La soledad no es ninguna extraña, no hay porqué temer. Soy el perro sarnoso que vaga en los callejones oscuros hurgando la basura podrida, que es un manjar comparado con las sobras que me tirabas.
Quizás ahora estoy con la cabeza abajo y el rabo entre las patas, pero podré sobrevivir, porque he sido curtido por la soledad, la depresión y la ansiedad. Y a este cuero viejo, polvoso y enmohecido no le es extraño el abuso ni el descuido.
El odio arde en mis entrañas el dolor físico no es nada, puedo intentar levantarme encender la hoguera para alimentar la caldera infernal que me hará salir adelante, como una vieja locomotora a vapor. Arrojaré a las famelicas brasas con tus volatiles oscuros recuerdos y de esas pequeñas chispas se desatara el infierno que me impulsaran al olvido y me alejarán de ti para siempre. En otra estación quizás me espere alguien que sepa apreciar todo lo que tí te pareció poco, ingrato angel caprichoso.
Tu fuiste un espejismo, solo un producto de mi mente ante la sequía y el sol abrazador de mi desesperación.
Soy el viejo el que dejó perder su maldita vida, por temer al miedo mismo, soy la porquería que tirada en el suelo barrían de un lugar a otro al antojo de los demás, soy en quien no te quieres convertir cuando llegues a tus 30. Quizás ya sea tarde. Puedes dejarte todo lo que te dí pero te arrebataré el orgullo y lo vestíré de nuevo como la prenda mas preciada.
No mas licor por tí...
