenamente equipado y demás y que sin embargo tiene hasta goteras, que cada mes el dueño dice que va a arreglar, desde hace un año.
Va andando al trabajo. Un coche es demasiado gasto. Llueve, el sol no ha salido, la ciudad está sucia. No hay mucha gente en la calle, las putas se han llevando a sus últimos clientes y los mendigos aun no empiezan su jornada.
Llega al trabajo, cobra por horas, como las putas. Aunque tiene que poner bastante más esfuerzo y corazón que ellas en lo que hace. Es el único que lleva allí tanto tiempo trabajando.
Su jefe aparece, sonrisa en ristre, siempre hablando a todos de que "pronto se necesitará un nuevo responsable de tienda" y fingiendo que todos son el predilecto, para que sigan esforzándose inútilmente. El tipo no hace nada, salvo tratar de controlar a los demás, se lo ha montado de forma que cobra sin hacer nada. Es tedioso para Prota fingir ser tan estúpido. Pero le gusta ese trabajo, es su expiación al pecado de no estar haciendo limpieza. Esta vez, el jefe le habla de que deben ir a ver a un nuevo cliente. Y que es mejor que vaya de nuevo, para ir familiarizándose aun más con como cerrar tratos.
El jefe va a engañar y él, Prota, es el gancho, el "no es algo vacío, mirad al tipo este, este es el mulo, tengo mulos, no se preocupen". Eso será por la tarde, ahora comienza la jornada, lo mandan a una nueva casa. Un tipo huraño, nada llamativo. Hace la reparación mientras mira a su alrededor. No le cae mal, Mientras tanto, va recibiendo en su movil los nuevos sitios a los que ha de ir. A la cuarta reparación ya le toca un **********, pero es fácil librarse de él y mandarles al imbécil a los de la empresa. Él solo repara, no se encarga de cobrar ni nada así. Después toca uno de esos que van de colegas de todos. Así pasa el día, agachado, en sitios húmedos, con las manos enguantadas, pasando frío.
A veces el cerebro se le bloquea. Es como si fuese bebedor aunque no lo sea, bebe **********, le atolondra la cabeza en nubes de odio. El patrón se repite una y otra vez. La mayoría abandona esa mierda de empleo en cuanto encuentra algo decente, todos los que trabajan allí tienen bastante conocimientos y pueden venderse mejor a poco que busquen, pero Prota no quiere buscar.
Llega la tarde. Entra con su jefe en el centro donde quieren hacer la instalación. Las mujeres de la limpieza comienzan a revolotear al verle, están todas contentas, risueñas, haciendo el tonto. Él siempre sonriendo. Los dueños son él y su actual pareja, de poderosos rostros. Y se reparten a la clientela según tengan que camelar a un hombre o a una mujer. Prota no es capaz de imaginar como es ser así por dentro, imagina que cuando se ponen a hablar, cuando le dicen a alguien "firme, no se ponga nervios@", no están pensando "firme esta estafa, deja de tratar de pensar", sino que entran en una especie de trance sin mucho pensamiento.
Mientras hablan, Prota tiene la mano dentro de la manga de la gabardina y con el pulgar se va pelando el dedo índice. Se mantiene completamente quieto a ojos de los demás, salvo por el tic que tiene en el párpado derecho y ese dedo, ambas cosas invisibles para otros. Sin embargo a medida que hablan, gotas de sangre empiezan a caer al suelo de su dedo índice. Cuando termina de estar de pie durante una hora y los otros firman, hasta le sale una sonrisa, o eso espera y pretende, al salir de allí. ¿Por qué sigue acudiendo a esos actos cuando se lo piden? es algo así como forzarse a mirar, como un autocastigo... pero... ¿a qué exactamente? Lo más parecido que ha tenido a novia, le decía que era por no tratar de hacerse un hueco en la sociedad, que era un cobarde y por eso se odiaba a si mismo.
Un día de camino a casa, en la que tras 5 años ya no hay goteras, ve a una niña de 16 años entre las putas. Coge lo que ha ido ahorrando y se lo da, a condición de que no emita ni un solo sonido. Así lo hace.
Esa rutina, con distinto collar, con distinto dueño, nunca tratando de venderse, se repite durante 40 años. A veces le gustaría llevar gafas de sol continuamente porque si alguien viera lo que lleva dentro o solo lo oliese mínimamente, no sería bueno. Y cuanto más oculta esté la cara, menos hay que tratar de parecer que no... ¿que no qué?
Un buen día, un día sin diferencia a cualquier otro, un tipo por la calle, a todas luces fumao, con un pañuelo palestino de esos en el cuello y demás ropa de ir de guay, le dice, sin conocerlo "relájate hombre, hay que saber vivir la vida".
Prota mira a su izquierda y a su derecha. No hay nadie en la calle salvo ellos dos.