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Antiguo 07-ago-2011  

Todos los dias tengo ideas de suicidarme pero nunca lo hago,hay que ser muy valiente para tomar esta decision
 
Antiguo 07-ago-2011  

todos los dias desde hace años, se la forma, el lugar y la hora, lo que no se es cuando, supongo que estoy esperando subconscientemente una razon y una circunstancia para hacerlo son dos delgadas lineas que cuando se junten me podre ir de aqui sin deberle nada a nadien ya que todo lo malo que he hecho lo he pagado con creces, unicamente lo siento por mis padres el resto no me importa pero es una mierda vivir por inercia
 
Antiguo 08-ago-2011  

muchas veces , y creo que hoy siento que estuvo mejor que no lo hiciera la vida no estan apestosa , la gente lo es
Uno va por la vida pensando que ella es askerosa , pero en realidad son las personas que la habitan.. entonces siolo hay que sakar lo mejor de ello...

Si muchas veces estamos solos , comiendo y en l pc
pero si tu no haces nada por ti ¿quien esperas que lo haga? ..
No tienes amigos ??¿¿¿no existen ???... Vas a conocer gente te vas a llevar bien siiiiiii.. pero yaaa !! y vasa dejar de ser un parasito... x fin !!

 
Antiguo 13-ago-2011  

Lo pensé varias veces, y lo sigo haciendo de vez en cuanto, mi mente es bastante dramática, me olvido de que puedo tomar las riendas y me dejo llevar por ella. Sin embargo sé que no voy a suicidarme, pues si la vida no tiene sentido, la muerte mucho menos, y si el problema es el temor a actuar, para morirse hay que esforzarse(pereza...), para vivir sólo comer y respirar, muchos de nosotros ni tenemos que trabajar para eso aún. Además no tengo garantía de que la muerte sea un descanzo, y no hablo del miedo a un infierno, cualquier tipo de existencia postmortem haría que la muerte no fuera un escape, los problemas inherentes a nosotros mismos seguirían ahí molestandonos, basta con que siga existiendo el pensamiento.
Algo interesante sería estar tan decidido a morir como para renacer, tener la voluntad de dejar todo atras, de empezar a ser una persona nueva en esta misma vida, levantarse y darse cuenta de que no tenemos la obligación de ser como hemos sido hasta ahora.

Última edición por AnFe; 13-ago-2011 a las 06:48.
 
Antiguo 13-ago-2011  

si fue duro . la epoca en la k estuve realmente mal , pensaba de todo , lo hacia con un cuhcillo , me tomaba veneno de ratas, me tiraba de un edicifio, del metro..... era fuerte no lo hice no se como , peor me acuerdo la imptencia, la ansiedad k senria para no ser asi y buscaba muchas soluciones
 
Antiguo 13-ago-2011  

yo le tengo temor a la muerte,es tan desconocida que realmente tendria que estar muy hecho mierda para pensarlo,es una desicion unica,de un infierno a irme a otro lugar que podria ser un infierno eterno() prefiero estar aqui ;)
 
Antiguo 13-ago-2011  

En cierta época de mi vida cada vez que cerraba los ojos un momento, pero no era tan soso.
También me imaginaba con una MG-42, disparando a la gente y riéndome como un poseso.
Luego sí, me lanzaba por una ventana disfrazado de Supermán.
 
Antiguo 13-ago-2011  

uando era mas joven Muchisimas... la idea de la muerte, escapar de todo .. por cansancio diario, monotonia, rutina diaria, desesperanza, vacio, sinsentido... y encima soportar las adversidades diarias inherentes a la vida, la de todos...

sobre el suicidio siempre me acuerdo del libro el lobo estepario, quizás pertenecemos a esa "especie".. personas que pensamos , llevamos la pesada carga del suicidio ( como salida, via de escape..) siempre o amenudo en nuestras consciencia pero nunca lo llegamos/llegaremos a culminar.. o en menor medida, muchos de los que se suicidan son los que nunca pensaron en él, nunca sufrieron, nunca pensaron en la vida/muerte conscientemente, y esperaban mucho de la vida y una mala racha, temporada en un acto semi impulsivo se suicidan.. quizas no llegan a estar endurecidos/as como muchos de por aqui..



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Lobo estepario
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...
Otro era que había que clasificarlo entre los suicidas. Aquí debe decirse que es erróneo llamar suicidas sólo a las personas que se asesinan realmente. Entre éstas hay, sin embargo, muchas que se hacen suicidas en cierto modo por casualidad y de cuya esencia no forma parte el suicidismo. Entre los hombres sin personalidad, sin sello marcado, sin fuerte destino, entre los hombres adocenados y de rebaño hay muchos que perecen por suicidio, sin pertenecer por eso en toda su característica al tipo de los suicidas, en tanto que, por otra parte, de aquellos que por su naturaleza deben contarse entre los suicidas, muchos, quizá la mayoría, no ponen nunca mano sobre sí en la realidad.
El «suicida» *y Harry era uno* no es absolutamente preciso que esté en una relación especialmente violenta con la muerte; esto puede darse también sin ser suicida. Pero es peculiar del suicida sentir su yo, lo mismo da con razón que sin ella, como un germen especialmente peligroso, incierto y comprometido, que se considera siempre muy expuesto y en peligro, como si estuviera sobre el pico estrechísimo de una roca, donde un pequeño empuje externo o una ligera debilidad interior bastarían para precipitarlo en el vacío.

