¿Para qué irnos con historias extrapoladas y pollas en vinagre? La inacción de la gente de éste nuestro cenagal no puede verse mejor reflejada que con el conformismo con el que se digirió y se sigue digiriendo aquella barrabasada ilógica. Y todavía no se oye una voz fuera de tono al respecto.
"Uy, ya he terminado el cupo de diez, lástima", a las doce de la mañana de una larga jornada con mucha bilis y frustración que soltar. Eso, como si un disidente de un régimen totalitario dijera
"me privan de mis libertades, me racionan la comida, me cachis en la mar, qué se le va a hacer." Y nos hacemos al sinsentido, lo adoptamos en una más de nuestras rutinas de resignación.
Precisamente se restringe y limita del medio de expresión a quienes tienen carencias para hacerlo en otros lugares. Pero coño... ¿no es absurdo?
Y todo esto, mientras en Egipto pasa lo que pasa. Necesarios son los adalides que abran los ojos del vulgo. Hénos aquí,
Bisbal y un servidor, para quitar vendas y entonar verdades.