Cualquier estímulo placentero a tus cinco sentidos es razón suficiente. Beber un vaso de una bebida que te guste, saborear un bocadillo favorito, dar o recibir una caricia, zambullirte en el agua, percibir el aroma de una brisa de verano o de algún perfume, escuchar la música que te guste, el cantar de los pájaros... Ver las estrellas durante la noche, algún paisaje natural, algún rostro querido...
Eso sin mencionar todo lo que te ofrece el razonamiento: Saciar tu curiosidad aprendiendo cosas nuevas, crear, imaginar...
Sin mencionar aún todo lo que ofrecen los vínculos con otras personas, porque son cosas que la mayoría de los que estamos acá encontramos difíciles de conseguir; como el amor, la amistad, el sexo...
Estar vivo ofrece innumerables cosas. Olvidar las razones para vivir se debe siempre a un error de perspectiva, a no ser que se esté agonizando de una enfermedad terminal y que ocasiona un sufrimiento insoportable.
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