Esta clase de hombres se caracteriza en la trayectoria de su destino porque el suicidio es para ellos el modo más probable de morir, al menos según su propia idea. Este temperamento, que casi siempre se manifiesta ya en la primera juventud y no abandona a estos hombres durante toda su vida, no presupone de ninguna manera una fuerza vital especialmente debilitada; por el contrario, entre los «suicidas» se hallan naturalezas extraordinariamente duras, ambiciosas y hasta audaces. Pero así como hay naturalezas que a la menor indisposición propenden a la fiebre, así estas naturalezas, que llamamos «suicidas», y que son siempre muy delicadas y sensibles, propenden, a la más pequeña conmoción, a entregarse intensamente a la idea del suicidio. Si tuviéramos una ciencia con el valor y la fuerza de responsabilidad para ocuparse del hombre y no solamente de los mecanismos de los fenómenos vitales, si tuviéramos algo como lo que debiera ser una antropología, algo así como una psicología, serían conocidas estas realidades de todo el mundo.

Lo que hemos dicho aquí acerca de los suicidas se refiere todo, naturalmente, a la superficie, es psicología, esto es, un pedazo de física. Metafísicamente considerada, la cuestión está de otro modo y mucho más clara, pues en este sentido los «suicidas» se nos ofrecen como los atacados del sentimiento de la individuación, como aquellas almas para las cuales ya no es fin de su vida sus propias perfección y evolución, sino su disolución, tornando a la madre, a Dios, al todo. De estas naturalezas hay muchísimas perfectamente incapaces de cometer jamás el suicidio real, porque han reconocido profundamente su pecado. Para nosotros, son, sin embargo, suicidas, pues ven la redención en la muerte, no en la vida; están dispuestos a eliminarse y entregarse, a extinguirse y volver al principio.

Como toda fuerza puede también convertirse en una flaqueza (es más, en determinadas circunstancias se convierte necesariamente), así puede a la inversa el suicida típico hacer a menudo de su aparente debilidad una fuerza y un apoyo, lo hace en efecto con extraordinaria frecuencia. Entre estos casos cuenta también el de Harry, el lobo estepario. Como millares de su especie, de la idea de que en todo momento le estaba abierto el camino de la muerte no sólo se hacía una trama fantástica melancólico*infantil, sino que de la misma idea se forjaba un consuelo y un sostén. Ciertamente que en él, como en todos los individuos de su clase, toda conmoción, todo dolor, toda mala situación en la vida, despertaba al punto el deseo de sustraerse a ella por medio de la muerte. Pero poco a poco se creó de esta predisposición una filosofía útil para la vida. La familiaridad con la idea de que aquella salida extrema estaba constantemente abierta, le daba fuerza, lo hacía curioso para apurar los dolores y las situaciones desagradables, y cuando le iba muy mal, podía expresar su sentimiento con feroz alegría, con una especie de maligna alegría: «Tengo gran curiosidad por ver cuánto es realmente capaz de aguantar un hombre. En cuanto alcance el límite de lo soportable, no habrá más que abrir la puerta y ya estaré fuera.» Hay muchos suicidas que de esta idea logran extraer fuerzas extraordinarias.

Por otra parte, a todos los suicidas les es familiar la lucha con la tentación del suicidio. Todos saben muy bien, en alguno de los rincones de su alma, que el suicidio es, en efecto, una salida, pero muy vergonzante e ilegal, que en el fondo, es más noble y más bello dejarse vencer y sucumbir por la vida misma que por la propia mano. Esta conciencia, esta mala conciencia, cuyo origen es el mismo que el de la mala conciencia de los llamados autosatisfechos, obliga a los suicidas a una lucha constante contra su tentación. Estos luchan, como lucha el cleptómano contra su vicio. También al lobo estepario le era perfectamente conocida esta lucha; con toda clase de armas la había sostenido. Finalmente, llegó, a la edad de unos cuarenta y siete años, a una ocurrencia feliz y no exenta de humorismo, que le producía gran alegría. Fijó la fecha en que cumpliera cincuenta años como el día en el cual había de poder permitirse el suicidio. En dicho día, así lo convino consigo mismo, habría de estar en libertad de utilizar la salida para caso de apuro, o no utilizarla, según el cariz del tiempo. Aunque le pasase lo que quisiera, aunque se pusiera enfermo, perdiese su dinero, experimentara sufrimientos y amarguras, ¡todo estaba emplazado, todo podía a lo sumo durar estos pocos años, meses, días, cuyo número iba disminuyendo constantemente! Y, en efecto, soportaba ahora con mucha más facilidad muchas incomodidades que antes lo martirizaban más y más tiempo, y acaso lo conmovían hasta los tuétanos. Cuando por cualquier motivo le iba particularmente mal, cuando a la desolación, al aislamiento y a la depravación de su vida se le agregaban además dolores o pérdidas especiales, entonces podía decirles a los dolores: « ¡Esperad dos años no más y seré vuestro dueño!» Y luego se abismaba con cariño en la idea de que el día en que cumpliera los cincuenta años, llegarían por la mañana las cartas y las felicitaciones, mientras que él, seguro de su navaja de afeitar, se despedía de todos los dolores y cerraba la puerta tras sí. Entonces verían la gota en las articulaciones, la melancolía, el dolor de cabeza y el dolor de estómago dónde se quedaban.

..."
 
Antiguo 25-ago-2011  

siempre lo pienso pero nunca lo intento , mas adelante quisas depende como vayan las cosas
 
Antiguo 25-ago-2011  

Muchas veces, pero entonces pienso que será más bonito que mi fortuna me lleve a la cima y justo cuando lo mejor esté por venir acabaré muerta por confundir la medicación de la FS con avecrem, moriré de sobredosis comiendo sopa y todos creerán que lo hice adrede, mi espiritu llorará por mi estupidez mientras otros agitan el puño en el aire maldiciendo mi egoísmo.
Porque no les dejé nada de sopa.

Última edición por Bolibic; 25-ago-2011 a las 03:12.
 
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