Hoy he tenido una de las mañanas más terroríficas (y mira que he tenido) en mucho tiempo. Y, como siempre, me ha hecho reflexionar. Como mi única ventana al mundo que es este foro ahora mismo, he decidido plasmar estas reflexiones en las siguientes líneas.
Como todas las mañanas de sabado, he desayunado, he realizado mis rutinas de limpieza doméstica y, ya cerca de las 12, me disponía a cocer unas patatas para la comida. El fuego de la placa ya estaba encendido y me encaminé a la habitación de invitados a coger el móvil para mandar un chistecillo a mi hermana.
Emito una carcajada anticipatoria y me agacho a recoger el móvil de la cama cuando, de pronto, mi espalda se quiebra, se pinza, se altera. Con un aullido de dolor, urgente y patente como sólo el dolor físico puede ser, me tumbo con el máximo cuidado en la cama, con la espalda totalmente rígida. No me podía mover.
He de decir que siempre me he caracterizado por tener una espalda a prueba de bombas. Nunca he tenido ninguna queja, ningún pinzamiento, ni lumbalgias ni dolor de cervicales, nada. Hasta ahora.
Y allí estaba, con el agua hirviendo en la cocina, con un frio creciente ya que no había encendido la calefacción, totalmente inmovilizado y tumbado en la cama en posición horizontal. Afortunadamente tenía el móvil muy cerca. Y llamé a mis padres...
Aprovecho para realizar todo un homenaje a los padres. Ellos siempre estarán ahí, con un sonrisa y una mano abierta para ayudar en lo que buenamente puedan. Yo, como una tortuga panza arriba, incapaz de levantarme, inválido de repente. Una persona de treinta y tantos años de repente convertido en un incapaz. ¿Qué haríamos sin esa madre que nos parió? ¿Que haríamos sin ese padre que aguantó largas horas enseñando todo lo que sabia?
Sin su sustento, sin su apoyo incondicional, sin ese esfuerzo que emplearon en sacar adelante a una nueva vida, frágil y diminuta, y convertir en un hombre medio de provecho a ese niño lleno de ideas peregrinas, a ese locuelo introvertido que les ha quitado tantas horas de sueño. Dios sabe (y ellos también) que les quiero muchísimo y que sin ellos ahora quién sabe dónde andaría yo.
Tras aproximadamente tres cuartos de hora de inmovilidad absoluta y tres intentos fallidos de incorporarme a cualquier precio, al fin me pude levantar, con el tesón que me caracteriza y con la voluntad con que me he provisto desde la más tierna infancia, siempre superando problemas físicos, médicos o de relación. Esta vez me tuve que demostrar, una vez más, que podía ser autosuficiente. Afortunadamente un cuarto de hora después vinieron mis padres y, tomando un protector de estómago, un Airtal y calentado por la manta eléctrica, pude empezar a ser otra vez persona.
Al momento de escribir estas líneas, tengo todavía un resentimiento en la parte lumbar y sé que no voy a salir esta noche pero también sé que tengo una familia maravillosa que me cuida y que todo esto podría cambiar. Vivimos de prestado. Creo que la naturaleza una vez más me ha puesto en mi sitio, mostrándome con el convencimiento más testarudo e implacable pero, a la vez, con la mejor manera de aprender las lecciones, que ser humilde es siempre la mejor respuesta y que nos debemos a los que nos rodean, que por mucho que nos hayamos sentido controlados, explotados, vulnerados, castigados desde nuestra más tierna infancia, esa familia siempre estará presente para cuidarnos mientras que las amistades volubles y los amoríos de chichinabo son eso, una ilusión. La familia es lo que realmente cuenta y, una vez más, me ha brindado la ayuda justo cuando más lo necesitaba. Gracias.
Aprovecho para adjuntar unos enlaces que sirvan de ayuda para los sufridores de este tremendo dolor:
http://www.vitonica.com/lesiones/con...como-tratarlas
http://espanol.ninds.nih.gov/trastor...lor_lumbar.htm
Ahora entiendo a esta pobre gente...