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15-abr-2013
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Cita:
El miedo
Lo desconocido no puede inspirar ningún miedo. ¿Cómo vas a tener miedo a lo desconocido? No puedes tener miedo, pues ni siquiera lo conoces. El miedo no es a lo desconocido, sino a la pérdida de lo conocido.
Creemos equivocadamente que es a lo desconocido, pero es siempre a perder lo conocido. Lo conocido es lo conocido; tenemos nuestras comodidades y nuestras seguridades, nuestra implicación en lo conocido y nuestra inversión en lo conocido, y tenemos miedo a perderlo y alejarnos de ello.
Ése es el miedo: a perder lo conocido. Lo llamamos miedo a lo desconocido pero no es correcto.
Lo desconocido sólo puede estimularte, sólo puede desafiarte. Lo desconocido sólo puede provocarte e incitarte a un peregrinaje. Puede provocarte, pero no puede asustarte. Pero siempre está lo conocido, y el miedo aparece cuando te ves obligado a perderlo si quieres aventurarte en lo desconocido. Una vez que entiendes correctamente el problema, estará casi resuelto.
Entender exactamente el problema es resolverlo; pero si persistes en el equivoco con respecto al problema, distas mucho de solucionarlo. En ese caso es prácticamente imposible pues avanzas en una dirección equivocada.
De hecho, decir: << tengo miedo a lo desconocido>>, es crear un falso problema, por lo que nunca serás capas de resolverlo. ¡Dale la vuelta! El problema el miedo a perder lo conocido. Una vez localizado con toda precisión el problema, las cosas son muy sencillas.
Lo segundo que hay que preguntarse es: ¿Qué hay en lo conocido que me da tanto miedo perderlo?, Qué me ha dado?, ¿Qué me ha hecho? Indaga en ello, pero no encontraras nada; no te ha dado nada. Entonces, ¿Por qué tanto miedo ha perder lo que no te ha dado nada? Sólo promesas jamás cumplidas. Va posponiéndolo todo hasta que llega la muerte.
El pasado no te ha dado nada. En realidad, lo mejor es liberarse de él.
Ves una película y te gusta mucho. Decides verla otra vez; pero esta vez ya no te gusta tanto. Será una repetición. Te gusto tanto porque esa desconocida; la primera vez que la viste no era conocida. La belleza venía de lo desconocido. Pero te empeñas en verla otra vez; quieres repetir: te has vuelto glotón. ¡Experimenté tal éxtasis…! Vas a verla otra vez pero ahora no vale nada porque ahora es conocida; falta el elemento principal. Era lo desconocido lo que le daba la emoción. Ahora que es conosido, el éxtasis no es posible. Y como la veas una tercera vez, ¡te volverá loco! Y una cuarta, una quinta, una sexta. Una séptima… y acabarás en un hospital psiquiátrico.
Así es como se ha vuelto loca la gente —casi toda la humanidad esta loco—, repitiendo. Las mismas cosas, el mismo sexo; repitiendo una y otra vez con la esperanza de que vuelvan a proporcionarte la impresión y el placer de la primera, ¡pero no es posible! Aquel placer se debía a lo desconocido.
Una vez que hayas comprendido que toda la felicidad tiene su origen en lo desconocido, ¿cómo vas a tenerle miedo? ¡Estarás encantado con ello! Buscarás continuamente lo desconocido y dejaras de lado lo conocido…
Osho
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El miedo siempre tiene una causa que la sostiene y fomenta. Hay un 'algo' del cual se alimenta y le da la apariencia de tener un sentido. Para cortar el miedo hay que encontrar ese 'algo', el cual es siempre mas simple de lo que aparenta. Pues el miedo lo sobredimensiona.
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15-abr-2013
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Una caravana de mercaderes y peregrinos atravesaban lentamente el desierto. De pronto, a lo lejos, apareció un veloz jinete que surcaba las arenas como si su caballo llevara alas.
Cuando aquel extraño jinete se acercó, todos los miembros de la caravana pudieron contemplar, con horror, su esquelética figura que apenas si se detuvo junto a ellos. Era la Peste que se dirigía a Damasco, ansiosa de segar vidas y sembrar la muerte.
- ¿Adónde vas tan deprisa?- le preguntó el jefe.
- Voy a Damasco. Allí pienso cobrarme un millar de vidas.
Y antes de que los mercaderes pudieran reaccionar, ya estaba cabalgando de nuevo. Lo siguieron con la vista hasta que sólo fue un punto perdido entre la inmensidad de las dunas.
Semanas después la caravana llegó a Damasco donde encontró tristeza, lamentos y desolación. ¡La Peste se había cobrado cerca de 50.000 vidas! En todas las casas había alguien por quien llorar… niños, ancianos, jóvenes…
El jefe de la caravana se puso rabioso e impotente al recordar que la Peste le había dicho que iba a cobrarse un millar de vidas… sin embargo había causado una gran mortandad.
Tiempo después, dirigiendo otra caravana por el desierto, el jefe volvió a encontrarse con la Peste. Con actitud de reproche le dijo:
-¡Me enteré que en Damasco te cobraste 50.000 vidas, no el millar que me habías dicho! Que mentiroso resultaste, no sólo causas la muerte sino que además tus palabras están llenas de falsedad.
-No- respondió la Peste – fui fiel a mi palabra. Yo sólo acabé con mil vidas, el resto se las llevó el Miedo.
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