Cuando pienso en el día en que me muera, pienso en mamá, en papá.. y en todas las cosas buenas y malas que han pasado. En mis hermanos y en lo que pensaran en la vida completamente desconocida de su hermana pequeña.
Probablemente creo que solo pensaré en ellos, pues no tengo a nadie más. Pero es mentira.
Quizá piense en la vecina de al lado, con su montón de nietos corriendo por la cuadra volando cometas. En la señora de enfrente, con su loro canturrero.
En mi sobrino, deseándole que tenga una buena vida. En el chico de la tienda, que solo me hace bromas cuando me ve de mal humor.
En las personas indigentes que veo en mi diario caminar.
En la señora que tiene el restaurante al lado del negocio familiar.
En el vecino cantante.
En el olor a licor de mi padre los días festivos.
En el color amarillo pálido de las paredes de la iglesia.
En la gente con quien hablo por Whatsapp, que son mi otra familia.
En el olor a formaldehído del laboratorio de la universidad.
En mi libreta más personal, preguntándome quien la leerá.
En mis cartas sin destinatario.
En mi ex, preguntándome si alguna vez leyó la carta que escribí por correo cuando tenía 14 años.
En mi gato y sus maullidos agudos y en su garganta ronroneante cuando pasaba mis manos por detrás de sus orejas.
En mi perra, con su incesante meneo de cola.
En el cielo azul que intenté capturar con mi cámara
En todas y cada una de esas personas que pasaron por mi vida e hicieron algo significativo, sea bueno o malo.
Pensaré mucho cuando me vaya a morir.
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