El día se vuelve tedioso en la universidad. Gente va y viene, de seguro con cosas muy interesantes por decir.
Todos los días es lo mismo. Me levanto por las mañanas para viajar allá. Lo primero que veo al entrar al auditorio es al profesor exponiendo su clase. Lo siguiente son las caras adormiladas de mis compañeros. Me aproximo a un lugar más o menos apartado para poder acomodarme lo mejor posible y poder apoyar mis piernas en el respaldo del asiento de adelante. La clase se vuelve interesante a veces, otras no tanto. Todo depende de pequeños detalles que pueden hacer que pierda el control de mí mente al instante. Detalles como el que alguien me lance una broma o que el profesor me llame la atención por llegar 5 minutos tarde. Cosas tan simples como estas pueden hacer que lo que resta del día se vuelva un infierno. A partir de ese momento surgen interrogantes en mi cabeza, tales como “¿Por qué no puedo ser normal”?, “¿Por qué esto me afecta más de la cuenta”?, ¿”por qué al resto no le pasa y a mí sí?”, ¿”por qué me sonrojo?”, “¿Por qué no estoy poniendo atención a la clase?”, etc.
Así el día transcurre mientras me movilizo de una clase a otra. El día parece interminable y más aun, cuando no puedo parar de pensar en el desperdicio de tiempo que me parece ir hasta la universidad sólo para sentirme estúpida.
Llego al salón de clases, al parecer me he apresurado un poco, puesto que aun no ha llegado nadie más que yo. La puerta está cerrada, por lo tanto eso me obliga a tener que esperar hasta que sea la hora exacta de entrada a clases. Me siento en las escaleras que conducen hasta el siguiente piso. Es mejor estar sentada/casi escondida para que cuando alguien más llegue sólo me ignore. No puedo evitar temblar. Me sudan las manos y pienso si acaso sería mejor salir del edificio y dar vueltas como estúpida por los alrededores hasta que llegue la hora de clases para luego encontrar el salón abierto con todos adentro y así no tener que saludar a nadie. Me cuesta un poco decidir, pero luego opto por quedarme en donde estoy, después de todo, el que la pesadilla termine sólo depende de mí. Debo ser valiente. Debo permanecer en donde estoy y exponerme a que la gente me vea, me salude o incluso quiera hablar conmigo un poco más (esto último casi nunca pasa, pero está la posibilidad).
Mientras espero siento nervios. Me abruma la espera de que por lo menos alguien llegue. Saco el celular y los audífonos de mi bolso y me pongo a escuchar música para poder así fingir que estoy distraída mientras alguien llega. ¿Necesito fingir? Claro que sí, puesto que así es la única forma de que la gente me ignore (o al menos eso pienso en ese momento). Es mejor fingir distracción escuchando música a fingir estar hablando por teléfono. Aparece un compañero, quien pasa a unos 3 metros de distancia del lugar en el que me encuentro y me dedica un simple “hola”, al cual yo respondo con otro “hola” con la boca seca. La voz apenas me sale. Veo que se aleja mientras me sube un leve calor por la cara. “Por fortuna no se dio cuenta”, pienso. Pero bueno, era eso lo que necesitaba. Que alguien llegara, se situara lejos de mí y atrajera la atención de las personas que fueran llegando.
Por fin entramos al salón y la clase transcurre “normal”.
Después de dos horas de clases debo ir al salón de matemáticas, en donde nuestro querido profesor es de aquellos a los que les encanta joder, por lo cual, al azar elige a uno de sus alumnos para que este pase a la pizarra y se humille frente a los demás. Por fortuna aun no se ha fijado en que existo, ni tampoco dejaré que lo haga, por lo cual decido no ir más a sus clases hasta que el semestre termine. Así de simple.
Cuando camino hacia mi facultad me encuentro con una amiga. Todo transcurre normal. Me saluda, yo la saludo, caminamos juntas hasta algún sitio en donde podamos conversar y es aquí en donde otra vez todo se vuelve gris. Momentos antes, todo lo que habría deseado es estar junto a un amigo o amiga, sobre todo en los momentos de “crisis”, pero ahora que la tengo al lado hablando y hablando sobre cualquier cosa sin importancia, en donde me veo obligada a ponerle atención, me dan ganas de dejarla sola, o que me deje sola, me da un poco lo mismo. Preferiría que se quedara en silencio, sólo eso. Creo que de esa forma nos entenderíamos mejor.
Así me pasa con todos mis “amigos”. Nunca he sentido una conexión que valla más allá de lo superficial con alguien, o bueno, una vez, pero luego de un tiempo esa persona se terminó aburriendo de mí y ya solo queda el simple saludo, aunque algo hostil de mi parte.
Mientras miro por la ventana del autobús que me lleva a casa pienso en todo esto y en lo que me deparará el futuro. Todo es tan incierto. Me gustaría no estar sola (a pesar de que también me gusta mucho estar sola). Me gustaría tener un amigo real, que me entendiera y no me juzgara. Me gustaría querer a alguien y que esa persona también me quisiera. Me gustaría poder hacer y tener tantas cosas que para todos son tan simples, pero que por mi estúpida condición de fóbica social no me son posibles. Aun así guardo la esperanza de que todo esto cambie. A veces noto mejoría, otras veces vuelvo al principio, pero mantengo la fe en que todo mejore definitivamente.
Gracias por leer.