Hola a todos, escribí por aquí hace tiempo contando mi experiencia con una relación bastante dolorosa y tóxica. Acabé muy enamorado de ella, pero pasado unos meses, empezó a comportarse de una manera que no tenía nada que ver con la persona que yo había conocido. Creo que fue cuando ella empezó a revelarse como era verdaderamente.
Todo esto coincidió también con mi auge de explosión del TOC. Digamos que ella desaparecía de vez en cuando, sin decirme nada, y yo me pasaba esos días sin saber qué ocurría, sin noticias suyas (no me cogía el teléfono si la llamaba), sin apenas poder dormir y metido en una espiral frenética de rituales. En uno de estos periodos de "desaparición" (siempre se producían imprevisiblemente) empecé a medicarme y decidí que todo debía terminar, que por una vez tenía que tomar las riendas de mi vida y valorarme más.
Ella no contaba conmigo para nada, sólo para algo de sexo y para que le hiciese favores, pero los fines de semana prefería quedar siempre con sus amigas. Yo era absolutamente secundario en su vida. Pero cada vez que desaparecía, siempre volvía, diciéndome insistentemente que me echaba de menos y que no podía estar sin mí. Y yo, como un bobo, caía de nuevo, esperando que regresara la chica a la que había conocido en los primeros meses. Y al poco tiempo, me la volvía a liar.
Así que empecé a medicarme y todo empezó a irme mejor. Y decidí tener una conversación con ella. Fui a su casa y le dije que esto no podía seguir así. Que no buscábamos lo mismo y que yo no estaba dispuesto a aguantar más. Ella estuvo de acuerdo conmigo y al final quedamos en que nos daríamos un tiempo. Y yo me encontraba muy bien, por haber tomado una decisión al fin y porque también comencé a conocer a otras chicas. Pero, como siempre, no pasó ni un mes y ella ya estaba llamándome de nuevo. Me dijo que quería estar conmigo, que no podía estar sin mí y que todo iba a cambiar. Me la creí y la dejé entrar de nuevo en mi vida.
Y duró exactamente una semana. Un sábado habíamos quedado para ir a almorzar con unos amigos, y yo estaba ilusionado, pensando: "vaya, parece que esta vez las cosas sí han cambiado". Pero subí a su casa y enseguida noté algo raro en el tono de su voz. Me dijo: "No te enfades por lo que te voy a decir, pero lo que sientes tú por mí no lo siento yo por ti". "Yo quería volver contigo, pero ayer fui a la psicóloga y me sacó que lo que ocurre es que yo no estoy enamorada de ti". Me dolió mucho que después de un año de infernal relación me dijera eso. Y le pregunté: ¿Y las veces que me has dicho que me quieres? A lo que ella respondió:
"Yo nunca te he dicho eso".
Y eso me dolió como un cuchillo, porque no era verdad, y porque encima varias de ellas me lo había dicho por móvil, en mensajes que conservaba. El caso es que me fui de su casa sintiéndome un completo estúpido, incrédulo por haber dejado que esa chica rompiera de nuevo mi corazón en mil pedazos y muy dolido, sobre todo porque, a medida que bajaba las escaleras, vi que sus amigas llegaban y subían. Es decir, no había tardado ni cinco minutos en quedar de nuevo con sus amigas.
Así que, después de haberlo superado, estaba de nuevo como al principio y encima, destrozado. Ella me llamó a los pocos días, una tarde, y yo no pude evitar llorar mientras hablaba. Me sugirió que fuéramos los dos al psicólogo, por si podíamos salvar la relación. Le dije que prefería que no, que necesitaba apartarme de ella. Ella me dijo que aunque no me lo creyera, me quería, y que para cualquier cosa ya sabía dónde estaba.
De modo que inicié el trabajo de reconstruirme de nuevo, de salir, conocer a otra gente y olvidarme de ella. Sentía mucho odio hacia ella, pero en realidad era un odio hacia mí mismo, por haberme dejado tratar así. Me sulfuraba pensar que ella podía estar con otro, seguía muy enamorado. Pero lo que más me molestaba era no haber tomado antes la decisión de cortar y haberla mantenido. Me fui de viaje para despejarme. Otras chicas entraron en mi vida. Pero yo no me sentía capaz de iniciar de nuevo una relación. Necesitaba mucho un tiempo para mí solo. Y sigo necesitándolo.
Y qué ocurrió? Pues lo de siempre. Un mes después de todo aquello, me volvió a llamar y a enviarme mensajes diciéndome que me echaba de menos. Pero fui fuerte y no le respondí. Se detuvo por unas semanas, pero hace poco me volvió a enviar un mail diciéndome que no quería molestarme ni hacerme daño, pero que me añoraba y me echaba de menos.
Tampoco le he respondido. Supongo que la última vez ella se cargó ya algo que me impide poder seguir sintiendo ilusión. Al mismo tiempo, me fastidia que ella se cargara algo que, por un tiempo, fue muy bonito, hasta que empezó a tratarme mal. Por eso hablo de rayos del sol rotos: quieres volver a ver un día bonito, pero sabes que con ella sólo habrá lluvia por mucho que te diga lo contrario. Y esto produce una fuerte impotencia y frustración.
También me da mucho miedo encontrármela por la calle, no sabría qué decirle. Quedan todavía muchas cosas dentro y muchos sentimientos, sobre todo la sensación de que ya es todo pasado y de que es mejor que las heridas cicatricen con el tiempo. Qué malo es enamorarse de una persona poco adecuada!
Y en fin, perdón por el rollo. ¿Os ha pasado alguna vez algo así?