El hombre ensimismado (o auténtico)
"No hay otro modo de ser efectivamente lo que se es que ensimismándose; esto es, antes de opinar o actuar sobre algo detenerse un instante y, en vez de hacer cualquier cosa o pensar lo primero que viene a las mientes, ponerse rigurosamente de acuerdo consigo mismo, esto es, entrar en sí mismo, quedarse sólo y decidir qué acción o qué opinión entre las muchas posibles es de verdad la nuestra. Ensimismarse es lo contrario que vivir atropellado -en que son las cosas del contorno quienes deciden nuestro hacer, nos empujan mecánicamente a esto o a lo otro, nos llevan al estricote-. El hombre que es sí mismo, que está ensimismado, es el que está siempre sobre sí, por tanto, que no se suelta de la mano, que no se deja escapar y no tolera que su ser se enajene, se convierta en otro que no es él.
Lo contrario de ser sí mismo, de la autenticidad, del estar siempre dentro de sí, es el estar fuera de sí, lejos de sí... La voz castellana "otro" viene de la latina alter. Pues bien, lo contrario de ser sí mismo es alterarse, atropellarse. Y lo otro que yo, es cuanto me rodea: el mundo físico -pero también el mundo de los otros hombres, el mundo social. Si permito que las cosas en torno o las opiniones de los demás me arrastren, dejo de ser yo mismo y padezco alteración. El hombre alterado y fuera de sí ha perdido su autenticidad, y vive una vida falsa...
Ahora bien, con enorme frecuencia... nos hemos abandonado a los otros y vivimos en alteración, en perpetua estafa de nosotros mismos. Tenemos miedo a nuestra vida que es soledad y huimos de ella, de su auténtica realidad, del esfuerzo que reclama, y escamoteamos nuestro auténtico ser por el de los otros, por la sociedad. Pero esta sociedad no es la compañía efectiva...: esta sociedad a la que me entrego implica que previamente he renunciado a mi soledad, que me he embotado y cegado para ella, que huyo de ella y de mí mismo para hacerme 'los otros'" .
José Ortega y Gasset, "En torno a Galileo", Alianza Editorial, p. 93-94.