Cita:
Iniciado por Sergio_sp
Hace mucho tiempo que me ronda el siguiente pensamiento obsesivo:
- Dónde termina el ser simplemente agradable y cordial con la gente, y dónde empieza el buscar a toda costa la aceptación de los demás? Qué diferencia a una cosa de la otra?
Como soy consciente de que debido a la desaparición de mi padre cuando tenía 4 años necesito la aprobación y la aceptación de los demás de forma casi inconsciente, a veces cuando me comporto como alguien simpático con otra persona empiezo a auto criticarme y a achacar ese comportamiento a mi necesidad de aceptación. SIempre pienso que si realmente mi autoestima fuera más alta no necesitaría ser simpático con nadie, simplemente sería "neutral"...ni simpático ni antipático. La consecuencia de ésto es que nunca sé cómo soy realmente: no sé si soy simpático o sólo una especie de actor en busca de aprobación.
Ojalá alguien me haya entendido
Un saludo.
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Bueno, creo que el rol de actor en busca de aprobación lo hemos jugado todos nosotros en algún momento de nuestras vidas; algunos de nosotros,
durante buena parte de nuestras vidas. En lo personal, no me sirvió de nada. En algunos ambientes hay que ser simpático y hasta falso: en el trabajo, donde no queda más remedio que tratar a ciertas personas aunque no nos gusten, no podemos hacer otra cosa que tratar a todos amablemente, aunque por dentro a alguno de ellos le estemos deseando lo peor. No hay por qué rebasar ese límite cayendo en la obsequiosidad de decir a esa persona que la queremos mucho cuando no es así; podemos ser distantes pero respetuosos. Por otra parte, creo que lo normal es que la otra persona advierta cierta fricción, que la antipatía sea mutua. ¿Qué quieren que les diga?: a veces prefiero este tipo de relaciones, porque no me obligan a mostrarme bajo un aspecto que no es el real ni me crean conflictos serios. Las supuestas amistades que tuve resultaron en su mayoría no ser tales, sino generadores de problemas. ¿Parezco antipático? Y, no sé: tal vez lo sea. Habrá que convenir en que a veces las malas experiencias no ayudan a serlo, aunque uno lo intente.