Lo único potable del documental son las declaraciones de las víctimas, aunque tengo la sensación de que buscaron personas no tan marcadas por el hostigamiento. Es infumable la parte donde una panda de pijos, todos muy guapos y con pinta de molones, hacen un vídeo más propio de groupies de los Jonas Brothers que una denuncia de lo que supone el acoso
.
Por lo demás, lugares comunes, sin llegar a la raíz del asunto. Parece desprenderse que en la escuela todo el mundo está concienciado del problema, lo cual es paradójico porque, siguiendo el silogismo, el problema no existiría. Hay un exceso de fingimiento cuando los datos nos hablan de lo poco o nada que se hace desde el ámbito académico para prevenir y luchar contra los casos donde se abacora a un menor.